La ocasi¨®n perdida
Una cosa es que uno no haya cre¨ªdo nunca en el advenimiento del milenio por v¨ªa electoral, que a estas alturas del curso desconf¨ªe de cualquier denuncia retumbante de los socialtraidores, que comprenda las rebajas al programa so?ado impuestas por el equilibrio de conflictos en que consiste el juego democr¨¢tico; otra muy distinta es no ver la serie de deplorables y gratuitos repliegues en los que se est¨¢ perdiendo lo que de modest¨ªsima savia ut¨®pica -que no ilusoria- parec¨ªa haber en el cambio prometido. Admito que pueda llegarse a la meta yendo despacio, incluso parando de cuando en cuando para tomar aliento, pero desde luego no marchando en direcci¨®n contraria. El Gobierno est¨¢ logrando a la vez ser arrogante en lo trivial y timorato en lo esencial, ingenuo hasta el balbuceo en su estrategia de conjunto, pero maquiav¨¦lico hasta el autoritarismo en su t¨¢ctica; aparatosamente capaz de proclamar sus decisiones por los medios de comunicaci¨®n, pero no de utilizar ¨¦stos para un aut¨¦ntico debate antes de tomarlas; por lo dem¨¢s, confunde la tozudez con la firmeza y la debilidad ante las presiones con la generosidad pacificadora. Un conjunto de caracter¨ªsticas que se cortocircuitan mutuamente y dan como resultado un desgasta m¨¢ximo con resultados m¨ªnimos.No digo que el Gobierno no pueda equivocarse en tal o cual cuesti¨®n concreta sin dejar por ello de ser un buen Gobierno. Carezco de competencia para decidir si el se?or Solchaga acierta en sus medidas de reconversi¨®n industrial (de cuya necesidad no cabe duda), aunque ello pueda da?ar en lo inmediato de terminados y respetables intereses de trabajadores. Quiz¨¢ la mejor forma de disminuir el paro sea aumentarlo primero un tanto: no lo s¨¦, la econom¨ªa es una ciencia misteriosa; de hecho, mucho m¨¢s misteriosa que ciencia, y la dial¨¦ctica nos acostumbr¨¦ otrora a buscar el cumplimiento leal de cada cosa en su contrario. Pero lo cierto es que cre¨ªmos que no s¨®lo iban a mandar otros, sino que iban a mandar de otra manera y sobre todo para otras cosas. Para que cambie el modelo de sociedad monol¨ªtica, mogigata, ineficaz y abusiva en la que tanto hemos vivido ya (y yo s¨ª quiero que cambie, aunque moleste un poco a Fraga y a la Conferencia Episcopal), lo primero que tiene que cambiar es el modelo, no de sistema pol¨ªtico, sino de gesti¨®n pol¨ªtica del sistema. Hay cuestiones de estilo, incluso de higiene pol¨ªtica, que definen m¨¢s el talante de una Administraci¨®n p¨²blica que cien medidas acertadas o inadecuadas.
Para empezar, ese s¨ªntoma deplorable de falta de imaginaci¨®n pol¨ªtica, apego a las m¨¢s deshilachadas banderas, halago a lo que dentro de cada votante se militariz¨® patri¨®ticamente en los textos de formaci¨®n del esp¨ªritu nacional, papanatismo mitificador del pasado y voluntariamente oscurantista ante el presente, el grado cero de la propaganda en este pa¨ªs: me refiero al recurso a Gibraltar. En cuanto se empieza a potenciar el tema de Gibraltar, ya se ha tocado fondo en pol¨ªtica: no se puede caer m¨¢s bajo. Gibraltar es el ¨²nico problema que indudablemente Espa?a no tiene, pero que hay que relanzar de cuando en cuando para desviar la atenci¨®n de los que tiene y, de paso, cosquillear un poco ese punto bobo del alma que en los patriotas sustituye a la conciencia c¨ªvica. Entonces, ?y la sacrosanta integridad del territorio nacional? Pues resulta que ni los espa?oles que hoy vivimos, ni nuestros padres, ni nuestros abuelos, ni nuestros bisabuelos, ni nuestros tatarabuelos hemos, conocido otro territorio que ¨¦ste que ahora tenemos, con Gibraltar bajo dominio ingl¨¦s. Por mucho que nuestro narcisismo, educacionalmente fomentado por los chantres de turno, haya podido sufrir por tal ignominia, ya va siendo hora de acostumbrarse, ?no? Y adem¨¢s, ?qu¨¦ pasa con la famosa colonia del Pe?¨®n? ?Hay all¨ª una cultura esclavizada por el invasor o constantes hostilidades en la frontera o grave detrimento de la econom¨ªa de la zona? Todo lo contrario: es un enclave pintoresco y pr¨®spero con bobbies que dicen ?Oz¨²! que mantiene relaciones fructuosas y cordiales con los andaluces de la vecindad, aunque de cuando en cuando hay que estropearlas un poco para dar gusto al Santiago Matamoros y Mataingleses, que por lo visto est¨¢ mandado que todos llevemos dentro. La verdad, ingenuamente cre¨ª que con el cambio empezar¨ªamos a reeducarnos en el sentido com¨²n sobre este tema, en lugar de volver a hablar de derechos irrenunciables y de cont¨¢rselo adem¨¢s... ?a Reagan! No todos los gobernantes pueden ser Disraeli o Mend¨¦s France, pero al menos se les puede pedir un poco de sentido del rid¨ªculo.
A partir de este s¨ªntoma inequ¨ªvoco se multiplican los ¨ªndices negativos. El tema de la OTAN, por ejemplo, es una bandera que se ha regalado a los prosovi¨¦ticos por pura inconsecuencia y cacao mental, en perjuicio no s¨®lo de la credibilidad del partido gubernamental, sino del aut¨¦ntico neutralismo antimilitarista en este pa¨ªs. El plan ZEN tiene el aire menos tranquilizador del mundo, y no porque uno tema que vaya a acabar realmente con el terrorismo (preocupaci¨®n secreta de alguno de sus detractores), sino por miedo a que acabe con todo salvo con el terrorismo, liquidando en primer lugar las posibilidades de di¨¢logo pol¨ªtico en Euskadi, que son comienzo de la desmilitarizaci¨®n del problema vasco. Y siguiendo con las imprescindibles desmilitarizaciones (cuyo ¨²ltimo objetivo ideal ser¨ªa la desmilitarizaci¨®n de los militares), la de la polic¨ªa es de las m¨¢s urgentes para cualquiera que haya reflexionado desde la izquierda sobre el tema. En lugar de eso, se sigue proclamando el car¨¢cter inequ¨ªvocamente militar de la Guardia Civil, contra lo que ayer se dijo por bocas socialistas: ?tan terriblemente provocador es plantear en voz alta lo que frecuentemente se susurra, a saber, que la Guardia Civil es un cuerpo a reformar radicalmente o a extinguir de una vez, pues encarna una idea de la Administraci¨®n del Estado que no coincide con el sistema autonomista y democr¨¢tico actual? Si no lo hacemos ahora, ?para cu¨¢ndo lo dejamos?
Dos leyes importantes y progresistas han tropezado con decisivas rebajas en el momento de hacerse efectivas. Por un lado, la asistencia al detenido ha quedado finalmente neutralizada por sustanciales restricciones, lo que obliga a suponer que la pr¨¢ctica de la tortura va a seguir contando con las facilidades estructurales que verbalmente se le niegan. En cuanto a la LODE, que hab¨ªa despertado el alentador eco inicial de la indignaci¨®n eclesi¨¢stica, parece ir a quedar finalmente domesticada ad maiorem Dei gloriam. Esperemos que en esta tanda de recortes no le toque alguno a la despenalizaci¨®n del aborto, ya de por s¨ª recortadita la pobre, y a ¨²ltima hora resulte que para abortar hay que pedir autorizaci¨®n al obispo o algo as¨ª. En cuanto a la nueva legislaci¨®n sobre refugiados pol¨ªticos, baste decir que m¨¢s bien consagra malos usos (antes por lo menos incodificados) en lugar de atreverse a proponer nuevas f¨®rmulas realmente generosas.
En resumen, para qu¨¦ seguir. Con cierta amargura dice uno estas cosas, no con el satisfecho recochineo del rentabilizador profesional de la disidencia. A algunos de los que desde el comienzo hemos prestado apoyo sin reticencias a esta operaci¨®n de cambio, y pensamos seguir haci¨¦ndolo mientras el Gobierno o la conciencia no nos lo impidan definitivamente, nos viene dando cada vez m¨¢s la impresi¨®n de que vivimos la gran ocasi¨®n perdida de la izquierda democr¨¢tica.
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