Bateman
Estuve con Jaime Bateman -el comandante del Movimiento 19 de Abril- en febrero de este a?o. Nos vimos fuera del pa¨ªs, con la anuencia del presidente de Colombia y movido por mi prop¨®sito impenitente de propiciar la paz interna al amparo de la amnist¨ªa amplia y completa promulgada meses antes. Hab¨ªa o¨ªdo hablar tanto de ¨¦l a tantos amigos comunes que desde el primer momento sent¨ª como si fu¨¦ramos conocidos viejos. Era un caribe t¨ªpico. Mucho mejor conservado que yo en la propia salsa, pero en ambos eran demasiado evidentes los dos signos cong¨¦nitos que muy pocos suelen percibir en el alma caribe: una tristeza rec¨®ndita, que no logramos ocultar por completo con nuestros aspavientos proverbiales y nuestra m¨²sica ardiente, y un sistema de reservas cautelosas en las relaciones personales; muchas horas de aquella larga y colorida conversaci¨®n se nos fueron en a?orar juntos el olor de la guayaba. Pero de lo que m¨¢s hablamos, por supuesto, fue del asunto central de nuestro encuentro: la pol¨ªtica. Su concepci¨®n del cambio social dentro de las condiciones propias del pa¨ªs y sin ninguna dependencia de ning¨²n centro internacional de poder me pareci¨® muy convincente.En cambio, su posici¨®n frente a la amnist¨ªa me pareci¨® todav¨ªa un poco confusa, y daba la impresi¨®n de que estaba a merced de distintos vientos contrarios, propios y ajenos, que le imped¨ªan encontrar el buen camino en un instante que no s¨®lo era crucial para su vida, sino para la de todos nuestros compatriotas. Esto me pareci¨® una inconsecuencia, porque nadie hab¨ªa luchado tanto como ¨¦l en los ¨²ltimos a?os por conseguir esa amnist¨ªa, con una campa?a magistral, que logr¨® encender una pasi¨®n nacional insaciable desde la clandestinidad, hasta el extremo sin precedentes de que se convirti¨® en un factor determinante de nuestra pol¨ªtica y en el n¨²cleo mismo de las elecciones presidenciales. Luego, cuando el promotor de aquella fiebre providencial se encontr¨® con un sue?o realizado, parec¨ªa cogido en su propia trampa y sin un proyecto pol¨ªtico definido para amaestrar la fuerza incontenible que ¨¦l mismo hab¨ªa desencadenado. No s¨¦ si era consciente de que su incertidumbre nos afectaba a todos de un modo grave, y sobre todo a quienes hab¨ªamos jugado todas nuestras cartas en la loter¨ªa de la paz. En todo caso, aquel era el primer tropiezo grande, y quiz¨¢ irreparable, de un Gobierno todav¨ªa inexperto pero de muy buena fe, que era el que m¨¢s arriesgaba con aquella amnist¨ªa ilusoria, y merec¨ªa, por lo mismo, una suerte menos veleidosa.
Sin embargo, nadie que hubiera hablado con Bateman aquellos d¨ªas pod¨ªa poner en duda que su b¨²squeda de una soluci¨®n para su incertidumbre era intensa y positiva y que su fe en el porvenir estaba fundada en una sola posibilidad: el di¨¢logo. ?sa parec¨ªa ser la clave de su personalidad. Uno no ten¨ªa la impresi¨®n de estar hablando con un guerrero, sino con un iluminado que estaba dispuesto a apelar a cualquier medio -inclusive la guerra- para lograr un di¨¢logo unificador. Tal vez a eso se deb¨ªa la leyenda de su ubicuidad, que creci¨® y se ramific¨® hasta un tama?o m¨ªtico en los ¨²ltimos a?os. Nadie sab¨ªa a ciencia cierta d¨®nde estaba Jaime Bateman, pero la verdad es que estaba en todas partes. Tal vez ning¨²n conspirador tan buscado de un modo tan feroz haya vivido menos en la clandestinidad. Su explicaci¨®n era, sin duda, un sofisma, pero hasta el ¨²ltimo instante le result¨® eficaz. "Uno no debe esconderse", dec¨ªa, "porque corre el riesgo de que lo encuentren". Su vida social era tan intensa como la de cualquier pol¨ªtico legal. En Bogot¨¢ sab¨ªa que cenaba en las casa de personas conocidas, que asist¨ªa a reuniones de diferentes tendencias, que iba inclusive a bares p¨²blicos de diversi¨®n y que sus viajes por el interior y el exterior del pa¨ªs eran constantes. Muchos que ten¨ªan noticias de esta vida activa la interpretaban como un gusto infantil por la aventura; nada m¨¢s equivocado. Bateman era un hombre prudente y astuto, y su movimiento hab¨ªa creado para ¨¦l un sistema de seguridad que s¨®lo fracas¨® por culpa de una avioneta de un solo motor con un piloto inexperto perdido en la tormenta. Lo que pasaba era que Bateman no pod¨ªa estar un solo instante, como se dice, sin hacer pol¨ªtica. Su pasi¨®n era el di¨¢logo. Y al parecer muri¨® buscando el que tal vez iba a ser decisivo.
Cuando nos vimos, hace ahora cinco meses, no se daba un instante de tregua en la disposici¨®n de hacer contactos con el Gobierno, ya fuera a trav¨¦s de la comisi¨®n de paz o de cualquier otro intermediario calificado. Pero su objetivo m¨¢s alto era una entrevista personal con el presidente Belisario Betancur. Una entrevista secreta o p¨²blica, pero que permitiera llegar a un acuerdo sin intermediarios. Sin embargo, al cabo de varios meses de tentativas frustradas ten¨ªa la impresi¨®n de que el Gobierno y sus representantes, que estaban adelantando conversaciones casi p¨²blicas con otros movimientos armados, no ten¨ªan ning¨²n inter¨¦s en dialogar con el suyo. Su creencia ten¨ªa un fundamento dif¨ªcil de discutir: Bateman hab¨ªa esperado en vano durante varios d¨ªas a que el presidente de la comisi¨®n de paz, Otto Morales Ben¨ªtez, concurriera a una cita concertada con mucha dificultad, y en todo caso muy arriesgada. "Me puso conejo", fue la expresi¨®n, muy colombiana, que utiliz¨® Bateman, desahog¨¢ndose de su rabia por lo que consideraba una burla oficial. Sin embargo, tal vez muri¨® sin saber que la verdad era todav¨ªa m¨¢s extra?a: Otto Morales Ben¨ªtez no supo nunca que ten¨ªa concertada esa entrevista ni ten¨ªa ninguna noticia de ella casi dos meses despu¨¦s de que deb¨ªa haberse realizado.
En todo caso, Bateman estaba dispuesto a empezar de nuevo cuantas veces fuera necesario, y trasladarse si era preciso hasta el otro lado del mundo para concertar un acuerdo de paz. No era
Pasa a la p¨¢gina 8
Copyright 1983. Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez-ACI.
Bateman
Viene de la p¨¢gina 7
una met¨¢fora: al t¨¦rmino de nuestra entrevista hab¨ªa tomado la decisi¨®n de viajar a Nueva Delhi, durante la Conferencia de los Pa¨ªses No Alineados, para tratar de encontrarse con el presidente Betancur. No s¨¦ si ¨¦ste hubiera estado dispuesto a recibirlo en aquellas o en otras circunstancias, pero la cancelaci¨®n imprevista de su viaje a la India frustr¨® otra oportunidad muy valiosa de dar un paso grande hacia la paz.
Para m¨ª, el aspecto m¨¢s serio y tranquilizador de la forma en que los sucesores de Bateman dieron al mundo la noticia oficial de su muerte fue el hecho de que su decisi¨®n de di¨¢logo se mantiene intacta. M¨¢s a¨²n: la condici¨®n original del retiro del ej¨¦rcito de ciertas zonas de guerrilla parece haber sido sustituida por la de una tregua en las hostilidades. Hay mucha distancia entre esas dos propuestas, y quienes deseamos con tanto ah¨ªnco la felicidad de nuestras gentes no podemos menos que se?alarlo con la esperanza reverdecida.
La pregunta m¨¢s generalizada, sin embargo, es si el M-19 sigue siendo el mismo, para bien o para mal, sin el atractivo personal de Bateman, sin su autoridad indiscutida, sin su imaginaci¨®n, sin su amplitud mental y, sobre todo, sin su maravilloso instinto para la publicidad. La misma forma en que el M-19 manej¨® la noticia de su muerte hace pensar a muchos que el movimiento no lograr¨¢ sobrevivir a su orfandad. En efecto, uno no entiende por qu¨¦ no fue la propia direcci¨®n la que dio primero que nadie la noticia del accidente, si ¨¦ste era ya de dominio p¨²blico desde hac¨ªa casi tres meses. La explicaci¨®n que dio ?lvaro Fayad para justificar esa demora es, sin duda, convincente, pero es un argumento emocional que pas¨® por alto los enormes riesgos pol¨ªticos de tan largo silencio. Fue ¨¦ste el que hizo posible que prosperaran tantas versiones perversas. Sobre todo la de que Bateman se hab¨ªa fugado del pa¨ªs con los fondos del movimiento. La versi¨®n fue soltada por un noticiero de radio sin precisar la fuente, y repetida por los peri¨®dicos m¨¢s importantes y serios sin ninguna comprobaci¨®n, pero con un despliegue de primera p¨¢gina que no era, en todo caso, un ejemplo de buena fe. Por esa brecha abierta para siempre no era dificil que se filtraran otros infundios: que Bateman hab¨ªa sido ejecutado por la l¨ªnea dura, que su avi¨®n hab¨ªa sido derribado por un cohete enemigo o destruido por una bomba colocada en la cabina por la propia organizaci¨®n. La circunstancia de que tal vez el cad¨¢ver no aparezca nunca en la selva impenetrable de Uraba ser¨¢ tambi¨¦n un factor en contra de la verdad. Por lo visto, el destino de Bateman, desde su nacimiento, parec¨ªa no ser otro que el de la leyenda. Quiera Dios que sus herederos tengan la grandeza de realizar sus sue?os, que no eran otros -aunque parezca incre¨ªble- que los de una paz justa y fruct¨ªfera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.