El sendero de Bela¨²nde
NUEVOS SIGNOS de inestabilidad se dibujan en el cielo pol¨ªtico peruano. Levantada moment¨¢neamente la pr¨®rroga del estado de emergencia, salvo en la regi¨®n de Ayacucho y que deb¨ªa prolongarse hasta finales de mes, la guerrilla de Sendero Luminoso contin¨²a su repunte creciente, tanto en Lima como en los tres departamentos andinos, que irradia desde Ayacucho, ciudad de los muertos en idioma quechua, osario de las tropas espa?olas que libraron y perdieron la ¨²ltima batalla contra los criollos triunfalmente independientes.Aprovechando la pr¨®rroga del estado de emergencia que ahora se extingue, diputados de la izquierda radical -ex guerrilleros, pero electos- est¨¢n suspendidos en sus funciones parlamentarias por denunciar una presunta intenci¨®n genocida del Gobierno y el Ej¨¦rcito hacia la guerrilla incaica. Las fuerzas armadas destacadas en los Andes centrales hasta con unidades de infanter¨ªa de marina (a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar), han entrado en la represi¨®n directa de los senderistas, rompiendo el esquema primigenio del Gobierno de que las tropas s¨®lo prestar¨ªan apoyo log¨ªstico a la Guardia Civil y a la Guardia Republicana. Al propio Bela¨²nde, los seguidores de Abimael Guzm¨¢n le han escrito en las paredes el mane, tecel, fares de su pr¨®xima muerte. Hablar de un nuevo golpe de Estado militar ya es una rutina en Lima. Y el general jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas ha acusado, sin dar nombres, a pol¨ªticos, militares y periodistas de estar en connivencia con la subversi¨®n senderista.
No es un panorama alentador para una renacida democracia recibida de los militares hace s¨®lo tres a?os. Pero merece todo el estudio y todo el apoyo y toda la comprensi¨®n, de cuya ausencia se queja, algunas veces con raz¨®n, el presidente Bela¨²nde tras leer la Prensa internacional o recibir a los embajadores extranjeros. El arquitecto Bela¨²nde Terry, l¨ªder de la Acci¨®n Popular peruana (nuestra Alianza Popular), es un nacionalista y un dem¨®crata irreprochable. Toda su biograf¨ªa es la de un perseguido por los autoritarios. Por segunda vez primer magistrado de su pa¨ªs mediante elecciones libres, preside una naci¨®n donde se respetan las normas const¨ªtucionales, en la que el Congreso funciona normalmente y en la que la libertad de Prensa llega hasta el abuso ante la inhibici¨®n de los jueces. Al menos, el poder ejecutivo recibe desde algunas publicaciones lime?as las m¨¢s sangrientas acusaciones sin que nadie denuncie a nadie: ni el Gobierno a los peri¨®dicos, ni los fiscales al Gobierno.
Pero el pa¨ªs est¨¢ mal administrado (Lima llega a quedar desabastecida de materias de primera necesidad) y los correligionarios populistas de Bela¨²nde no alcanzan todos la talla moral de aqu¨¦l, vi¨¦ndose envueltos en la ineficacia o en una corrupci¨®n que llega hasta conectarlos con el tr¨¢fico internacional de coca¨ªna. Lima remeda cada d¨ªa m¨¢s a Calcuta o a El Cairo, con sus durmientes en las calles, sus orates, su delincuencia incontrolable, sus barriadas en las que jam¨¢s penetra la polic¨ªa, su miseria creciente, sus mercadillos de comida estomagante. La izquierda moderada que representa el APRA -una especie de socialdemocracia estrictamente peruana en sus pronunciamientos, en su ideolog¨ªa y en su comportamiento, fruto de un l¨ªder genialoide hoy desaparecido, Haya de la Torre- aspira en este panorama a prevalecer en las municipales de noviembre y desbancar a la derecha de Acci¨®n Popular en las pr¨®ximas legislativas.
Bela¨²nde ha vuelto a gobernar la democracia para la clase pudiente y blanca de Lima, desde?ando la fuerza de la poblaci¨®n ind¨ªgena mayoritaria. Y parece dispuesto a caer de lleno en el s¨ªndrome de Bordaberry, presidente constitucional uruguayo que reclamara al Ej¨¦rcito para librarse de la guerrilla urbana tupamara y que acab¨® siendo expulsado por sus presuntos libertadores. Bela¨²nde, quien por no solicitar la ayuda del Ej¨¦rcito en los a?os sesenta para acabar con la guerrilla fue expulsado del poder, ha interiorizado ahora el golpe de Estado militar dejando en manos de las Fuerzas Armadas la represi¨®n del terrorismo. Tal como se comenta en Lima, "antes de que le vuelvan a dar un golpe de Estado, se lo ha dado a s¨ª mismo".
El general Clemente Noel, primo hermano del general Brush Noel (ministro de la Guerra) entr¨® a sangre y fuego en Ayacuclio, como m¨¢xima autoridad civil y militar. Los viejos adverbios recuperaron su vigencia: desaparecidos, torturados, asesinados, secuestrados. Y las denuncias s¨®bre tales abusos son tildadas desde Lima de conspiraci¨®n contra la renacida democracia peruana.
Bela¨²nde no se ha atrevido a sentar las bases de una sociedad que se sintiera un¨¢nimemente peruana. Nada tienen en com¨²n los indicios amaz¨®nicos que pueblan las selvas con las tribus incaicas quechuas y aymeras de los Andes y sus estribaciones, que incluso ayudaron militarmente a los espa?oles contra la rebeli¨®n criolla; y nada tienen ambos que ver con la aristocracia blanca y europea que gobierna Lima y el pa¨ªs. La naci¨®n carece de tejido social. Permanecen intactas, en los estratos m¨¢s bajos y pobres, las estructuras de una sociedad incaica mayoritaria, muy apegada a sus ritos y tradiciones. ?se es el cuerpo vivo y descabezado, abandonado econ¨®mica y culturalmente, del que se ha apoderado el misterioso Abimael Guzm¨¢n, l¨ªder de Sendero Luminoso.
Los.problemas estructurales y etnol¨®gicos d¨¦ Per¨² son enormemente complejos. No en balde todas las fundaciones antropol¨®gicas europeas -acusadas por Bela¨²nde de ayudar a la subversi¨®n- han ca¨ªdo sobre el pa¨ªs para estudiar uno de los pocos indigenismos precolombinos que se mantienen incontaminados. Este gran pa¨ªs necesita de un sincretismo racial y pol¨ªtico que integre a la mayor¨ªa despose¨ªda y atrasada. La democracia peruana merece ser defendida, pero no s¨®lo del fanatismo de los guerrilleros senderistas, sino tambi¨¦n del ego¨ªsmo satisfecho de la minor¨ªa criolla que lo gobierna. Es un trabajo pol¨ªtico hom¨¦rico y hercilleo, y acaso s¨®lo el presidente Bela¨²nde, ahora, pudiera propiciarlo. Si tuviera la grandeza de esp¨ªritu de superar sus conceptos ideol¨®gicos partidarios a¨²n alcanzar¨ªa, as¨ª, su mejor lugar en la historia de Per¨².
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