Diez a?os de soledad
El 7 de septiembre se cumplen 10 a?os de un hecho poco com¨²n, casi dir¨ªa excepcional, en la historia mundial de las c¨¢rceles. En Uruguay hay actualmente m¨¢s de un millar de presos pol¨ªticos, la mayor¨ªa de ellos en condiciones de extrema dureza; pero en ese conjunto hay nueve detenidos, los llamados rehenes, que en estos d¨ªas cumplen 10 a?os de incomunicaci¨®n. Durante ese lapso han ocupado siempre celdas individuales, no en las c¨¢rceles especialmente habilitadas para los presos pol¨ªticos, sino en cuarteles u otros locales distribuidos en el interior del pa¨ªs. En algunos casos se han utilizado corno calabozos ciertos recintos que originariamente fueron cisternas subterr¨¢neas. En general, las celdas han carecido de ventanas y de las m¨ªnimas condiciones sanitarias.Durante largas temporadas, a estos reclusos les ha sido prohibida toda visita, y en los per¨ªodos en que se les permite ver exclusivamente a familiares directos (c¨®nyuge, padres, hijos), las entrevistas, que rara vez exceden los 10 minutos por quincena, tienen lugar ante un magnet¨®fono y en presencia de guardias armados, y en el di¨¢logo est¨¢ expresamente prohibida toda referencia a la actualidad nacional e internacional. Por otra parte, el lugar de detenci¨®n cambia de continuo, y a veces transcurren varios meses de angustia antes de que los familiares consigan averiguarlo. Lo corriente es que est¨¦n situados a 300 kil¨®metros o m¨¢s de la capital, y eso a?ade una nueva penuria a la situaci¨®n de los familiares.
MARIO BENEDETTI
RIDRUEJO,
En los primeros tiempos, los abogados pod¨ªan visitar regularmente a sus defendidos; luego, los permisos se fueron espaciando de modo considerable. Posteriormente, los letrados fueron recibiendo cada vez m¨¢s frecuentes amenazas o sufrieron diversos atentados, e incluso algunos de ellos fueron encarcelados. En definitiva, y debido a esa sistem¨¢tica persecuci¨®n, casi todos han debido exiliarse, pasando, en consecuencia, esos presos tan especiales a ser atendidos por los defensores de oficio (que, por supuesto, son militares), algo que en el Uruguay actual significa lisa y llanamente carecer de defensa.
Durante este decenio, los rehenes no han podido hablar con ning¨²n otro preso (es raro que haya m¨¢s de un reh¨¦n en cada lugar de detenci¨®n, pero en el caso de que coincidan dos o m¨¢s nunca pueden verse ni hablarse) y, como si eso fuera poco, tienen prohibido dirigir la palabra a sus carceleros, y ¨¦stos tampoco pueden hablarles. Ni siquiera en los casos en que han recibido una precaria atenci¨®n m¨¦dica pueden dialogar con el profesional que los atiende. Algunas de las celdas son tan peque?as que casi impiden el movimiento del recluso. En extensos per¨ªodos no han tenido siquiera luz el¨¦ctrica y, en consecuencia, toda posibilidad de lectura ha estado excluida. La veda incluye peri¨®dicos y receptores de radio. Durante el proceso, estos reclusos no comparecen en ning¨²n juzgado ni se les permite enfrentarse a los testigos de la acusaci¨®n.
?stos son los nombres. de los nueve rehenes con indicaci¨®n de su profesi¨®n y oficio: Henry Engler (estudiante de Medicina), Eleuterio Fern¨¢ndez Huidobro (empleado bancario), Jorge Manera (ingeniero), Julio Marenales (profesor de Bellas Artes), Jos¨¦ Mujica (puestero de mercados), Mauricio Rosencof (dramaturgo y poeta) Ra¨²l Sendic (procurador), Adolfo Wassen (estudiante de Derecho) y Jorge Zabalza (estudiante de notariado). Todos ellos, antes del aislamiento, ya hab¨ªan sido brutalmente torturados. Pertenecen al Movimiento de Liberaci¨®n Nacional.
Aprovechar el tiempo
En un informe rendido en Washington ante la C¨¢mara de Diputados el 27 de junio de 1976 por Eddy Kaufman, de Amnist¨ªa Internacional, se cita esta opini¨®n del entonces director del penal de Libertad: "No nos atrevimos a liquidarlos a todos cuando tuvimos la oportunidad y en el futuro tendremos que soltarlos. Debemos aprovechar el tiempo que nos queda para volverlos locos". Al parecer lo han aprovechado. En otro informe de Amnist¨ªa Internacional (secci¨®n francesa) se se?ala que las condiciones de confinamiento han afectado la salud mental de por lo menos dos de los prisioneros. Agreguemos que lo verdaderamente extra?o es que no hayan enloquecido los nueve, que, no se hayan convertido en alima?as.
No voy a enumerar aqu¨ª las aberraciones jur¨ªdicas de estos nueve casos. Expertos de renombre internacional ya han se?alado la impresionante colecci¨®n de violaciones a la Declaraci¨®n Universal de los Derechos del Hombre, a las m¨¢s elementales normas jur¨ªdicas y a la propia Constituci¨®n uruguaya que se acumulan en esta situaci¨®n ins¨®lita. Ni siquiera es ¨¦sta la ocasi¨®n de elucidar la raz¨®n o la sinraz¨®n de la acci¨®n revolucionaria de estos luchadores pol¨ªticos. Sin embargo, ni el lector ni yo precisamos ser expertos en la materia para aquilatar el horror de esta circunstancia. Pi¨¦nsese por un instante que estos presos est¨¢n incomunicados desde cuatro d¨ªas antes del golpe de Pinochet y rec¨®rrase mentalmente la n¨®mina de algunos hechos acumulados en estos ¨²ltimos 10 a?os.
Dos juegos ol¨ªmpicos y tres copas del mundo; crisis del petr¨®leo y guerra de L¨ªbano, con matanzas de Sabra y Chatila incluidas; revoluci¨®n de los cl¨¢veles en Portugal; apogeo de la Trilateral y fracaso de la Escuela de Chicago; premios Cervantes a Carpentier, Onetti, Rulfo, y premios Nobel a Garc¨ªa M¨¢rquez y P¨¦rez Esquivel; muerte de Franco y recuperaci¨®n democr¨¢tica de Espa?a; derrocamiento de Idi Am¨ªn, Bokassa I, Somoza, el sha de Ir¨¢n, Galtieri, R¨ªos Montt; revoluciones triunfantes en Angola, Mozambique, Etiop¨ªa, Ir¨¢n, Nicaragua, Granada; instalaci¨®n de Maradona en Barcelona y de Julio Iglesias en Miami; asesinatos de Michelini, Anuar el Sadat, monse?or Romero, John Lennon; transformaci¨®n de la Guayana Holandesa en Surinam y de Karol Josef Wojtyla en Juan Pablo II; Brizzola en R¨ªo y el Guernica en Espa?a; desaparici¨®n de Henry Miller y reaparici¨®n del hombre de Orce; contundentes plebiscitos contra la dictadura uruguaya; guerra de las Malvinas y r¨¦quiem para el panamericanismo; tropas sovi¨¦ticas en Afganist¨¢n y norteamericanas donde quiera; desaparici¨®n en Argentina de Haroldo Conti y otros 30.000; publicaci¨®n de La guerra del fin del mundo y org¨ªa de misiles para confirmarlo; desaparece la P-2 y aparece el gas nervioso; muerte de Mao, Per¨®n, Makarios, Tito, Agostinho Netto, Boumedienne, Kenyata, Breznev; fin del s¨ªndrome de colza e inauguraci¨®n del de inmunodeficiencia; muerte de Neruda, Ingrid Bergman, Ren¨¦ Clair, Carpentier, Bu?uel; crisis polaca, crisis centroamericana, crisis de Chad; segunda generaci¨®n de cacerolas chilenas y primera de cacerolas uruguayas.
Eso y mucho m¨¢s aconteci¨® en el mundo desde 1973 hasta 1983 sin que los nueve prisioneros pudieran enterarse de nada. 10 a?os de prisi¨®n son mucho tiempo, pero 10 a?os de soledad son un castigo que nadie en el mundo merece. Cada uno de estos expulsados de la humanidad, reducido a su infamante aislamiento, sabe ya de memoria las sombras del muro, las arrugas del piso, las manchas del techo. Tal vez lucha consigo mismo para no enmohecerse, para no desparramarse en la postraci¨®n o el delirio, manteniendo encendida la esperanza como una vela casi sin pabilo; consciente, sin embargo, de que el derrumbe en la desesperaci¨®n ser¨ªa el triunfo del otro, del enemigo-otro. Habr¨ªa que retroceder varios tramos en la historia para hallar pr¨¢cticas de un sadismo tan expl¨ªcito. En un concepto moderno de la justicia, ni los criminales m¨¢s atroces e irrecuperables son sometidos a este tipo de tortura moral, de castigo sin tregua. S¨®lo nueve rehenes, cada uno de los cuales probablemente ni siquiera sepa qu¨¦ pas¨® con los ocho restantes.
Cada vez se habla menos de ellos. Por eso esta nota s¨®lo quiere ser un memorando, un recordatorio. No olvidemos que si los revolucionarios triunfantes reciben honores y admiraci¨®n, y aun sus enemigos se obligan a respetarlos, los revolucionarios derrotados merecen al menos ser considerados como seres humanos.
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