Las banderas
Llega uno de hacer el buen salvaje durante un mes, por darle satisfacci¨®n y reparo al se?or Rousseau, un incomprendido, y se encuentra uno con que, por encima / debajo de las riadas que igualan el Pa¨ªs Vasco por desbordamiento de los "mayores e m¨¢s chicos", que dijo Manrique, sigue la guerra de las banderas, que los m¨¢s fans llaman hasta ikurri?as. Don Manuel Jim¨¦nez de Parga -canas peluquerizadas, afterahsave uced¨¦- le ha querido poner las peras al olmo a mi maestro Salvador P¨¢niker. No es por nada, pero uno tiene escrito que, si hoy se piensa en esta pen¨ªnsula -"promontorio occidental", que dijo Machado-, donde se piensa, mayormente, es en Catalu?a: "P¨¢niker, Rubert de Vent¨®s, Racionero, Ferrater y por ah¨ª. Cuando el tardofranquismo, yo, a Jim¨¦nez de Parga, pese a su antifranquismo -art¨ªculos de Destino- no acababa de tenerlo claro. Luego se me ha ido oscureciendo, el ucedista. Lo cual que lleg¨® a la "guerra de las banderas" -ya meramente literaria, m¨¢s vale como un pulpo con gafas a una ferreter¨ªa de protoporcelana china. Pero Jim¨¦nez de Parga ha escrito un art¨ªculo titulado Algo m¨¢s que un puntillo, en defensa de la gr¨ªmpola nacional. 0 sea que me gusta. Lo ¨²nico que el art¨ªculo va contra mi maestro, amigo entra?able y editor, Salvador P¨¢niker. Me parece en exceso masculinista esa costumbre nacional de dejar al h¨¦roe intelectual s¨®lo ante el peligro, en el alto mediod¨ªa de la democracia. "Ya se defender¨¢ solo, que t¨ªene inedios". Es una coartada para no molestarse en reagrupar la solidaridad. Un hombre est¨¢ m¨¢s solo cuando le atacan, por muchos regimientos intelectuales que tenga en casa. Yo a Salvador he estado a punto de pasarle la amante -no el gab¨¢n, que me coge la faringitis-, porque le admiro mucho en su l¨²cido sincretismo Oriente / Occidente, Ying / Yang, etc. Lo que pasa es que todas las novias que uno ha ido dejando en esta vida se cortan el pelo al cero, y me daba como un algo pasarle a Salvador una pelona sin pelo. (El corte al cero o al uno es una manera que tiene la acratilla de entrar en religi¨®n laica y apartarse del siglo, mientras se hunde en el siglo hasta la n¨¢usea y el cormor¨¢n, como sor Juana In¨¦s de la Cruz, seg¨²n el gran Octavio Paz, un rico y l¨²dico ensayista al que se entiende, no as¨ª los novelistas / carteros metidos a ensayismo let¨¢rgico). "Un ultraje a la bandera de Espa?a es un golpe grave a la democracia", resume Jim¨¦nez de Parga (pienso que todos los Gim¨¦nez debieran escribirse con ge, reservando la esbelta jota s¨®lo para el aljamiado Juan Ram¨®n). Pienso que Salvador P¨¢niker, con su maquila intelectual, enriquece y justifica cualquier bandera -espa?ola, catalana- mucho m¨¢s que el picapleitismo ocasionista del se?or Jim¨¦nez de Parga. Y pienso, sobre todo, que vuelve uno, del mar y el secarral, a la guerra de las banderas, como si aqu¨ª no hubiera pasado nada. Pero s¨ª que ha pasado. La naturaleza, roussoniana, se ha comportado de acuerdo con Rousseau (como dec¨ªa t¨ªo ?scar del T¨¢mesis y la niebla que se comportaban de acuerdo con los lakistas), y con su alud (llovet, en aran¨¦s / pirenaico / catal¨¢n) ha impartido (con exceso, claro, tampoco se le pueden pedir mayores sutilezas) su igualitarismo de agua y muerte entre abertzales y guardias civiles. Una bandera s¨®lo era, en la primera versal de la historia, una se?al para saber d¨®nde estaba el se?or duque, en las grandes polvaredas de la Edad Media, donde siempre se perd¨ªa el mismo: Don Beltr¨¢n. De aqu¨ª, la bandera viene a resumir los cinco cereales de una Patria en sus colores,-egregiamente. El hombre que nos sigue hablando de cereales / contenidos (signos), como mi maestro Salvador (que por algo se llama as¨ª), no reniega de banderas, sino que les hace anatom¨ªa, por reactualizarlas. El intelectual que sigue aherroj¨¢ndose a s¨ªmbolos opacos -Jim¨¦nez de Parga- es, a derecha / izquierda, el que puede llevarnos, no ya a otra guerra civil, pero municipal. O sea.
FRANCISCO UMBRAL
ENVIADA ESPECIAL
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