?Cu¨¢ndo empieza la vida humana?
Para algunos cient¨ªficos de renombre, como el profesor Le Jeune, de Par¨ªs, notorio por su descubrimiento del cromosoma anormal del mongolismo, la cuesti¨®n es palmariamente simple: "La naturaleza humana del ser humano, desde la concepci¨®n hasta la edad senil, no es una suposici¨®n metaf¨ªsica, sino un mero hecho experimental". Y el profesor Bongiovanni, de la universidad de Pensilvania, reforz¨® este punto de vista de una manera ciertamente peculiar, al considerar que tachar al embri¨®n de ser humano incompleto era tanto como decir que el ni?o, antes de la pubertad, no es un ser humano. En general, parece que el testimonio de los cient¨ªficos contrarios al aborto no consigui¨® elevar el nivel del debate m¨¢s all¨¢ de lo que es com¨²n entre los no iniciados. Esta situaci¨®n llev¨® probablemente al profesor Rosemberg, catedr¨¢tico de Gen¨¦tica Humana en la universidad de Yale, a reprochar a sus colegas el "haber sido incapaces de distinguir entre sus juicios como profesionales y sus posiciones morales y religiosas".Por su parte, Rosemberg se mostr¨® partidario de la prohibici¨®n del aborto, pero insisti¨® en que no se pretendiera justificar esta acci¨®n legal sobre la base del dictamen de la ciencia o la medicina: "No conozco ning¨²n dato cient¨ªfico que d¨¦ respuesta a la pregunta de cu¨¢ndo comienza la vida"... "La respuesta", a?adi¨®, "debe encontrarla cada uno en su conciencia".
SACRAMENTO MART?, ANGEL PESTA?A, Madrid
ENVIADO ESPECIAL
Esta toma de posici¨®n del profesor Rosemberg respecto a las limitaciones de la ciencia para establecer un dictamen definitivo de la cuesti¨®n fue retomada por el profesor Zack, de la universidad Rutgers, en un art¨ªculo editorial del semanario Science y que representa, por tanto, el punto de vista oficioso de la publicaci¨®n cient¨ªfica m¨¢s influyente de Estados Unidos.
Para Zack, toda la situaci¨®n creada en torno al testimonio de los cient¨ªficos ante el Congreso de Estados Unidos indica un desconocimiento de los papeles respectivos y de las relaciones que deben existir entre la ciencia y la jurisprudencia. "La ciencia trata de explicar y predecir los acontecimientos en nuestro mundo f¨ªsico y biol¨®gico mediante la construcci¨®n de modelos hipot¨¦ticos que sean un reflejo cada vez m¨¢s ajustado del mundo que percibimos con nuestros sentidos y nuestros instrument¨®s". Nada tiene que ver, por tanto, con cuestiones de verdad o justicia. Por el contrario, "la jurisprudencia intenta establecer un c¨®digo de conducta para los miembros de una comunidad de cara a facilitarles la convivencia en armon¨ªa". Nada tiene que ver con los paradgmas de la ciencia.
La cuesti¨®n a resolver no es si el zigoto, el embri¨®n o el feto son seres humanos, en el sentido cient¨ªfico estricto, sino de establecer en qu¨¦ estado del desarrollo la entidad destinada a adquirir los atributos del ser humano debe ser investida de los derechos y protecciones que han sido acordados al estado de ser humano. Y para responder a esto, termina Zack, la ley debe remitirse a los c¨®digos morales de la sociedad y no a la ciencia.
Aunque la posici¨®n de Zack es esencialmente correcta en lo que tiene de humilde delimitaci¨®n de las competencias de la ciencia -que de otra forma se transforma en cientifismo, al inmiscuirse en los terrenos propios de la moral y los valores-, su mensaje resulta equ¨ªvoco en cuanto a la capacidad de la ciencia para establecer ciertos principios racionalizadores sobre los que sustentar la jurisprudencia.
La vida no empieza, se transmite
Uno de los puntos en que la ciencia puede aportar elementos clarificadores hace referencia al mismo fondo de la cuesti¨®n en que se ha centrado la pol¨¦mica del aborto. Como se?al¨® B. C. Boving, de la universidad del Estado Wayne (Michigan), en carta al editor de Science, la pregunta "?cu¨¢ndo comienza la vida humana?" es tan falaz y equ¨ªvoca como aquella otra de "?cu¨¢ndo pega usted a su mujer?". En ambas, la pregunta secundaria del ?cu¨¢ndo? da por supuesto que la cuesti¨®n principal ha sido respondida afirmativamente.
En t¨¦rminos estrictamente cient¨ªficos, la vida empez¨® hace 200 a 400 millones de a?os, perpetu¨¢ndose y modific¨¢ndose a trav¨¦s de los ciclos vitales y la evoluci¨®n, de la que surgi¨® -?hace 5, 10, 15 millones de a?os?- el hom¨ªnido precursor de nuestra especie. La vida no empieza, sino que se transmite mediante los ciclos reproductores, de los que son parte esencial el ¨®vulo y el espermatozoide; ambos vivos y ambos igualmente humanos, en la medida que contienen el mensaje gen¨¦tico, la potencialidad del ser humano.
No se puede confundir la potencialidad con una existencia humana ya desarrollada y plena, sobre todo cuando sobre tan endeble argumento se pretenden hacer construcciones legales que tienen que ver con la vida y la muerte o el homicidio. El zigoto humano -es decir, el ¨®vulo fecundado- es ciertamente un ser humano en potencia, pero a un escal¨®n anterior al del embri¨®n y muy anterior al del feto. Tambi¨¦n el ¨®vulo y el espermatozoide tienen la potencialidad del ser humano, aunque en un estadio anterior al del zigoto. Y, por supuesto, cualquier c¨¦lula de un humano adulto tiene la potencialidad te¨®rica de dar lugar a un nuevo ser humano, de disponer de la tecnolog¨ªa apropiada para su clonaje y sobrevivencia.
Desde esta perspectiva de racionalidad cient¨ªfica, tan absurdo es conceder el estado de persona humana a cualquiera de esos estadios potenciales, como el establecimiento arbitrario de unos l¨ªmites de humanidad entre los gametos (¨®vulo y espermatozoide) y el resultado de su uni¨®n. En esta l¨®gica precient¨ªfica, cualquier jurista malintencionado puede pensar que la abstinencia voluntaria en el per¨ªodo de ovulaci¨®n (esto es, el m¨¦todo Ogino), al condenar al ¨®vulo a la muerte celular por falta de fecundaci¨®n, pudiera ser interpretado como un homicidio intencionado de ese ser potencial.
El proceso de humanizaci¨®n
Lo genuinamente humano remite inmediatamente a un ser social, con una potencialidad simb¨®lica exclusiva (representada por las estructuras y funciones cerebrales del neoc¨®rtex), cuyo desarrollo depende del entorno social que lo modela interactivamente. Sobre estas bases s¨ª que es posible precisar en t¨¦rminos cient¨ªficos los l¨ªmites aproximados en que puede empezar a hablarse de un ser humano. Como se?ala Benjam¨ªn Libet, de la universidad de California, en carta a la revista cient¨ªfica Science, el criterio fundamental para decidir acerca del per¨ªodo de aparici¨®n de la vida humana genuina lo suministra el mismo principio aceptado universalmente como criterio cient¨ªfico de muerte. Cuando el cerebro, especialmente el ¨¢rea frontal, deja de funcionar con car¨¢cter irreversible, todos convenimos en que la vida humana ha dejado de existir. Un individuo con el cerebro irreversiblemente comprometido en su funcionalidad no se considera como una persona viva, aunque sus ri?ones, coraz¨®n, intestinos, nervios sensoriales, pulmones y dem¨¢s funciones vegetativas sigan en perfecto orden.
Si se acepta el criterio de funcionalidad cerebral -una noci¨®n que nada tiene que ver con inteligencia, locura y dem¨¢s indicaciones sociales de comportamiento apropiado o desviado- como base para nuestra definici¨®n como personas vivas, entonces ya disponemos de un criterio cient¨ªfico y social para establecer los l¨ªmites m¨ªnimos en que se puede hablar de comienzo de humanizaci¨®n.
El zigoto, resultante de la uni¨®n del ¨®vulo y espermatozoide, claramente carece de cerebro. Por tanto, la asignaci¨®n de existencia humana al zigoto carece de base cient¨ªfica y entra en el terreno de las creencias m¨ªsticas o las preferencias religiosas. Los rudimentos del cerebro no aparecen sino a partir del segundo mes, pero su organizaci¨®n y funcionalidad es un largo y complicado proceso que se prolonga m¨¢s all¨¢ del alumbramiento, hasta la primera infancia. Es en esta larga zona de penumbra (cient¨ªfica) donde la indagaci¨®n cient¨ªfica podr¨ªa precisar los l¨ªmites exactos de aparici¨®n de la persona.
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