M¨¢s sobre 'la campanilla'
La penosa impresi¨®n que me produjo la noticia referente a la campanill¨¢ de Galisteo se va agravando progresivamente ante la lectura de ciertas justificaciones aparecidas en la Prensa, y en particular en la secci¨®n de Cartas al director de EL PAIS. ?C¨®mo es posible que a estas alturas, cuando parec¨ªa que se estaba produciendo un cambio de mentalidad en nuestra naci¨®n en determinadas cuestiones sociales, ocurran cosas como ¨¦stas y se utilicen argumentos tan peregrinos para justificarlas? Me sorprende mucho que tanto los participantes en estas "manifestaciones del sentir popular" como los que hacen apolog¨ªa de ellas no vean, o no quieran ver, que con semejantes actitudes se atenta ignominiosamente contra el derecho a la propia intimidad. Va siendo hora de que nos convenzamos de una vez de que ciertas parcelas de nuestro comportamiento -y en ese sentido nuestra vida sexual o afectiva es paradigm¨¢tica- no deben tener m¨¢s restricciones que las que uno mismo, o aquellos que las comparten activamente, quieran imponerse. Por tanto, expresar opiniones que nadie ha pedido, y m¨¢s cuando se utiliza la coacci¨®n o la violencia, presente muchas veces en las cencerradas y campanill¨¢s, es absolutamente inadmisible, y pienso que no es m¨ªnimamente serio aducir que nos encontramos ante tradiciones que deben ser mantenidas, y menos a¨²n fomentadas. Bienvenidas sean las costumbres o tradiciones que aportan valores positivos al patrimonio cultural com¨²n (colaboremos todos en su recuperaci¨®n o mantenimiento), pero aquellas que menoscaban la dignidad humana o, en general, atentan contra los derechos del individuo deben ser abandonadas sin miramiento alguno.Hay tambi¨¦n una componente en este asunto, reveladora del sentir consciente o inconsciente de sus actores, que no deja de resultar curiosa. Me refiero a la atenci¨®n casi exclusiva que se presta a sucesos o actitudes con trasfondo sexual. Es decir si la campanill¨¢ representara una cr¨ªtica Colectiva (jocosa o festiva) a comportamientos no acordes con unas normas que parece ser que todos deben seguir, ?por qu¨¦ no se dan cencerradas a administradores p¨²blicos deshonestos o a maridos que maltratan a sus mujeres?, por mencionar s¨®lo alguno de los m¨²ltiples y variados problemas que se presentan cotidianamente en una comunidad. ?O es que esos comportamientos no hieren la sensibilidad de los campanilleros?
Lo que sucede realmente es que, por desgracia, un puritanismo con claros componentes sexistas (las m¨¢s de las veces la burla y el escarnio van dirigidos contra mujeres) ha calado hondo en determinadas mentalidades que no aprecian, adem¨¢s, que con su conducta no s¨®lo perjudican a otros sino que contribuyen a interiorizar unos principios morales reaccionarios que suponen una seria limitaci¨®n a su pleno desarrollo como ser humano, pues como ya hace muchos a?os dec¨ªa Wilhelm Reich, sin una sexualidad libre y sin trabas nunca podremos ser verdaderamente libres. Confiemos, a pesar de todo, en que la racionalidad y la convivencia civilizada y solidaria acaben por prevalecer, para que dentro de pocos a?os sucesos como ¨¦stos sean s¨®lo un mal recuerdo. / Villaviciosa de Od¨®n (Madrid).
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