R¨ªos / Iglesias
Lagartijo y Frascuelo, Joselito y Belmonte, Aparicio y Litri, C¨¢novas y Sagasta, Juan Ram¨®n y Machado, Manolete y Arruza (mejicano), Men¨¦ndez Pidal y Men¨¦ndez Pelayo, Concha Piquer y Raquel Meller, Zarra y Ga¨ªnza, Bardem y Berlanga. Somos un pa¨ªs que funciona por parejas. Somos una conflictiva elipse de dos polos. Nunca alcanzaremos la majestad de la circunferencia, "esa gorda", como me dice una rubia amiga que se ha hecho adulta con la m¨²sica. Ahora, la cosa va de R¨ªos/Iglesias. Miguel R¨ªos y su basca son nuestro Mayo residual, nuestra revoluci¨®n cultural, nuestra izquierda perif¨¦rica y nuestra juventud informal. Julio Iglesias y su jet/set son la derecha divinal, la izquierda oficial o municipal, el reporterismo pasional y cien mil sentimentales nocturnos de la torcida otra del Bernab¨¦u que quieren creer, con Iglesias, que "la vida sigue igual". Tambi¨¦n segu¨ªa igual en Chile, seg¨²n gran reportaje de Maruja Torres, en los estadios donde Julito cantaba sobre la sangre derramada y las manos volanderas y saltarinas de los ajusticiados o beneficiarios cad¨¢ver de la justicia. Pero esto no es una pandecta contra Julio Iglesias, que me ha enviado (su productora) dos entradas para la otra noche (yo en seguida me vendo por dos entradas), sino una constataci¨®n (fea palabra: perdona, querido Luis Calvo) de que Espa?a sigue siendo el¨ªptica (Fraga/Felipe) y, por tanto, nos lleva siempre al peligro de bipolarizaci¨®n.El alcalde de Marinaleda me tiene al d¨ªa todas las ma?anas, al canuto, de c¨®mo va por all¨ª la ocupaci¨®n de fincas. Ya le he dicho que me voy con ellos a la marcha verde/lim¨®n de la revoluci¨®n agraria. Ocho encarcelados por ocupar fincas. Una gomad¨®s del gobernador civil (petardo que cre¨ªamos exclusivo de la gloriosa ETA), para volar la iglesia del encierro. Cientos de personas en huelga de hambre. Esto, lo lamento -ay-, no lo resuelve el bipartidismo relojero, por muy sislero que se ponga don Manuel y pico. Dec¨ªa don Paco Cossio que un hombre empieza a arruinarse por los pies (zapatos viejos). Espa?a tambi¨¦n suele principiar sus deflagraciones por abajo, o sea por el Hondosur. Casas Viejas acab¨® con Aza?a y no quisi¨¦ramos que Marinaleda acabase con Felipe. Tampoco quisi¨¦ramos, ni mucho menos, que Felipe/Fraga acabasen siendo una pareja de cabecera de cartel como hoy lo son Buero/Gala, por ejemplo, en el teatro, pues si bien la elipse de Kepler, a la que todos los d¨ªas me asomo, es la figura m¨¢s excelsa de la geometr¨ªa apasionada, origen del g¨®tico floreado o no, la bipolaridad, en pol¨ªtica, en seguida se fosiliza o mecaniza. Es un presidencialismo embozado en dos. Es, claro, lo que m¨¢s quisiera Fraga en esta vida. Indio Juan, en su ¨²ltimo y bello disco, mete textos de Espri¨², Prevert, Borges y Umbral. La circunferencia, esa gorda, esa reinona, es la forma del disco y el eterno retorno de quienes nunca vamos a retornar. Con las entradas de Julio Iglesias en el bolsillo -I'm sorry-, me fui al estreno de Concha Velasco/Marsillach. La Grand Guerre, nos recuerda Adolfo, se hizo en los grandes hoteles, los expresos internacionales y la suite er¨®tica de las esp¨ªas con idiomas, como taquimecas. Hoy la guerra se hace tirando al pich¨®n de los aviones de ingenuos pasajeros, y la pol¨ªtica, en Espa?a, mediante una oposici¨®n que no quiere ser la ant¨ªtesis de la tesis/s¨ªntesis dial¨¦ctica.
FRANCISCO UMBRAL
GAB?S,
R¨ªos/Iglesias. La transici¨®n, la reforma y la regeneraci¨®n no han suturado nada. Presidente Gonz¨¢lez le record¨® a Iglesias sus deberes fiscales. La vida nacional es una elipse y hemos de acostumbrarnos a eso, que no me parece mal, siempre que se mantenga la dinamicidad de los dos polos ("la desconfianza rec¨ªproca", dir¨ªa Sartre). Jet/Iglesias, parados/R¨ªos. Esta es la cuesti¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.