Organizar una esperanza
Hace un a?o que naci¨® a la vida pol¨ªtica el Partido Dem¨®crata Popular. Por entonces, en las p¨¢ginas de este diario publiqu¨¦ un art¨ªculo (La superaci¨®n del inmovilismo centrista), que algunos interpretaron como un anuncio del natalicio. Ahora, tras estos 12 meses tan intensos de la vida nacional, lejos de incurrir en autocomplacencia alguna por el cumplimiento de nuestras previsiones sobre una UCD que navegaba a la deriva, desear¨ªa reactualizar la oferta que entonces se esbozaba.Se ha dicho que el PDP es el tercer partido de este pa¨ªs (obviamente, tras el PSOE y AP), conforme a los datos de representaci¨®n pol¨ªtica tanto en las Cortes generales (28 parlamentarios), como en las C¨¢maras regionales (54 parlamentarios) y en los ayuntamientos (cerca de 3.000 concejales, de los que casi 400 son alcaldes). Desde nuestra perspectiva interna, estos datos, en vez de servir de apoyatura para ejercicios de arrogancia, son simplemente una prueba inequ¨ªvoca de la viabilidad de un partido que en Espa?a se inspire en el humanismo de ra¨ªz cristiana.
Quiz¨¢ alg¨²n lector piense que tal viabilidad es fruto exclusivo de nuestra coalici¨®n electoral, de la que, por cierto, estamos muy satisfechos. Yo no lo creo. Y pienso adem¨¢s que hay una relaci¨®n clara entre definici¨®n ideol¨®gica y capacidad de compromiso y cooperaci¨®n pol¨ªtica. Nosotros hemos formado parte de una coalici¨®n electoral por muchas razones que afectan al inter¨¦s general, pero tambi¨¦n porque tal es el procedimiento m¨¢s eficaz de hacer operativa nuestra presencia y defender nuestros valores. Y cuando se sabe d¨®nde se est¨¢ y qu¨¦ se quiere defender, es siempre posible un entendimiento con los afines. Las resistencias a la cooperaci¨®n, los aislamientos -ciertamente nada espl¨¦ndidos en sus frutos-, son frecuentemente, a su vez, consecuencia de la indefinici¨®n de los valores y el primado de los intereses personales.
Ciertamente, el que el PDP est¨¦ anclado en una concepci¨®n determinada del hombre -el humanismo cristiano- y en unos valores ¨¦ticos precisos le ha evitado incurrir en cualquier tentaci¨®n de aventurismo pol¨ªtico y le ha impulsado a practicar una aut¨¦ntica pol¨ªtica de principios. Y, por supuesto, el tener un soporte doctrinal obliga a esforzarse cotidianamente para actualizarlo en el contexto de la realidad en que hemos de desenvolvernos. A este fin de profundizar en nuestra l¨ªnea de pensamiento dedicaremos este verano una Escuela para la democracia, cuyos debates contribuir¨¢n a fraguar un renovador masaje de ideas y propuestas, una clara oferta a nuestra sociedad. A la par, tenemos muy presente que hay que obviar la corrupci¨®n ideocr¨¢tica, el empacho de ideolog¨ªa, que puede conducir, entre otros excesos, al fanatismo o a huir de la realidad, camino del confortable mundo de las ideas abstracta.
Recuperaci¨®n econ¨®mica
Hoy, en pleno verano de 1983, las mujeres y los hombres del PDP, desde sus convicciones, est¨¢n comprometidos en el dise?o de un horizonte m¨¢s esperanzador para nuestra sociedad. Nuestro diagn¨®stico sobre la situaci¨®n pol¨ªtica por la que atraviesa el pa¨ªs no puede, por desgracia, ser positivo. En efecto, los datos negativos que tan fuertemente contribuyeron a que se instalara en nuestro pa¨ªs en viento del cambio no s¨®lo no mejoran, sino que se deterioran d¨ªa a d¨ªa. Entusiasmos oficialistas aparte, no hay signos ciertos de recuperaci¨®n econ¨®mica. La buena voluntad innegable de algunos ministros no impide que los dirigentes de la central sindical socialista empiecen a chapotear, desconcertados, en un mar de perplejidades, en busca de un, al parecer, inencontrable puerto socialdem¨®crata. El grave deterioro de nuestra moneda no s¨®lo en relaci¨®n al d¨®lar -como acostumbra a decirse-,sino tambi¨¦n, aunque en menor medida, con respecto a otras divisas, no ha aparejado siquiera un aumento significativo en nuestras exportaciones, abriendo interrogantes de cu¨¢nto van a durar nuestras reservas y en qu¨¦ sima de endeudamiento externo vamos a sumergirnos. La seguridad ciudadana y el terrorismo arrojan un balance doloroso y preocupante. Nuestra definici¨®n exterior registra un momento de perplejidad sin precedentes, bajo el lastre que supone el vano intento de conciliar el dogmatismo de los preconceptos con las exigencias de la realidad. La sequ¨ªa parece afectar a la imaginaci¨®n del partido gobernante en el ancho campo de la pol¨ªtica social, donde no aflora un solo programa de relieve. Y ciertas iniciativas legislativas (la ley del aborto, en primer lugar, y ciertos aspectos de la LODE, por citar dos casos) han hecho recordar aquella m¨¢xima de Burke, seg¨²n la cual "las leyes son la peor especie de tiran¨ªa".
El que el panorama sea negativo no significa, por supuesto, que, en la medida en que somos oposici¨®n, lo celebremos. Ni que queramos adoptar posiciones agoreras. Muy al contrario, aspiramos a cooperar, en lo posible, con el Gobierno, en aras del inter¨¦s general, y, a la par, formaremos nuestro propio repertorio de soluciones, como propuestas de deliberaci¨®n, y haremos advertencias cr¨ªticas, como sugerencias unas veces a la rectificaci¨®n, y otras, cuando menos, a la moderaci¨®n, formuladas siempre con el leal prop¨®sito de persuadir o disuadir al Gobierno respecto de acciones que pueden afectar el inter¨¦s general del pueblo espa?ol.
Pero en ocasiones habr¨¢ que tener el coraje de alzar la voz cuanto sea preciso para ser o¨ªdos. Tal ocurre ahora con el cap¨ªtulo m¨¢s llamativo por m¨¢s inesperado. Ciertas libertades y derechos fundamentales -todos se?alan a la libertad de expresi¨®n y no pocos al derecho a la intimidad- se ven recortados y amenazados por un Gobierno prepotente que utiliza los famosos 10 millones de votos de tal forma que parece empe?ado en avalar el pesimismo tr¨¢gico que Nietzsche desarroll¨® en su c¨¦lebre obra La voluntad del poder¨ªo.
"Ese poder inmenso y tutelar..."
Nosotros, como dem¨®cratas, creemos en la coexistencia armoniosa y en la tolerancia rec¨ªproca entre diferentes concepciones del hombre, de la sociedad y de la pol¨ªtica. Por ello somos conscientes de los riesgos de que la hegemon¨ªa socialista no se limite a su campo propio, sino que invada los territorios de libertad de los individuos y los grupos. Ning¨²n peligro mayor para la vida democr¨¢tica que esa sutil invasi¨®n del cuerpo social a la que se refiriera Tocqueville al hablar de ese "poder inmenso y tutelar que... despu¨¦s de tomar uno tras otro a cada individuo en sus poderosas manos y moldearlo a su gusto... extiende sus brazos sobre la sociedad entera; cubre su superficie con una malla de peque?as reglas complicadas, minuciosas y uniformes, entre las que ni los esp¨ªritus m¨¢s originales ni las almas m¨¢s vigorosas son capaces de abrirse paso para emerger de la masa; ... no mata, impide nacer; no tiraniza, sino mortifica, reprime, enerva, apaga, embrutece y reduce, al cabo, a toda la naci¨®n a reba?o de animales t¨ªmidos e industriosos, cuyo pastor es el Gobierno".
Ante esta situaci¨®n, los ojos de muchos espa?oles, buena parte de los cuales depositaron su caudal de confianza en las promesas del cambio, se empiezan a volver en busca de una respuesta pol¨ªtica.
Nuestra voluntad es la de ofrecer esa respuesta a los amplios sectores de clases medias y populares que sintonizan con nuestro ideario b¨¢sico. Respuesta que no reside s¨®lo en la negociaci¨®n de lo irrazonable, sino en la proposici¨®n de lo razonable: no somos un partido que se defina por ser anti nada, sino por su propia capacidad de propuesta. Propuesta que no se agota en verbalismos, sino que se despliega consecuentemente en soluciones concretas sobre las que permanentemente seguimos traba jando: ah¨ª est¨¢n nuestras recientes convenciones sobre la agricultura, la equiparaci¨®n de la mujer y el empleo juvenil para atestiguarlo.
Nuestro partido renueva su oferta a quienes no creen en el uniformismo y s¨ª en la potencialidad "creadora de la libertad. A quienes creen que la justicia y la solidaridad son los motores de un verdadero cambio. A quienes creen que el progreso no consiste en la r¨ªgida aplicaci¨®n de un recetario decimon¨®nico, sino en permitir que la sociedad se d¨¦ a s¨ª misma nuevas metas y se aplique a conseguirlas. A quienes creen en los valores que han dado sentido a la sociedad y a la cultura europeas y que renuevan su vigencia en los pa¨ªses m¨¢s adelantados, como la Rep¨²blica Federal de Alemania. Para esos millones de espa?oles llevamos un a?o organizando un partido pol¨ªtico desde la premisa de que un partido no debe ser el instrumento de un peque?o n¨²cleo de especialistas de la pol¨ªtica (lo que se llama el aparato), sino el ¨®rgano mediante el cual se expresan la voluntad y las aspiraciones de todo un sector de la opini¨®n.
A cuantos creen que la democracia es un sistema en que el hombre no cede a otros el cuidado de decidir su suerte y la suerte com¨²n, a cuantos asumen nuestros principios, a cuantos con la ley electoral a la vista comprenden sin reservas la necesidad de que los afines configuren una gran coalici¨®n electoral, les exhortamos a liberarse de la pasividad y de la inercia y a aunar sus fuerzas con las nuestras en el gran compromiso c¨ªvico de organizar una esperanza.
es presidente del Partido Dem¨®crata Popular.
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