La cooperaci¨®n Espa?a-Marruecos
LAS DIFICULTOSAS negociaciones del convenio de cooperaci¨®n entre Espa?a y Marruecos, y el entorno propagand¨ªstico que siempre las rodea, recuerdan que todas las experiencias pasadas o remotas son insuficientes a la hora de aprender lecciones en nuestro trato con el Magreb. El Gobierno de Adolfo Su¨¢rez fue v¨ªctima de sus veleidades y de la antipat¨ªa rec¨ªproca entre el jefe del Gobierno espa?ol y el rey Hassan II. Los a?os 1979, 1980 y 1981 fueron los peores que se recuerdan en las relaciones posteriores a la independencia entre los dos pa¨ªses. Marruecos no ratific¨® jam¨¢s el acuerdo de pesca de 1977 que sustitu¨ªa a otro de 1973, no cumplido por Marruecos, que a su vez reemplazaba a otro de 1969 tampoco respetado por Rabat. El Parlamento espa?ol aprob¨® a duras penas, en febrero de. 1978, aquel acuerdo de 1977 que inclu¨ªa las ¨²ltimas exigencias marroqu¨ªes, pero entre tanto Marruecos hab¨ªa cambiado de mentalidad, y el acuerdo jam¨¢s entrar¨ªa en vigor.El viaje del rey Juan Carlos I a Fez, en junio de 1979, que la Oficina de Informaci¨®n Diplom¨¢tica calific¨® de "nueva etapa en las relaciones hispano-marroqu¨ªes", no resisti¨® a la entrevista de Adolfo Su¨¢rez con el polisario Mohamed Abdelaziz en Argel ni a las visitas que efectuaron a Ceuta y Melilla el propio Su¨¢rez y el entonces jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, teniente general Tom¨¢s de Liniers.
Hubo bombas en Ceuta y Melilla, el asesinato de los ocho tripulantes del pesquero Cruz del Mar, el apresamiento de centenares de pesqueros espa?oles por patrulleras marroqu¨ªes azuzadas por las acusaciones que lanzaba desde Madrid la agencia marroqu¨ª Map de que los pescadores canarios estaban en connivencia con el Polisario. Los acuerdos pesqueros de entonces duraban una semana, un mes o como m¨¢ximo tres meses.
Cuando Calvo Sotelo sustituy¨® a Su¨¢rez y en su discurso de investidura se refiri¨® a Marruecos como "el gran amigo de? Sur", cuya amistad hab¨ªa que privilegiar, el presidente del Gobierno se benefici¨®, por parte del rey Hassan II, de lo que pudi¨¦ramos llamar renta de ubicaci¨®n pol¨ªtica y P¨¦rez-Llorca pudo regresar en una ocasi¨®n de Fez convencido de que Espa?a y Marruecos se encaminaban hacia una fruct¨ªfera cooperaci¨®n hasta "el horizonte 2000". La victoria del PSOE coloc¨® a los estados mayores pol¨ªticos marroqu¨ªes en aut¨¦ntico zafarrancho de combate. Fernando Mor¨¢n visit¨® Fez en diciembre de 1982. Tras la visita de Felipe Gonz¨¢lez al reino alauita en marzo, Hassan II pudo hacerse la saludable idea de que, "al fin y al cabo, con estos socialistas podemos obtener algunas ventajas".
Desde entonces, Marruecos exige al Gobierno del PSOE lo que pudi¨¦ramos llamar renta de principios pol¨ªticos (los del PSOE). Como son socialistas, afirman constantemente los editorialistas marroqu¨ªes, deben comprender que es necesario que nos devuelvan Ceuta y Melilla, que Espa?a deje pr¨¢cticamente de pescar en las costas marroqu¨ªes, y adem¨¢s es imprescindible que ayude a Marruecos a constituir su propia infraestructura de pesca, de armamento, y de puertos y capacidades t¨¦cnicas; que legalice a los 60.000 trabajadores marroqu¨ªes clandestinos en Espa?a y a los muchos que siguen llegando al amparo de esa liberalidad. De contrapartidas no se habla para nada. La demagogia y la escenificaci¨®n con que trata la Prensa marroqu¨ª todo lo que concierne a las relaciones entre los dos pa¨ªses es as¨ª notable.
Resulta por lo menos sorprendente que el diario comunista Al Bayane reproche a Espa?a sus "continuos aplazamientos de la negociaci¨®n" bilateral cuando son los ministros econ¨®micos marroqu¨ªes los que cinco veces consecutivas se han negado a viajar a Madrid, y por eso ahora se negocia en Rabat a nivel de una pobre delegaci¨®n t¨¦cnica que pasa su tiempo en el avi¨®n para ir a Madrid a consultar cada nueva propuesta. Y todo ello sucede en un contexto de animosidad general de los medios de comunicaci¨®n marroqu¨ªes, que olvidan constante y consecuentemente el no cumplimiento por su gobierno de los convenios de 1969, 1973 y 1978 sobre la pesca, convenios firmados libremente por un Estado soberano que no ha hecho en este terreno honor a sus compromisos.
Caso puntual y preocupante son los comentarios de la Prensa marroqu¨ª sobre el efecto perturbador de los puertos francos de Ceuta y Melilla sobre la econom¨ªa del norte de Marruecos, que resulta indudable. Los marroqu¨ªes han calculado que el contrabando originado desde esas dos ciudades se eleva a unos 800 millones de d¨®lares, o, como ellos dicen, los ingresos por ventas de fosfatos m¨¢s un tercio. Pero omiten se?alar que en ese enorme tr¨¢fico est¨¢ incluido el paso de importantes cantidades de droga marroqu¨ª con destino a Europa.
Espa?a y Marruecos pueden aspirar a entenderse en un sentido pr¨¢ctico y moderno. Pero ese entendimiento no puede estar a expensas de las actitudes electoralistas de ning¨²n partido marroqu¨ª o espa?ol o de la manipulaci¨®n interesada de funcionarios medios demasiado ambiciosos y ¨¢vidos de franquear escalones hacia el poder. Se tratar¨ªa de definir un marco global de relaciones entre ambos pa¨ªses, no lesivo para los intereses de cada uno, que sea susceptible de perdurar en el tiempo, pero sin fiarlo en exclusiva a las buenas relaciones personales de ambos jefes de Estado.
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