El alcalde de Bilbao y los s¨ªmbolos
Es sorprendente observar hasta qu¨¦ punto, especialmente donde es cuesti¨®n de s¨ªmbolos, la obcecaci¨®n humana lograque las nociones de esp¨ªritu y materia (o verbo y carne, en t¨¦rminos cristianos) se deslicen la una sobre la otra hasta un pleno intercambio de significaciones y completa inversi¨®n de sus sentidos. En cuanto alguien trata de relativizar y poner en su lugar la importancia de los s¨ªmbolos, queriendo dar a los honores o las afrentas que puedan recibir la medida que cree proporcionada, enseguida surgen clamores descompuestos que tachan tal actitud de vil positivismo o de mucho m¨¢s vil materialismo, que pretende ignorar o destruir los tan enf¨¢ticamente encarecidos valores del esp¨ªritu. Pero un s¨ªmbolo no puede, por s¨ª mismo y en s¨ª mismo, ser esp¨ªritu. El esp¨ªritu es, en su concepci¨®n tradicional, vivo aliento en la men te de los hombres capaz de dar inteligencia a sus pensamientos y bondad a sus acciones, y su afortunado s¨ªmbolo cristiano fue el de la llamita sobre las frentes de Mar¨ªa y de los ap¨®stoles reunidos para la fiesta de Pentecost¨¦s. Aun en el orden de las cosas profanas, nunca los s¨ªmbolos son de por s¨ª espirituales; lo m¨¢s que un s¨ªmbolo pue de llegar a ser es representaci¨®n convencional, con funci¨®n de se?al o manifestaci¨®n sensible y ostensible, de un esp¨ªritu; y lograr¨¢ efectivamente serlo en la medida en que sea, o bien com¨²nmente aceptado por convenio, o bien, en el caso ¨®ptimo, afectivamente recibido y sentido por concordia. El s¨ªmbolo, que faltando tales circunstancias, sea, pese a todo, materialmente enarbolado por puro esfuerzo f¨ªsico, carecer¨¢, obviamente, de cualquier virtualidad de representaci¨®n espiritual; es hasta tautol¨®gico decir que en cuanto s¨®lo materialmente enarbolado el pretendido s¨ªmbolo quedar¨¢ entonces reducido a su estricta materialidad, o sea, la de un trapo. Y si por a?adidura ese enarbolamiento puramente material comporta la complacencia de emplearlo como un "?Tr¨¢gala, perro!" o, peor todav¨ªa, como un "?Je, toro!", ya no es solamente un trapo, sino un trapo arrastrado por los suelos. Parece que al alcalde de Bilbao se le reprocha tener la sensibilidad de saber lo que es un s¨ªmbolo, y cu¨¢ndo, en vez de representar ning¨²n esp¨ªritu, es reducido a inerte materialidad, y cu¨¢l es, en consecuencia, la verdadera forma de respeto que, en su condici¨®n de s¨ªmbolo, cabe tributarle. /
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