La neuropsiquiatr¨ªa de zona, una verguenza nacional / y 2
En esta segunda parte del trabajo, los autores exponen m¨¢s datos que les llevan a considerar que muchas de las actuales consultas de neuropsiquiatr¨ªa de zona del Instituto Nacional de la Salud (Insalud) son un aut¨¦ntico esc¨¢ndalo p¨²blico y una verg¨¹enza nacional, y se pronuncian por la urgente reforma de tales dispositivos en virtud de lo poco que ayudan y de lo mucho que, en ocasiones, pueden da?ar a sus numeros¨ªsimos consultantes.
J
L. TIZ?N, J. M. D?AZ y
Expon¨ªamos en la primera parte de este art¨ªculo c¨®mo la mayor¨ªa de las consultas de neuropsiquiatr¨ªa de zona del pa¨ªs han de atender entre 15 y 100 pacientes en dos horas y c¨®mo el n¨²mero de consultuntes en tales dispositivos se acercaba a menudo al 16% de la poblaci¨®n, al menos en las zonas de alta inmigraci¨®n del pa¨ªs. El resultado era una tremenda tendencia a la cronificaci¨®n de los padecimientos de los usuarios. Esta cronifiocaci¨®n de la consulta ha llevado, a lo largo de los a?os, a la situaci¨®n que nosotros calificamos de esc¨¢ndalo p¨²blico y verg¨¹enza nacional
En t¨¦rminos generales, este tipo de consultas, a nuestro entender, est¨¢ haciendo una aportaci¨®n de cisiva para que el ¨ªndice de consu mo de psicof¨¢rmacos en nuestro pa¨ªs abarque ya a cerca de 30 de cada 100 personas. Y el problema, visto desde ellas, es a¨²n peor: s¨®lo en tales dispositivos, si se dispone de un m¨ªnimo de posibilidades, es posible apreciar la gravedad cualitativa y cuantitativa del consumo habitual de analg¨¦sicos, ansiol¨ªticos, hipn¨®ticos y anticonvulsivantes, (es decir, f¨¢rmacos para los dolores, para calmar la ansiedad, para inducir el sue?o y antiepil¨¦pticos). Seg¨²n nuestra experiencia, sufre o sufri¨® alg¨²n tipo de proble ma adictivo con esas drogas legales entre el 30% y el 5,0% de los con sult¨¢ntes (seg¨²n la zona).
El asunto es de aut¨¦ntica urgencia social en el caso del consumo de anticonvulsivantes. Tales drogas, que, seg¨²n la investigaci¨®n neurol¨®gica, s¨®lo han de ser usadas en el caso de que existan crisis epil¨¦pticas, inducen en muchos casos adicciones y adem¨¢s, ocasionalmente, lesiones en la m¨¦dula ¨®sea, alteraciones en la dentici¨®n, alteraciones en el desarrollo psicomotor, etc¨¦tera. Sin embargo, son consumidas por miles de pacientes en cada consulta, el menos en las consultas del tipo de las estudiadas y descritas por nosotros. Los dos primeros a?os desde la limitaci¨®n de visitas nos hemos encontrado con preocupantes cifras de consumo de tales f¨¢rmacos: entre el 20% y el 50% de los consultados consumen tales drogas, a menudo sin idicaci¨®n clara para hacerlo (el n¨²mero de casos de crisis epil¨¦pticas en esas mismas poblaciones no llega a cinco por mil). M¨¢s grave todav¨ªa: de cada 100 ni?os que acuden a estas consultas, tambi¨¦n 80 consumen tales f¨¢rmacos, lo que significa centenares de ni?os al a?o.
Y podr¨ªamos seguir: podr¨ªamos hablar, por ejemplo, de los miles de exploraciones innecesarias (radiograf¨ªas, an¨¢lisis de sangre, electroencefalogramas, TAC cerebrales, etc¨¦tera) que se realizan en tales consultas, con el despilfarro econ¨®mico y sanitario subsecuente (mayor a¨²n si cabe para la sanidad p¨²blica, ya que en muchos casos tales exploraciones no se realizan en las propias instalaciones del Insalud, sino en instituciones privadas concertadas). Seg¨²n las primeras investigaciones realizadas, ese despilfarro antisanitario llega a ser al menos de 12 millones de pesetas al a?o... ?por consulta! Es f¨¢cil comprender que si el profesional no tiene tiempo para, explorar, para hablar, para atender, quiera asegurarse mediante exploraciones complementarias o medicaciones aseguradoras.
M¨¢s de tres millones de pacientes
Tambi¨¦n podr¨ªamos hablar de otra serie de caracter¨ªsticas de tales consultas, que indican el grado de deterioro, despilfarro y, en ocasiones, atentado sanitario contra la poblaci¨®n que han llegado a ser en algunos casos (y en particular en las zonas industrializadas y de alta inmigraci¨®n del Estado). Pero creemos que, despu¨¦s de lo anterior, no es estrictamente. necesario seguir, y el lector puede haberse hecho una idea al respecto.
La pregunta obligadia, pues, es la siguiente: ?Y c¨®mo esos 400 profesionales de todo el Estado -440, seg¨²n cifras oficiales- no se han decidido a cambiar esa situaci¨®n o, cuando menos, a denunciarla p¨²blicamente? La respuesta es sumamente compleja y no tenemos aqu¨ª espacio para intentar desarrollarla, por lo que ¨²nicamente querr¨ªamos responder con otra pregunta, si no justificativa, s¨ª al menos parcialmente exculpatoria de tal colectivo profesional. Ya hemos descrito por encima cu¨¢n dif¨ªcil fue para algunos de tales profesionales comenzar la experiencia de racionalizaci¨®n m¨ªnima de tales consultas, a pesar deque en alg¨²n caso se recibi¨® el apoya de nuestros directores de ambulatorio, y a pesar del apoyo mutuo que nos prestamos.
Pero, ?c¨®mo se puede pedir que hagan eso mismo a todos los profesionales de tales consultas, los cuales a menudo trabajan totalmente aislados en tales plazas y, lo que es peor, con interinidades en las mismas durante meses, a?os, decenios incluso? ?C¨®mo pedirle a alguien que arriesgue la tranquilidad de su sala de espera, de su consulta, que arriesgue incluso su integridad f¨ªsica en tales condiciones? Adem¨¢s, hay que tener en cuenta que muchas de estas dificultades son parecidas a las de gran parte de las consultas de los ambulatorios de tales zonas del Estado y, al menos hasta el momento, siguen siendo soportadas por la mayor¨ªa del pueblo espa?ol y por sus representantes.
La consecuencia es esa sensaci¨®n de desmoralizaci¨®n, de desapego, que lleva al equipo sanitario y a los consultantes de tales dispositivos a un tipo de relaci¨®n en la que se espera maltratar, inaltratarse y/o ser maltratado. Todos contra todos. Y todos, tal vez, contra la salud (mental) de la poblaci¨®n.
Esa es la situaci¨®n de un n¨²mero indeterminado de equipos de neuropsiquiatr¨ªa de zona de el pa¨ªs, de entre los 400 0 440 existentes. Desde luego que no todas las consultas de este tipo padecen tal situaci¨®n de masificaci¨®n y cronificaci¨®n consecutiva, pero nos atrever¨ªamos a cedir que s¨ª la mayor¨ªa.
?Y la traducci¨®n social de tal situac¨ª¨®n? Por supuesto que no se dispone de cifras oficiales, pero s¨ª de algunas investigaciones pioneras al respect¨®. Seg¨²n tales investigaciones, entre los 3.076.000 pacientes psiqui¨¢tricos miedicalizados (y presumiblemente cronificados) en la mayor¨ªa de las actuales consultas de medicina de cabecera del Insalud -cuya situaci¨®n asistencial es ya m¨¢s conocida- y los cronificados en las consultas de neuropsiquiatr¨ªa de zona, numerosas veces coincidentes con los anteriores, al menos entre tres y cuatr¨® millones de espa?oles est¨¢n padeciendo esta situaci¨®n. Pensemos que tales espa?oles son adem¨¢s madres, padres, hijos, abuelos, trabajadores en contacto con el, p¨²blico, etc¨¦tera... Y que un trastorno psiqui¨¢trico implica siempre trastornos en las relaciones interpersonales. ?Cu¨¢ntos espa?oles en realidad est¨¢n sufriendo y soportando tal situaci¨®n de (in) asistencia y maltrato?
Creemos que, ante los resultados de las investigaciones en curso, muchos otros problemas, incluso no sanitarios, incluso directamente pol¨ªticos o pertenecientes a otros cap¨ªtulos presupuestarios, quedan peque?os ante esta aut¨¦ntica verg¨¹enza nacional. Por eso nos hemos decidido a intentar que estos detos sean, ampliamente conocidos.
Creemos que con ello hacemos una aportaci¨®n -peque?a, pero necesaria- al replanteamiento de tales situaciones, que nosotros estimamos como sumamente urgente.
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