La tromba
La tromba, el diluvio universal (o el de Euskal-Herria) ca¨ªa al anochecido sobre la plaza de Bilbao, y Espartaco era otra tromba que se pon¨ªa de rodillas y daba una larga cambiada, se pon¨ªa de rodillas y pegaba pases de muleta, se pon¨ªa de rodillas y desafiaba al toro, noble toro, que iba a coger una pulmon¨ªa, con lo que estaba cayendo.Espartaco, embarrado hasta los muslos, los pelos pegados a la cara, la chaquetilla chorreando, los alamares hechos papilla, tambi¨¦n iba a coger una pulmon¨ªa, y la iba a coger el p¨²blico, que aguantaba la tromba en pie gritando ol¨¦s, porque la faena, de ninguna forma esquisita, ten¨ªa en cambio el calor que le pon¨ªa el diestro brav¨ªo, ansioso de triunfo, y la belleza agreste de las fuerzas de la naturaleza puestas en conjunci¨®n sobre la carbonilla empastada del ruedo bilba¨ªno.
Plaza de Bilbao
25 de Agosto: Quinta corrida de feria.Toros de Emilita Sep¨²lveda, bien presentados, sin casta, deslucidos. Jos¨¦ Mari Manzanares. Media estocada ca¨ªda tendida (vuelta). Estocada atravesada baja (pitos). Julio Robles. Pinchazo, otro perdiendo la muleta, y estocada corta ca¨ªda (silencio). Pinchazo y media estocada ca¨ªda (vuelta). Espartaco. Dos pinchazos bajos y bajonazo (silencio). Buena estocada (oreja. y clamorosa petici¨®n de otra).
Atacaba la banda el pasodoble, molto vivace con j¨²bilo; la percusi¨®n, que ten¨ªa su d¨ªa, se empleaba a fondo, con fuerza de maestro bien comido; tronaba el cielo; coreaba la gente los pases, y el coso de Bilbao, que posee resonancias ac¨²sticas propias de magna sala de conciertos, era un volc¨¢n.
La luz artificial irisaba el agua sobre la negrura del ruedo, que se hizo cobriza como por maravilla, y sobre su tr¨¦molo espejo desgranaba Espartaco derechazos y naturales, unas veces con temple, otras sin ¨¦l, siempre con el brillo del triunfo en su horizonte. En el estoconazo, cobrado por el hoyo de las agujas, lo alcanz¨®, y la plaza era un clamor. Fuera, el agua, que ca¨ªa acortinada y espesa, corr¨ªa por las calles en riada, alcanzando m¨¢s all¨¢ de los tobillos, a los pocos transeuntes que acud¨ªamos apresuradamente hacia alguna cita. La nuestra era la cr¨®nica. Hab¨ªa cr¨®nica, por la tromba y por la entrega de Espartaco, pues hasta entonces no hubo historia en la corrida, y si la hubo fue anodina e infeliz.
Salieron grandes los toros, seg¨²n conviene a la fama de Bilbao, mas sin casta. Unos se dejaron torear, bien que haciendo el mulo, otros sacaron genio y los toreros no sab¨ªan dome?arlo. Optaron por machetear, sin m¨¢s complicaciones. A Manzanares y a Espartaco les correspondi¨® un ejemplar de ¨¦stos. El fino torero alicantino, con el suyo, que era el cuarto, perdi¨® los papeles, sufri¨® un desarme, dej¨® de resucitar, que es, seg¨²n dicen, su objetivo en la presente temporada. Espartaco lo liquid¨® con m¨¢s decisi¨®n y recursos.
El que abri¨® plaza, aborricado e inofensivo, tomaba bien el enga?o cuando se le ofrec¨ªa seg¨²n los c¨¢nones -adelante, planchado y de frente- y mal cuando atr¨¢s, con el pico y fuera de cacho. De una y otra guisa tore¨® Manzanares, con el l¨®gico resultado de que lig¨® redondos de buen trazo mientras otros le sal¨ªan horribles, o se ve¨ªa achuchado y perseguido. Daba imagen de torero torp¨®n y principiante, sin claras ideas sobre la lidia. Debe asumir mejores maneras, m¨¢s valor, y mayores conocimientos del oficio, o para acabar de resucitar tendr¨¢ que ir a Lourdes; por ejemplo. Se encuentra Julio Robles en un delicado momento de crisis de personalidad porque, de nuevo en Bilbao, ha perdido el arte que atesoraba para convertirse en pegapases. Le dio muchos y malos a un mulo, y a un boyant¨®n de 600 kilos, varias series enjundiosas de redondos, m¨¢s otras sin estilo ni medida. No perdi¨® la oreja por la espada, sino por la pesadez de su toreo mon¨®tono e interminable.
La corrida hab¨ªa sido una murga hasta que Espartaco se hizo presente, para arrollar al toro y al meteoro. Truenos, m¨²sica, percusi¨®n, derechazos, ol¨¦s, un estoconazo a ley, generaron el triunfo. Pero el prodigio fue que el renegrido barrizal se hiciera ,cobrizo y brillara con destellos diamantinos. A Bilbao le va la lluvia, s¨ª, y a su feria tambi¨¦n.
Desaparici¨®n sospechosa
Por otra parte, las autoridades civiles presentes en la corrida de ayer en Almer¨ªa mandaron que se precintasen los seis juegos de astas ante posibles fraudes. Pero cuando dichas autoridades llegaron al desolladero despu¨¦s del festejo, se encontraron con que las astas hab¨ªan desaparecido. Pertenec¨ªan a la ganader¨ªa de Francisco Rivera Paquirri, que mat¨® la corrida con Pepe Luis Vargas y Yiyo.
Babelia
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