Francesc Dalmau, alcalde de Palam¨®s
Tan angl¨®filo como catalanista, es diputado del Parlament y oficial en la reserva del Ej¨¦rcito brit¨¢nico
Para franquear la puerta de la consulta donde el alcalde de Palam¨®s atiende a sus pacientes hay que pasar primero bajo la severa mirada de Winston Churchill, que da paso a la resplandeciente imagen de una Isabel II ataviada con sus mejores galas reales. "?Churchill?, pues s¨ª, lo coloqu¨¦ ah¨ª, en el lugar donde otros ten¨ªan a Franco, como un s¨ªmbolo de democracia y antiautoritarismo. Ya comprendo que est¨¢ un poco demod¨¦, peo ser¨ªa una traici¨®n por mi parte defenestrarlo ahora". Y no es una exageraci¨®n porque, adem¨¢s de m¨¦dico, diputado y alcalde popular donde los haya, Francesc Dalmau es oficial en la reserva de la Royal Army, el Ej¨¦rcito brit¨¢nico.
BarcelonaLa condici¨®n de angl¨®filo empedernido de Francesc Dalmau no le menoscaba un ¨¢pice sus convicciones catalanistas: en la pared de su despacho cuelga, con todos los honores, un t¨ªtulo de estudios de catal¨¢n firmado por el mism¨ªsimo Pompeu Fabra. Astilla de una cepa fecunda, sigue los pasos de su padre, Laure¨¤ Dalmau: es m¨¦dico como ¨¦l, nacionalista como ¨¦l, de Esquerra como ¨¦l, y diputado del Parlament 50 a?os despu¨¦s que ¨¦l.
Nadie dir¨ªa que tiene 67 a?os cuando recorre las calles de Palam¨®s en su Vespa. Dos libros en los que Donald Darling relata los secretos del contraespionaje ingl¨¦s durante la II Guerra Mundial acreditan que no son fantas¨ªas lo que Dalmau explica: entre las ilustraciones aparece una foto suya con uniforme ingl¨¦s y un pie que reza: "El soldado espa?ol".
Todo empez¨® una desapacible noche de octubre de 1941 junto al pe?¨®n de Gibraltar. Francesc Dalmau formaba parte de un batall¨®n de prisioneros de guerra a quienes se hac¨ªa construir una l¨ªnea de fortificaciones en Punta del Carnero, C¨¢diz, por si Espa?a entraba finalmente en guerra al lado de Hitler y Mussolini. Lo hab¨ªan hecho prisionero hac¨ªa unos meses, en la misma frontera, cuando regresaba a Espa?a desde Francia, donde se hab¨ªa exiliado con su padre.
"Lo ten¨ªamos claro en el batall¨®n: huir o morir. Las condiciones en que trabaj¨¢bamos eran pr¨¢cticamente la ejecuci¨®n lenta de una sentencia de muerte". Deb¨ªa huir, y pronto, antes de que las fuerzas le abandonasen. La libertad estaba all¨ª mismo, en el pe?¨®n. ?l aprovech¨® un desplazamiento a Algeciras para intentarlo. Lo consigui¨®. Esper¨® a que se hiciera de noche y en el momento en que las patrullas que recorr¨ªan la costa estaban m¨¢s separadas, se lanz¨® como un rayo al agua y no dej¨® de nadar hasta que se encontr¨® debajo de una bandera inglesa. ,
"Ten¨ªa la sensaci¨®n de que el ruido de mis brazadas iba a o¨ªrse en todo el mundo. Por fin, llegu¨¦ a un barco y sub¨ª trepando por la cuerda del ancla. Ya est¨¢s, pens¨¦. Pero no hab¨ªa nadie. Grit¨¦. Nadie tampoco. Luego pas¨® una patrullera. Volv¨ª a gritar pero, t¨ªpicamente ingl¨¦s, pas¨® de largo, impert¨¦rrita. Debieron o¨ªrme, sin embargo, porque al poco volvi¨®". A bordo de aquella patrullera tom¨® Dalmau su primer t¨¦ ingl¨¦s.
Pas¨® los sucesivos cedazos de los servicios de contraespionaje y, cuando le dieron por definitivamente aliado, se alist¨® a un batall¨®n de infanter¨ªa de la Royal Ariny al que aport¨® tres a?os de experiencia en los frentes espa?oles, durante los cuales hab¨ªa perdido el miedo al silbido de las balas. Inglaterra viv¨ªa entonces los momentos m¨¢s tr¨¢gicos del acoso alem¨¢n. Dalmau luch¨® en las filas inglesas y como first heutinent desembarc¨® en Normand¨ªa, a las ¨®rdenes del general Montgomery.
Con la batalla de Las ?rdenas termin¨® Dalmau la guerra. Regres¨® a Inglaterra, donde estuvo un tiempo, y volvi¨® luego a Montpelier para terminar la carrera de Medicina que hab¨ªa comenzado en su primer exilio. Trabaj¨® luego en varios hospitales del sur de Francia y, cuando hubo pasado el tiempo suficiente, regres¨® a Gerona. Termin¨® de nuevo la carrera, esta vez en la universidad de Barcelona, y pidi¨® una plaza en la Seguridad Social. No le fue dif¨ªcil conseguirla porque se estaba montando entonces la estructura sanitaria sin ning¨²n entusiamo por parte de los m¨¦dicos en ejercicio. El Seguro le llev¨® a Palam¨®s.
"Y de Gibraltar, qu¨¦ opina, han de devolverla los ingleses o no?". Duda un momento antes de esgrimir una p¨ªcara sonrisa. "Hombre, yo ser¨ªa partidario de que nos la devolviesen, pero a cambio de que inmediatamente cedi¨¦semos el resto de Espa?a a los ingleses".
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