Julio Robles, en las cimas del triunfo
Un excelente toro de la ganader¨ªa de Puerto de San Lorenzo y un Julio Robles inspirado y con ganas de mojar la oreja a sus compa?eros, elevaron la corrida a las m¨¢s altas cumbres del entusiasmo, para solaz y parabi¨¦n de un p¨²blico que hab¨ªa abarrotado la plaza hasta las manillas del reloj. Con ello, quedaba convalidada la audaz idea de la empresa al ofrecer en plena can¨ªcula juliana, un cartel con ecos isidriles.Toda la actuaci¨®n de Robles en este toro dej¨® fuerte impacto a los f¨¢ciles y a los exigentes. Desde las ver¨®nicas de recibo, de las que dos quedaron en el recuerdo por su excelente dibujo, el quite por chicuelinas lentas y ajustadas, el trasteo muleteril a base de un toreo erguido, quieto y con temple; hasta la estocada, que tir¨® pezu?as arriba al toro. Los que miran estas cosas con lupa pueden decir que a veces aparec¨ªa el pico de la muleta ante el ojo del bicho o que en su forma de cogerla, por la punta del estoquillador, no era muy ortodoxa. Pero el triunfo nadie se lo regate¨® y el torero puede hacerse ya esa f¨¢cil publicidad que dan los triunfos en Las Ventas.
Plaza de Las Ventas
10 de julio.Cuatro toros de Jim¨¦nez Pasquau, terciados, de escaso juego. Tercero y cuarto de Puerto de San Lorenzo, con presencia. Bravo y noble y manso con aspereza, respectivamente. Anto?ete. Un aviso y pitos. Divisi¨®n. Jos¨¦ Mari Manzanares. Pitos. Pito. Julio Robles: dos orejas. Palmas.
Quiso Anto?ete igualarse en el triunfo y los gui?os de la fortuna le enturbiaron la intenci¨®n. El cuarto toro hizo una espectacular y lastimosa salida a un tiempo, pues a su tranco de toro bravo se un¨ªa la triste estampa de un pit¨®n partido por la cepa. Devuelto al corral, el sobrero de la misma ganader¨ªa result¨® dif¨ªcil y con bronquedad. Que Anto?ete quer¨ªa se vio en su brindis al p¨²blico y en su porf¨ªa ante el bicharraco, que hu¨ªa de la muleta con acelerada marcha atr¨¢s a los para¨ªsos de la querencia de toriles. En su toro anterior, el madrile?o se hab¨ªa doblado con empaque y maestr¨ªa para, luego, andar desconfiadillo por el pit¨®n izquierdo, por el que el toro probaba y se frenaba y sacando alg¨²n derechazo con m¨¢s quietud. Con la espada estuvo muy mal en los dos, por las exageradas precauciones y evidente desconfianza con que entraba a pinchar. Un quite de dos ver¨®nicas y media en el excelente cuarto toro, r¨¦plica encorajinada a las chicuelinas bordadas de Robles, fueron lo mejor de su labor.
Con el peor lote estuvo Manzanares en coraje y arranques de novillero debutante. Alg¨²n muletazo le sali¨® con esas finuras levantinas que encandilan a sus partidarios y lo dem¨¢s fue aburrida porf¨ªa, pierna atr¨¢s en el cite (en la figura) y puntita de muleta hacia el hocico del toro. Los enemigos que el de Alicante tiene en esta plaza se despacharon a gusto con ¨¦l.
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