Pa¨ªses pobres, pa¨ªses ricos
LA VI reuni¨®n de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (CENUCED o UNCTAD, seg¨²n se prefieran las siglas latinas o las anglosajonas) ha concluido en Be1grado con una declaraci¨®n que ha salvado el honor de los anfitriones yugoslavos sin satisfacer, sin embargo, las alejadas posiciones del norte industrializado y del sur en v¨ªas de desarrollo. Estados Unidos se ha disociado del contenido de la declaraci¨®n, mientras La Rep¨²blica Federal de Alemania, el Reino Unido y Jap¨®n han expresado una serie de reservas.Estos desacuerdos no deben interpretarse como un fracaso definitivo en el di¨¢logo entre ricos y pobres. Lo que s¨ª ponen de manifiesto son los amargos sinsabores que plantea la casi imposibilidad de conciliar en un documento mutuamente aceptable para el norte y el sur el cat¨¢logo de prioridades que resolviesen ordenadamente los problemas econ¨®micos internacionales acumulados desde la segunda guerra mundial.
Estas reuniones de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo se estructuran sobre la base de los pa¨ªses del sur demandantes de ayudas y de un nuevo orden econ¨®mico internacional enfrentados a los del norte. ?stos tratan de resolver los, casos m¨¢s urgentes de la econom¨ªa internacional y ganar tiempo ante la amenaza de implantaci¨®n de un nuevo orden econ¨®mico internacional que desbaratase el actual y sin a?adir un esquema capaz de reemplazarlo de forma satisfactoria.
El nuevo orden reclamado por el sur exige un cambio estructural en las organizaciones econ¨®micas internacionales (FMI, Banco Mundial, principalmente); el mecanismo y decisiones propuesto ser¨ªa m¨¢s parecido al de las Naciones Unidas que al actual, que concede un peso proporcional a los pa¨ªses seg¨²n su cuota de aportaci¨®n. dineraria a estas instituciones. Gracias a este mecanismo, los pa¨ªses ricos disponen de una confortable mayor¨ªa. En segundo lugar, el nuevo orden tratar¨ªa de arbitrar una serie de mecanismos de ayuda autom¨¢tica para compensar la ca¨ªda en el valor (precios por cantidades) de las importaciones de determinadas materias primas procedentes de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Una cl¨¢usula de estabilizaci¨®n de los ingresos de exportaci¨®n que permitiese aislar a determinadas mercanc¨ªas de los vaivenes de los mercados internacionales. Esta garant¨ªa de un determinado nivel de ingresos por exportaciones vendr¨ªa acompa?ada de una reducci¨®n de las restricciones comerciales todav¨ªa vigentes en los pa¨ªses industriales para defenderse de una serie de manufacturas (productos textiles, sider¨²rgicos, calzado, etc¨¦tera) vendidas por los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. La consecuencia ser¨ªa acelerar los reajustes positivos en las econom¨ªas desarrolladas, con el consiguiente abandono de una serie de industrias tradicionales que todav¨ªa proporcionan una gran cantidad de puestos de trabajo. Todas estas exigencias se han agravado por el r¨¢pido deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica de los pa¨ªses pobres en los ¨²ltimos tiempos. En efecto, las tasas de crecimiento del PIB del pasado decenio se hab¨ªan situado en torno a un 5%-6%, superiores al incremento vegetativo de la poblaci¨®n, pero han ca¨ªdo a niveles del 1,5%-2% al iniciarse los ochenta, es decir, tasas inferiores al crecimiento demogr¨¢fico. Esto ha ocurrido a la vez que se acumulaba una factura por la cuenta de exportaciones cada vez m¨¢s gravosa para los pa¨ªses pobres.
A corto plazo, el problema de la deuda exterior ha adquirido la m¨¢xima prioridad y dramatismo. En 1982 se ha rebasado la cifra de 600.000 millones de d¨®lares. Los pagos anuales necesarios para hacer frente al servicio de la deuda representan la cuarta parte del valor total de sus exportaciones. Adem¨¢s esta deuda se encuentra mal distribuida y su crecimiento es, incluso, m¨¢s r¨¢pido que el de los ingresos obtenidos por la venta de sus manufacturas y materias primas. En definitiva, el riesgo de una insolvencia localizada en una serie extensa de pa¨ªses pobres constituye un peligro inminente y real.
Ante el temor de esta eventualidad, los Gobiernos de algunos pa¨ªses ricos y algunos expertos internacionales urgen la adopci¨®n de medidas deflacionistas o estabilizadoras que detengan la peligrosa hemorragia. Un reajuste r¨¢pido de las balanzas de pago, con independencia de cu¨¢l sea la situaci¨®n internacional. Otros expertos y los representantes de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo conf¨ªan en el crecimiento de la econom¨ªa internacional y en una moratoria de los cr¨¦ditos que pr¨¢cticamente equivalga a la condonaci¨®n de las deudas pendientes que han ido acumulando. Entre una y otra soluci¨®n, el FMI y la mayor¨ªa de los Gobiernos occidentales sugieren una aproximaci¨®n realista, basada, por un lado, en determinados ajustes y correcciones por aquellos pa¨ªses que han excedido su capacidad de endeudamiento; por otro, proponen nuevas ayudas financieras que, a la vez que condicionan la adopci¨®n de medidas estabilizadoras, permitan situar la econom¨ªa del paciente en condiciones de valerse a s¨ª misma en un plazo prudencial. Naturalmente, esta hip¨®tesis descansa, en gran medida, en que la econom¨ªa internacional recupere una senda de crecimiento sostenido capaz de garantizar un volumen y unos precios aceptables para las exportaciones de los pa¨ªses en v¨ªas de desarollo.
Armonizar todas estas dif¨ªciles, y en muchos casos contrapuestas, exigencias no son tarea f¨¢cil para un foro internacional cuya resonancia llega cargada de esperanzas a las poblaciones de los pa¨ªses m¨¢s despose¨ªdos de recursos. Los representantes de estos pa¨ªses tienen la natural inclinaci¨®n a culpar de sus males al ego¨ªsmo de los ricos, mientras que los delegados occidentales, y en especial los de Estados Unidos, responden con un exceso de arrogante sinceridad culpando a sus interlocutores de no hacer los esfuerzos necesarios en la direcci¨®n m¨¢s productiva. El di¨¢logo -o, si se prefiere, la discusi¨®n- se complica porque las acusaciones hacia Estados Unidos y sus aliados m¨¢s incondicionales proceden tambi¨¦n de algunos pa¨ªses europeos, que por otra parte reciben el reproche norteamericano de no compatibilizar sus mensajes de ayudas con el proteccionismo comercial de la Comunidad Econ¨®mica Europea.
Espa?a, a diferencia de otros pa¨ªses socialdem¨®cratas europeos, desde Francia a Suecia, no ha dispensado una gran atenci¨®n a esta VI Conferencia de las Naciones Unidas. Ning¨²n ministro del Gobierno espa?ol ha visitado Belgrado, a pesar de nuestro gran compromiso latinoamericano y de ser la primera vez que un Gobierno socialista representar¨ªa a Espa?a. S¨®lo el secretario de Estado de Comercio ha estado presente en Belgrado para recordar c¨®mo los problemas graves y urgentes de los pa¨ªses menos adelantados deben ser responsabilidad de todos, y c¨®mo cada pa¨ªs de la comunidad internacional deber¨ªa resolverlos en funci¨®n de su capacidad econ¨®mica.
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