Las orejas
De un diccionario cheli: "Orejas: vale por pechos de la mujer en cuanto que se trata de un par de admin¨ªculos". Este a?o, como por decreto/ley t¨¢cito/impl¨ªcito, todas van con las orejas fuera, al sol, en las piscinas m¨¢s rehogadas de madrile?ismo, como El Lago o Stella. En piscinas de m¨¢s tenedores (o de m¨¢s orejas), como las de los hoteles Mindanao o Meli¨¢ Castilla, las orejas a¨²n no han tenido su mayo/68, y eso que estamos en julio. Cualquier jergalizaci¨®n supone una repristinaci¨®n del habla, po¨¦tica o grotesca. El exquisito Juan Ram¨®n (tanto que ¨¦l escrib¨ªa esquisito) nos dice que la mejor poes¨ªa espa?ola est¨¢ tocada de lo popular, desde el Romancero a Machado. E incluso se afana en reducir el Quijote a octos¨ªlabos, pues que el octos¨ªlabo le parece, en verso y prosa -frente al alejandrino franc¨¦s y el endecas¨ªlabo italiano-, el ritmo natural de nuestra conversa. El pueblo, s¨ª, metaforiza, pero no mixtifica. El pueblo observa un lenguaje/conducta. El pol¨ªtico, el intelectual, por el contrario, utiliza un contralenguaje, una jerga elitista. No habla para manifestarse, sino para ocultarse. Habla para no explicarse, y esto lo vemos en la televisi¨®n todos los d¨ªas. Las autonom¨ªas, un suponer. Nadie m¨¢s renuente que nuestras derechas al Estado de las Autonom¨ªas, que han llamado tabla de quesos, caf¨¦ para todos y otras creativas met¨¢foras gastron¨®micas. (Si con algo no se puede hacer met¨¢fora es con la gastronom¨ªa.) Bueno, bien, pues ya ves, la derecha, ahora, coge, pilla, agarra, va y dice que va a dar la batalla electoral, despu¨¦s del verano/est¨ªo, en lo de las autonom¨ªas.Ayer hemos hablado en esta columna de las guerras de verano, de la guerra de guerrillas de la derecha, que fuma y espera que pasen julio/agosto para dar la batallita de las autonom¨ªas, en las que no creen. Fraga, como un poste de la luz por el que ya no pasa la luz, espera que pique la trucha. Pedro Schwartz ha llamado al tel¨¦fono del editorialista de este matutino/ manchego para denunciarle una saga/fuga de agua que hay en su barrio liberal: el g¨¦iser/Camu?as. Antonio Garrigues, a su vez, antes de irse a Sotogrande a "pescar sirenas", como ¨¦l dice (espero que le har¨¢n cr¨®nica los disidentes de todo y militantes de s¨ª mismos, como se la han hecho de otros juegos reunidos), llama al bombero Tierno para denunciarle la rotura de dos bocas de agua que largan un demasiado: la boca/Camu?as y la boca/Schwartz. Las tribus alcarre?as del liberalismo monetarista se curten, con estas guerras de fratr¨ªas, para la Grand Guerre del oto?o, bajo les violons de Verlaine/Mitterrand/Felipe. Mientras tanto, el cuerpo de la mujer arde al sol por esa doble Rama de sus senos desnudos -orejas-, oye los cuarenta principales por los baffles (qu¨¦ horror, habiendo "altavoces") de la piscina y come paella de la casa. La derecha es cosa de hombres. Si el psocialismo ha conseguido liberar los senos femeninos y las lenguas perif¨¦ricas rejionales, como dec¨ªa el citado JRJ con su l¨ªrica jota, las mil derechas preparan su democr¨¢tico asalto a la democracia sobre el mapa de las autonom¨ªas, que es una cartograf¨ªa que la ven chupada, ya que regionalismo/ nacionalismo pertenecen desde hace siglo y medio a la ¨¦pica del Romanticismo de derechas, que es s¨®lo uno de los cien romanticismos heredados. S¨®lo que, por mimetismo de Afroam¨¦rica, del Ch¨¦, de Allende y de Lutero King, los nacionalismos germinales, hoy, son revolucionarios y de izquierdas. Y digo asalto a la democracia porque la inmensa minor¨ªa de los ataques al Gobierno democr¨¢tico son ataques a la democracia misma, revestidos de cr¨ªtica antisocialista. Es la democracia lo que no les gusta, dig¨¢moslo, y otro d¨ªa matizar¨¦ con ejemplos y negritas. En tanto, las peque?itas de la primera generaci¨®n democr¨¢tica se dejan arder -playa, piscina- por do m¨¢s gozado hab¨ªan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.