Pol¨ªticos y economistas
EL DISCURSO pronunciado por el presidente del Gobierno espa?ol para dar la bienvenida a los asistentes al VII Congreso Mundial de Econom¨ªa ha destacado las incertidumbres creadas por la crisis que sacude al mundo entero desde mediados de la anterior d¨¦cada y ha expresado la t¨ªmida esperanza de que los especialistas en teor¨ªa econ¨®mica puedan establecer el diagn¨®stico y sugerir los remedios para esa situaci¨®n. No sin alguna iron¨ªa, Felipe Gonz¨¢lez ha mostrado, en tanto que pol¨ªtico, su desconcierto "ante la repetida y demostrada impotencia de las distintas, y a veces contradictorias, recetas econ¨®micas propuestas para dar una soluci¨®n satisfactoria a esa enfermedad que todos percibimos sin conocerla". El emparentamiento de las asambleas de economistas con "las reuniones de te¨®logos o de brujos" refleja, con cierto humor autocr¨ªtico, el desencanto de los gobernantes del mundo occidental ante el derrumbamiento de las expectativas que durante la etapa de auge de la econom¨ªa mundial hab¨ªan atribuido a las pol¨ªticas de corte keynesiano las virtudes m¨¢gicas de conseguir el pleno empleo, la desaparici¨®n de las desigualdades sociales, el crecimiento sostenido y el estrechamiento de la brecha que separaba a los pa¨ªses avanzados del mundo subdesarrollado. Esa p¨¦rdida de confianza ante la teor¨ªa y la pol¨ªtica econ¨®micas se extiende, incluso con mayor fuerza, a las econom¨ªas de planificaci¨®n central del bloque sovi¨¦tico, cuyo estancamiento y rigidez han convertido en una f¨¢bula las perspectivas del sonriente porvenir esbozadas hace casi tres d¨¦cadas por el XX Congreso del PCUS. Ser¨ªa injusto, sin embargo, apear a los economistas de los altares en los que los pol¨ªticos los hab¨ªan entronizado y convertirlos, a rengl¨®n seguido, en los chivos expiatorios de la situaci¨®n por la que la humanidad atraviesa desde que la crisis mundial hizo oir sus primeras alarmas. Porque esa desvanecida idolatr¨ªa tuvo por causa no tanto las honestas pretensiones de los acad¨¦micos o las fraudulentas promesas de los charlatanes, como las necesidades fide¨ªstas de los profanos. Sin duda, todav¨ªa hay economistas que, tanto en la derecha como en la izquierda, no se resignan a la p¨¦rdida de su milagrera situaci¨®n y se siguen esforzando por vender sus b¨¢lsamos de Fierabr¨¢s a los pol¨ªticos. Los vendedores de tales f¨®rmulas, protegidas por las etiquetas del liberalismo o del marxismo, sustituyen el rigor del an¨¢lisis por la euforia de la ideolog¨ªa y garantizan a sus eventuales compradores el pleno empleo y el crecimiento continuado. Sin embargo, esos feriantes no representan en modo alguno a la comunidad cient¨ªfica, en cuyo seno la perplejidad y el desconcierto est¨¢n sirviendo de acicate al examen de las premisas equivocadas de sus anteriores razonamientos, a la recolecci¨®n y ordenamiento de los datos y a la b¨²squeda de nuevas explicaciones. Por desgracia, la proclividad. de los pol¨ªticos a comprar tranv¨ªas a quienes se presentan a s¨ª mismos como economistas capaces de resolver en un periquete y de forma simult¨¢nea los problemas del paro, la inflaci¨®n, el crecimiento y el sector exterior no nace s¨®lo de la ingenuidad o la ignorancia de los adquirentes y de la malicia o la megaloman¨ªa de los vendedores. Las demandas sociales insatisfechas y las angustiosas necesidades de los desempleados constituyen el caldo de cultivo ideal para los ejercicios de demagogia que los pol¨ªticos en la oposici¨®n -dentro o fuera del Gobierno- ponen al servicio de sus estrategias de poder.Felipe Gonz¨¢lez ha dicho cosas sensatas y razonables sobre la doble crisis de la econom¨ªa y de la teor¨ªa econ¨®mica al pedir a los expertos su colaboraci¨®n para, "la construcci¨®n de un mundo algo mejor" que ponga punto final al "progresivo deterioro" actual, siente las bases de un crecimiento, estable y duradero" y recupere en la esfera internacional "un clima de paz y di¨¢logo". La gravedad, extensi¨®n y duraci¨®n de la crisis iniciada en 1974-1975 ha llevado a un estancamiento en el que la inflaci¨®n coexiste con altas tasas de paro, en tanto que el desequilibrio de las relaciones econ¨®micas internacionales acent¨²a las tensiones entre ¨¦l Este y el Oeste y profundiza las diferencias entre el Norte y el Sur. Los d¨¦ficit de las administraciones p¨²blicas, el agravamiento de las desigualdades entre naciones ricas y pobres, la plaga del proteccionismo, las resistencias de la CEE al ingreso de Espa?a y Portugal en su seno, la dram¨¢tica situaci¨®n de endeudamiento exterior de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo y las dificultades del Sistema Monetario Internacional fueron algunas de las cuestiones examinadas en el discurso. En cualquier caso, el desempleo -35 millones de parados. en los pa¨ªses de la OCDE- es "la secuela m¨¢s nefasta de la crisis y el problema cuya soluci¨®n se presenta como prioritario". Porque el paro significa el desaprovechamiento de un considerable potencial de recursos humanos, amenaza con institucionalizar dos tipos de ciudadanos ("los que tienen y los que no tienen trabajo") y constituye un riesgo "para la estabilidad, la ampliaci¨®n de la democracia y la misma convivencia en paz".
El presidente del Gobierno ha expresado su desaliento ante la falta de respuestas satisfactorias al dilema de luchar contra el paro o contra la inflaci¨®n. Ninguna de las estrategias hasta ahora ensayadas para combatir, selectiva y prioritariamente, esas amenazas ha conseguido, resultados plenamente positivos. Mientras que "las pol¨ªticas restrictivas de ajuste y de lucha contra la inflaci¨®n han tenido un coste muy elevado en el campo del empleo", los intentos de reducir el paro mediante una expansi¨®n aut¨®noma de la demanda interna "no han desembocado sino en un agravamiento de sus desequilibrios internos y externos, sin aportar tampoco una soluci¨®n satisfactoria al problema del empleo, exigiendo ajustes cada vez m¨¢s contundentes y dolorosos". La experiencia espa?ola de la ¨²ltima d¨¦cada ense?a que "no hemos podido resolver simult¨¢neamente el problema del paro y de la inflaci¨®n" y que .no tenemos actualmente ninguna garant¨ªa de que el sacrificar hoy un objetivo nos lleve ma?ana a un ¨¦xito en los dos frentes". En ¨²ltima instancia, hay que desconfiar "de las doctrinas radicales de uno u otro signo".
Los pol¨ªticos, en cualquier caso, endosan el problema a los economistas: porque "este fracaso de las pol¨ªticas econ¨®micas es una buena medida de nuestro desconocimiento sobre los mecanismos que regulan el funcionamiento de nuestras econom¨ªas en un mundo de interdependencia econ¨®mica". De ese desconocimiento extrae Felipe Gonz¨¢lez el prop¨®sito de ratificarse "en la idea de que el gradualismo y el relativismo en pol¨ªtica econ¨®mica es una virtud". El presidente del Gobierno critic¨® a la vez "el radicalismo y el doctrinarismo" que pueden ser "una osad¨ªa con graves consecuencias", y la combinaci¨®n de inacci¨®n, falta de valent¨ªa y rigidez conservadora, que trata de mantener vivos los esquemas de los a?os sesenta. Sin duda, el debate abierto dentro del Gobierno, del PSOE y de UGT sobre el anunciado plan cuatrienal dar¨¢ al presidente del Gobierno ocasiones sobradas para orientarse en la pr¨¢ctica seg¨²n esos criterios. No faltan en la mayor¨ªa gubernamental osados doctrinarios como Manuel Chaves, quien, al anunciar el rechazo del PSOE ,a las eventuales medidas de flexibilizaci¨®n del mercado laboral, expres¨® su firme convicci¨®n de que era posible a la vez conseguir un incremento de los salarios reales de la poblaci¨®n empleada y la disminuci¨®n del paro. En el otro lado, tampoco escasean quienes apuestan ciegamente por la autom¨¢tica transformaci¨®n de los incrementados beneficios empresariales en nuevas inversiones productivas, capaces de generar, a su vez, sustanciales aumentos de empleo. No es probable que los debates del VII Congreso Mundial de Econom¨ªa ayuden al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez a elaborar su pol¨ªtica econ¨®mica. Pero sus discusiones sobre "el diagn¨®stico, las causas y las soluciones a la crisis" tal vez ayuden a la opini¨®n p¨²blica a colocar en su sitio a los audaces semicultos que tratan de vender a la sociedad sus alternativas, tan optimistas como irreales, con el deseo de conquistar el poder o de sentar plaza como hechiceros de la tribu.
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