Inestabilidad en Israel
ISAAC SHAMIR tiene ahora un plazo de tres semanas para formar un Gobierno capaz de obtener una mayor¨ªa en el parlamento de Israel. No es un trabajo f¨¢cil. La salida de Beguin no s¨®lo deja el vac¨ªo irreparable de un nombre m¨¢gico, sino un evidente desconcierto en la coalici¨®n gobernante del Likud. Para obtener la mayor¨ªa y poder gobernar, Shamir necesita que a su partido -el Herut- le apoyen el Tami, el Partido Nacional Religioso (PNR), el Agudat Israel y algunas formaciones menores, para sobrepasar los 61 esca?os que suponen la mayor¨ªa en el parlarnento. Estos partidos presionan para obtener mayores ventajas en el Gobierno que se forme, y lo plantean de forma en que es preciso escucharles. El Tami, partido tambi¨¦n de car¨¢cter religioso, por ejemplo, aunque ha dado ya en principio su confianza a Shamir, no ha descartado nunca la posibilidad de llegar a un acuerdo con el gran partido, de la oposici¨®n, el laborista, con el que ha mantenido negociaciones, con todo lo que ello supone de cambio de parejas para formar coalici¨®n, en el caso de que la crisis se prolongara o el reparto de puestos en el Gobierno no resultara satisfactorio. Es facultativo del presidente designar candidato a un laborista, con arreglo a las leyes fundamentales (Constituci¨®n), puesto que ¨¦stos y sus aliados del Mapam tienen la minor¨ªa mas numerosa del parlamento (50 diputados). Shamir no s¨®lo ha de hacer frente a estas dificultades con sus aliados en el Likud, sino dentro de su propio partido. Otras figuras de la coalici¨®n aspiraban a sustituir a Beguin principalmente David Levy, vicepresidente del Gobierno, e incluso el general Sharon, retra¨ªdo y alejado porque recayeron sobre ¨¦l las culpas de las matanzas en L¨ªbano, pero que tiene una inmensa vocaci¨®n de salvador del pa¨ªs. En este caso Sharon ha anunciado que no optaba a la designacion como candidato para no restar posibilidades a Shamir, a quien apoya dentro del partido. Pero si Shamir fracasa, si la balanza se inclina hacia la formaci¨®n de Gobierno por los laboristas, podr¨ªa presentarse de nuevo como irresistible tentaci¨®n para los conservadores..Una den las posibilidades que explora Shamir es la creaci¨®n de un Gobierno de uni¨®n nacional; es decir, con la participaci¨®n de los laboristas. Una participaci¨®n naturalmenite importante, en la que obtendr¨ªan un elevado n¨²mero de ministros (entre ellos, sin duda, el de Asuntos Exteriores) a cambio de compartir las bases ideol¨®gicas de Shamir. Este ¨²ltimo es un Beguin con menor capacidad de arrastre personal; Shamir adopt¨® una p¨®sici¨®n intransigente ante los acuerdos de Camp David con Egipto, a los que se opuso, y en sus declaraciones actuales se muestra partidario de proseguir los asentamientos en la orilla oeste del Jord¨¢n y de no ceder un palmo de la tierra que Israel reivindica como propia. Los laboristas, por su parte, tienen que estudiar la situaci¨®n y ver si les conviene participar en ese Gobierno de union nacional a costa de perder su car¨¢cter de partido de oposici¨®n, o esperar que el Gobierno del Likud desfallezca, que el presidente les designe a ellos para formar gobierno, o que se convoquen unas elecciones generales, ante las que sus posibilidades de ganar no ser¨ªan desde?ables. Todos los puntos de vista coinciden en que, sin Beguin, la coalici¨®n derechista pierde muchos puntos ante el electorado.
Todo parece indicar que Shamir va a entrar en negociaciones con los laboristas de forma que aparezcan ¨¦stos como los que son reacios, como los culpables de que no se forme un Gobierno de uni¨®n nacional, de forma que no se lo reprochen ni los aperturistas de su propia coalici¨®n ni la opini¨®n p¨²blica.
El desmigajamiento del parlamento, la falta de una mayor¨ªa coherente, las luchas desgarradoras por el poder, la incertidumbre general por los ¨²ltimos acontecimientos presididos por Beguin -la invasi¨®n de L¨ªbano y sus consecuencias, y su retirada parcial del pa¨ªs dejando la zona de la que se han replegado asolada por la guerra civil- no parecen aconsejar soluciones de equilibrios inestables, como es el que puede conseguir Sharon en el plazo que tiene por delante. Es una situaci¨®n t¨ªpica para que se vaya a la convocatoria de elecciones; la opini¨®n p¨²blica no parece hoy responder a lo que vot¨® el 30 de junio de 1981, porque el torbellino de acontecimientos recientes la hace especialmente m¨®vil. No va a ser f¨¢cil, sin embargo, que se convoquen esas elecciones: el Likud tiene demasiado miedo de perderlas.
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