La entrevista de Felipe Gonz¨¢lez y Carlos Garaikoetxea
LA ENTREVISTA que celebrar¨¢n hoy el presidente del Gobierno y el jefe del Ejecutivo de la Comunidad Aut¨®noma vasca es aguardada con la esperanza de que sus conclusiones ayuden a despejar las sombras y las incertidumbres que amenazan la convivencia entre las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas del Pa¨ªs Vasco. En contraste con el largo per¨ªodo de alianzas entre el PNV y el PSOE desde el final de la guerra civil hasta las primeras elecciones democr¨¢ticas de 1977, el triunfo socialista del 28 de octubre de 1982 ha deteriorado sensiblemente las relaciones entre ambas fuerzas pol¨ªticas, cuyo respaldo electoral conjunto supera el 60% del electorado de las tres provincias. Tal vez, el notable salto electoral dado por el PSE-PSOE entre 1979 y 1982 haya contribuido, al modificar la correlaci¨®n de fuerzas dentro de la Comunidad Aut¨®noma, a despertar los recelos del PNV, temeroso de perder su predominio en las urnas, y a suscitar en los socialistas la ambici¨®n de convertirse en la primera fuerza del Parlamento vasco. Sin embargo, los graves problemas que aquejan al Pa¨ªs Vasco no podr¨¢n ser solucionados, o al menos aliviados, sin la estrecha colaboraci¨®n de nacionalistas y socialistas. La experiencia ha demostrado que un gobierno monocolor del PNV es incapaz de hacer frente, en solitario, a una situaci¨®n en la que se dan cita la amenaza terrorista, la crisis industrial y la necesidad de hacer convivir en paz dos culturas y dos idiomas. Todav¨ªa menos imaginable resultar¨ªa que una mayor¨ªa electoral socialista en el Pa¨ªs Vasco, donde los nacionalistas poseen las claves de la hegemon¨ªa econ¨®mica y social, pudiera lograr la paz y la concordia.La cercan¨ªa de los pr¨®ximos comicios auton¨®micos, que se celebrar¨¢n como muy tarde en la primavera de 1984, arroja le?a suplementaria al fuego de las pol¨¦micas electoralistas y tensa al m¨¢ximo las rivalidades interpartidistas. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s grave de esos enfrentamientos sea que la hostilidad entre el PSE-PSOE y el PNV se haya trasladado al plano institucional, esto es, al Gobierno del Estado, ejercido por los socialistas, y al Gobierno de la Comunidad vasca, controlado por los nacionalistas. De esta forma, las rencillas partidistas adquieren una resonancia que perjudica al complicado mecanismo, todav¨ªa en per¨ªodo de rodaje, que vincula a la Administraci¨®n central con las instituciones vascas de autogobierno. La tentaci¨®n del PNV de segar electoralmente la hierba bajo los pies a los socialistas con el argumento de que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez atenta contra la autonom¨ªa vasca, es sim¨¦trica a la tentaci¨®n del PSOE de movilizar a la poblaci¨®n inmigrada y a los vascos no nacionalistas mediante la acusaci¨®n de que el Gobierno de Vitoria incumple las reglas del juego constitucional. Mientras el PNV denuncia continuamente al Gobierno por los retrasos en el traspaso de competencias y a la mayor¨ªa parlamentar¨ªa de las Cortes Generales por vaciar el Estatuto de Guernica mediante leyes org¨¢nicas, algunos dirigentes del PSOE formulan envenenados juicios de intenciones contra los nacionalistas y el Ministerio del Interior comete graves errores en el tratamiento de los problemas vascos.
Esas maniobras de hostigamiento s¨®lo benefician, en ¨²ltima instancia, a las bandas terroristas, que utilizan las protestas del PNV para aducir que el Estatuto de Guernica es una v¨ªa muerta, y a los grupos de ultraderecha, dispuestos siempre a acusar al Gobierno de Vitoria de connivencias con ETA y de proyectos independentistas. En su entrevista de hoy, Felipe Gonz¨¢lez y Carlos Garaikoetxea no pueden olvidar que las amenazas contra el sistema democr¨¢tico y la acci¨®n criminal de los terroristas encuentran campo abonado en la incapacidad del PNV y del PSOE para situar los principios que les unen -la defensa de las libertades, del sistema representativo y de la negociaci¨®n pac¨ªfica para dirimir conflictos pol¨ªticos y sociales- por encima de las diferencias que les separan.
Sin duda, para los nacionalistas es importante que el ¨¢mbito de competencias atribuido por el Estatuto de Guernica a las instituciones de autogobierno vascas no sea cercenado o rebajado por insuficiencias en el traspaso de competencias y por la promulgaci¨®n de leyes que, al desarrollar los mandatos constitucionales pendientes de cumplimiento, creen situaciones nuevas y no previstas en el momento de la negociaci¨®n de la autonom¨ªa, de por s¨ª llena de ambig¨¹edades. Sin duda, para los socialistas las necesidades globales del funcionamiento del Estado pueden llevarles a imponer en un momento dado pol¨ªticas homogeneizadoras, en la creencia de que resultan indispensables para la consolidaci¨®n de la democracia. Pero tanto el PNV como el PSOE, unidos por el denominador com¨²n de sus convicciones democr¨¢ticas, deben tener siempre presente que esa discusi¨®n sobre galgos y podencos y esas tentativas de tirar de la cuerda sin ceder ni un cent¨ªmetro en sus posiciones pueden servir de fulminante a una cat¨¢strofe. Mientras haya terrorismo, las semillas del drag¨®n del golpe de Estado seguir¨¢n germinando en Espa?a. Y hasta que nacionalistas y socialistas no busquen un acomodo razonable, renunciando los primeros a echar todas las culpas a Madrid y abdicando los segundos de los h¨¢bitos centralistas heredados del r¨¦gimen anterior, el Estado de las Autonom¨ªas no saldr¨¢ de la provisionalidad que caracteriza a los experimentos susceptibles de fracaso.
Durante los ¨²ltimos meses, algunos sectores del PNV han coqueteado peligrosamente con planteamientos ideol¨®gicos o ret¨®ricos de car¨¢cter radical, destinados posiblemente a ganarse al electorado de Herri Batasuna, a contrapesar el ascenso del voto socialista y a cerrar el camino a Euskadiko Ezkerra, ¨²nica formaci¨®n pol¨ªtica capaz de atraer a la izquierda abertzale hacia planteamientos racionales y democr¨¢ticos. Pero quien cabalga en los lomos de un tigre corre el riesgo de terminar siendo devorado por su fiero corcel. Igualmente preocupante fue el amago de algunos portavoces nacionalistas de lanzar una campa?a para la reforma del Estatuto de Guernica, maniobra cuya irresponsabilidad y demagogia es puesta de relieve al recordar que ese objetivo resultar¨ªa inviable, en el plano jur¨ªdico-constitucional, sin el respaldo de la mayor¨ªa socialista en las Cortes Generales. El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, por su parte, ha demostrado una preocupante falta de sensibilidad pol¨ªtica al transformar el llamado Plan ZEN en un mito publicitario, que alimenta la exasperaci¨®n del nacionalismo radical, y al exhibir posiciones contradictorias en torno a la propuesta de una Mesa de la Paz sugerida por Carlos Garaikoetxea. De otro lado, el energumenismo de algunos l¨ªderes del PNV ha encontrado en el PSE-PSOE resonancias formalmente id¨¦nticas, tal vez como prueba de que las tensiones de la pol¨ªtica vasca repercuten de manera casi id¨¦ntica en las alas radicales de todos los partidos, incluidos los democr¨¢ticos. En verdad, poco tiene que envidiar Ricardo Garc¨ªa Damborenea, en sus modos y expresiones, al m¨¢s exaltado jelkide.
Todav¨ªa es tiempo, sin embargo, para la reflexi¨®n, la negociaci¨®n y el acuerdo. La inminente sentencia del Tribunal Constitucional sobre la LOAPA permitir¨¢ poner fin a un per¨ªodo de incertidumbres y abrir un nuevo espacio para el debate pol¨ªtico que permita armonizar de verdad, con la colaboraci¨®n de todas las fuerzas que apoyaron en 1979 el Estatuto de Guernica, aquellos ¨¢mbitos de competencias fronterizas que la experiencia de los cuatro a?os transcurridos haya demostrado que estaban insuficiente o ambiguamente regulados. En cualquier caso, la erradicaci¨®n del terrorismo, la definitiva cicatrizaci¨®n de la herida vasca y el normal funcionamiento de las instituciones de autogobierno dependen de un pacto hist¨®rico que s¨®lo pueden sellar, como partes principales, el PNV y el PSOE, cuyo parigual respaldo electoral en Euskadi les convierte en fuerzas condenadas a entenderse. Los nacionalistas vascos no podr¨ªan encontrar en las Cortes Generales un interlocutor mejor que los socialistas, ya que Alianza Popular, program¨¢ticamente comprometida con la reforma constitucional del art¨ªculo 2 y el T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n, es intr¨ªnsecamente hostil a las nacionalidades hist¨®ricas. Y el PSOE tiene que abandonar los irreales ensue?os de ocupar en solitario el Gobierno de Vitoria, puesto que la marginaci¨®n pol¨ªtica del PNV, s¨®lidamente implantado en la sociedad vasca, podr¨ªa abrir las compuertas de la radicalizaci¨®n nacionalista y la extensi¨®n de la violencia.
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