Desde Sagasta
El hotel del balneario en el que estoy hu¨ªdo de la actualidad pelmaza tiene un sal¨®n de m¨²sica similar al que Visconti utiliz¨® para aquella enorme secuencia del baile gatopardiano. Tambi¨¦n hay un laber¨ªntico jard¨ªn, lujurioso, ex¨®tico y decadente, que no hubieran desde?ado referir con morosa elegancia Henry James y Prus. Mi habitaci¨®n es la que utilizaba Sagasta cuando por aqu¨ª ven¨ªa a curar su artritis cr¨®nica, y como ¨¦l la dej¨® se conserva.El tel¨¦fono del pueblo no funciona desde las ¨²ltimas lluvias, el peri¨®dico local llega con d¨ªa y medio de retraso, la televisi¨®n del balneario suele estar enfundada para no turbar la muy trabajada paz decimon¨®nica, los escasos personajes que esta temporada han llegado a tomar unas aguas ricas en radiactividad parecen surgidos de un poema de William Blake, y por los largos y altos pasillos del hotel huele a madera de roble encerada a mano y a hortensias silvestres reci¨¦n asesinadas por una camarera de Bu?uel.
No creo que exista lugar m¨¢s extraviado en el tiempo para fugarse de la permanente intoxicaci¨®n pol¨ªtico-informativa a la que estamos sometidos por sabe Dios qu¨¦ pecado b¨ªblico. Todo es in¨²til. Yo no s¨¦ por qu¨¦ rendijas del balneario bals¨¢mico se cuelan las corrientes de esas actualidades rabiosas y bronqu¨ªticas, por d¨®nde rayos se filtran esas bochornosas rachas coyunturales y cotillas de las que huyo como gato escaldado, pero el caso es que logran atravesar el t¨²nel del tiempo y hasta aqu¨ª mismo llegan.
Vivimos un tiempo en el que no es posible la inocencia. Estamos enterados de todo. Ya ni siquiera necesitamos leer la prensa, escuchar la radio, mirar la tele o frecuentar las tertulias de moda para captar los mensajes de los peri¨®dicos, las pantallas, las emisoras, las discusiones gubernamentales o las conspiraciones de las terrazas en candelero. El gran error consiste en creer que la comunicaci¨®n se produce exclusivamente por los media tradicionales. Mi ¨²nico consuelo desde este espl¨¦ndido refugio decimon¨®nico est¨¢ en pensar que esas pat¨¦ticas actualidades de intolerable fragor simb¨®lico que me persigue, son las mismas que inquietaban a Sagasta. Son noticias que tambi¨¦n tienen un siglo de antig¨¹edad.
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