Antonio Mairena fue el gran ausente, por enfermedad, del festival de cante 'jondo' celebrado en su pueblo natal
Pegado al transistor en su casita sevillana, a la vera de la c¨¢rcel, pas¨® Antonio Cruz Garc¨ªa (Antonio Mairena), de 74 a?os, la largu¨ªsima madrugada de ayer, pendiente del desarrollo del XXII Festival de Cante Jondo que lleva su nombre y que se celebra cada a?o, desde 1962, en su pueblo natal, Mairena del Alcor. Su ausente presencia, debida a enfermedad, que casi todos comentaban y todos sintieron, fue lo m¨¢s destacado de un festival muy recargado de artistas.
Si en la edici¨®n del a?o pasado pol¨ªticos de diversa ideolog¨ªa casi lograron convertir el encuentro de Mairena en un acto preelectoral, disputandose sordamente el abrazo m¨¢s fotog¨¦nico con el maestro, esta madrugada del 4 de septiembre de 1983 pasar¨¢ a la historia del flamenco como la primera ocasi¨®n desde su origen en que Antonio Mairena no pudo acudir al festival que ¨¦l promoviera en principio como obra ben¨¦fico-parroquial 37 que, por influencia de su propio magisterio, ha acabado siendo cita obligada de buenos aficionados y aval perseguido por quienes quieren ser figuras del cante, el baile o el toque.Aqu¨ª se dio, en efecto, el espaldarazo a gentes como El Lebrijano, Jos¨¦ Menese y Calixto S¨¢nchez, y, sobre todo, aqu¨ª se ha hecho balance anual de la dignificaci¨®n del cante, sacado de los tugurios de mala muerte y del estrecho marco art¨ªstico de la llamada ¨®pera flamenca por la acci¨®n perseverante de don Antonio y de otros tan notables como ¨¦l, pero hu¨¦rfanos de su altura art¨ªstica. La posesi¨®n del duende y su labor socializadora del flamenco son los elementos que han hecho de Antonio Mairena un artista irrepetible y, probablemente, los que le llevaron a conseguir hace pocos meses la medalla de oro de las Bellas Artes, otorgada por vez primera a un representante de lo jondo.
Todas estas razones explican que el Festival de Cante Jondo de Mairena sea lugar de peregrinaci¨®n obligada de los autotitulados cabales del flamenco, y, en los ¨²ltimos a?os, rito tambi¨¦n para progres ajenos ya a revoluciones pendientes. Tambi¨¦n se hab¨ªa constituido en la ¨²nica oportunidad de o¨ªr al maestro cantando en p¨²blico. Este a?o no pudo ser. Reci¨¦n dado de alta de una dolencia cardiaca que lo tuvo un mes intensamente vigilado en la ciudad sanitaria Virgen de los Reyes, de Sevilla, Antonio Cruz Garc¨ªa falt¨® por una vez al encuentro con las 3.000 personas que llenaban el patio de la Academia de Mairena. La crueldad torn¨® forma de prescripci¨®n m¨¦dica: ni alcohol, ni emociones fuertes.
En lugar de su persona, Mairena envi¨® un mensaje que, con el inevitable encabezamiento de dign¨ªsimas autoridades, agradec¨ªa a todos su devoci¨®n reiterada y explicaba los motivos de su ausencia. El p¨²blico no pudo volverse este a?o a mirarle -sombrero festivo, pa?uelo al cuello- cuando atravesaba los estrechos pasillos yendo/viniendo del bar, ni beneficiarse de las sole¨¢s y las buler¨ªas que acostumbraba a hacer. Hubo que imagin¨¢rselo a otro lado de la radio, oyendo c¨®mo todos los artistas le dedicaban su actuaci¨®n y hac¨ªan votos por su restablecimiento y lagrimeando con las l¨¢grimas de Matilde Coral, que le dirigi¨® un emocionado Nuestro tiempo est¨¢ pasando.
La propia Matilde -con Rafael el Negro, la compa?¨ªa cantaora de Chano Lobato, Nano de Jerez y Romerito y la guitarrista de Manolo Dom¨ªnguez- fue una de las grandes triunfadoras de la noche, bailando muy bien por alegr¨ªas, buler¨ªas y un inusual garrot¨ªn.
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