El XIX
No es contra un grupo, contra un independentismo o una fratr¨ªa sangrienta, contra quien se debate el Gobierno y toda la pol¨ªtica espa?ola, hoy, en el Norte. Es contra el siglo XIX en su ¨²ltimo vestigio abanderado, fan¨¢tico y cruento. A Espa?a le cuesta, le ha costado, entrar en el siglo XX, y ya estamos en sus finales. Nuestra historia registra tres asaltos al siglo XX: uno desde la derecha (dictadura del general Primo) y dos de signo progresista: II Rep¨²blica y Monarqu¨ªa democr¨¢tica de Juan Carlos I, o sea, lo de ahora. Lo de Primo de Rivera era un prefascismo que s¨®lo pod¨ªa engendrar m¨¢s fascismo, el fascismo definitivo para casi medio siglo. La II Rep¨²blica, con Aza?a como protagonista entre desganado y l¨²cido, es, por fin, un importante asalto al siglo XX que se frustra por los mismos albedr¨ªos de hoy: no tanto la lucha del Norte contra el centro como la pugna del XIX, muerto sin sepultura, contra el siglo XX. Una guerra cronol¨®gica m¨¢s que geogr¨¢fica. Los nacionalismos rom¨¢nticos y minut¨ªsimos se hacen solubles en la f¨®rmula confederal de Estados Unidos, que da lugar o ejemplo a moderadas federaciones europeas. Eugenlo d'Ors, anticipadamente, llam¨® "guerra civil" a la Grand Guerre, cuando Espa?a se defiagraba verbosamente, desde la abstenci¨®n, en aliad¨®filos y german¨®filos. De Gaulle habl¨® de "la Europa de las Patrias". Tanto como de la izquierda internacionalista, la comuni¨®n/ comunicaci¨®n de los pueblos ha sido un sue?o de la derecha progresista. Pero Espa?a, machadiano rabo por desollar, lleva todo el siglo XX tratando de clausurar el XIX.El franquismo, que hemos definido aqu¨ª como un bloque mudo de tiempo ahist¨®rico, es, s¨ª, un par¨¦ntesis l¨®brego en la historia de Espa?a, pero un par¨¦ntesis en el que caben todos los pronunciamientos, motines y asonadas de la Espa?a rom¨¢ntica, a la luz de los faroles madrile?os firmados en hierro por Fernando VII o Isabel II.
De eso que Adolfo Su¨¢rez llamaba "la guerra del Norte" (y que acab¨® con ¨¦l, como puede acabar con Felipe Gonz¨¢lez, mediante erosi¨®n / desertizaci¨®n) se ha dicho todo: que es la ¨²ltima carlistada, que es una guerrilla tercermundista, que es una inafia sanguinaria y dineraria, que es un nacionalismo promocionado por Gromyko. A uno le parece, sencillamente, que es un anacronismo. Un cruel anacronismo por el que muere o contra el que muere gente todos los d¨ªas. La m¨ªstica de la guerra del Norte (con sus conflictos sociales a?adidos, como ahora lo de Renter¨ªa) es una m¨ªstica anacr¨®nica, y en su presunto marxismo no arrastra sino la m¨¢s ruda vulgarizaci¨®n de Marx. No quiero entrar en la hip¨®tesis de si ese marxismo es la coartada ¨²ltima y precaria para un terrorismo com¨²n, sino explicar que su facticidad queda tan decimon¨®nica como la del guardia Tejero, por ejemplo (y no sin visi¨®n europea total y degaulleana ha dicho Tarradellas que los presos etarras son para ¨¦l como los condenados del 23/F). Por catal¨¢n y por haber vivido mucho la Europa del exilio, el viejo president lo tiene claro, mucho m¨¢s claro que su sucesor: todos somos Europa, y lo dem¨¢s es romanticismo aldeano y cruento.
La guerra del Norte es nuestro tercermundismo de por arriba, cuando hab¨ªamos cre¨ªdo siempre, seg¨²n el t¨®pico, que el tercermundismo espa?ol estaba por abajo, entre los campesinos andaluces que ocupan Los Retamales. Nuestro demonio familiar y nuestro genius loci es el XIX (obsedente para Gald¨®s y todo el 98, que lo vieron con lucidez). En los amenes delXX no hemos logrado, como otros pa¨ªses civilizados, olvidar la algarada nacional / rom¨¢ntica delXIX, puesta incluso al piano, en toda Europa, por Chopin, con La Gran Polonesa.
Tenemos el XIX sin resolver. La cartograf¨ªa isabelina es arbitraria. Cuarenta a?os de par¨¢n hist¨®rico y pol¨ªtico nos han dejado atr¨¢s. Franco justificaba inversamente cualquier guerrilla ideol¨®gica, como Reagan justifica hasta los m¨¢s arcaicos indigenismos de Am¨¦rica. Incluso la arqueolog¨ªa se vuelve revolucionaria. Hormaechea, alcalde de Santander, involuntario discurso subconsciente del otro, acaba de manifestar alarmantes identidades entre los independentismos de derecha / izquierda. Puro XIX.
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