Patricia Highsmith y su gente
La escritora norteamericana participa en las conversaciones sobre 'novela policiaca y cine' en el festival de San Sebasti¨¢n
Lleg¨® cansada a Donostia, pero lentamente la curiosidad se impuso y por la noche ya estaba lista para conocer la ciudad, en cuyo festival participar¨¢ a partir de hoy, como figura invitada, en las conversaciones que, sobre novela policiaca y cine, van a celebrarse. Patricia Highsmith, 62 a?os y un rostro tan inolvidable como sus novelas, no vino sola: con ella, flotando en torno a ella como un hectoplasma, est¨¢n sus personajes, obsesionados, perversos, activos o pasivos, hombres o mujeres.
ENVIADA ESPECIALCon Patricia Highsmith est¨¢n, sobre todo, Ripley y Edith, dos caras de una misma moneda, el muchacho que se sobrepone a sus carencias por v¨ªa de la suplantaci¨®n y el asesinato, y el ama de casa que pe rece aplastada por su propia vulnerabilidad.
Es atrozmente t¨ªmida, angustiosamente t¨ªmida, hasta el punto de que cuando, a las diez y pico de la ma?ana, te ofrece whisky puro en una copa de agua, aceptas con entusiasmo para ver si eso te libera de tu propia ansiedad ante la escritora. Es tambi¨¦n desma?ada. Pasea por la habitaci¨®n del hotel como si no supiera qu¨¦ hacer con su cuerpo, con sus manos, con las puertas del armario que se bambolean en un juego de espejos, con la bandeja del desayuno... Anoche, durante la cena, en vez de acercarme su cigarrillo para que le diera fuego, sigui¨® sosteni¨¦ndolo entre los dedos y adelant¨® los labios hacia el mechero en un gesto que parec¨ªa un gag improvisado y que era puro despiste f¨ªsico; y, a continuaci¨®n, el Gitane envuelto en papel de ma¨ªz se le cay¨® de las manos, y todos nos re¨ªmos, ella la primera, aunque algo avergonzada de su torpeza.
De modo que esta ma?ana est¨¢ nerviosa, y se nota que lamenta haber acordado la cita, pero es tan gentil, tan dulce a pesar de su rostro feroz, que se somete con amabilidad al martirio, y, para empezar, rechaza mi teor¨ªa de que Patricia Highsmith, que desde siempre ha elegido para vivir la soledad, como ha elegido Europa, encierra sus obsesiones en los libros para protegerse mejor, en la vida, de las amenazas que puedan acecharla.
"No, no, yo no me defiendo", dice. "No me protejo. Lo que hago es escribir las ideas divertidas que se me ocurren".
Tambi¨¦n niega que ella, tan poco sociable, haya creado a Ripley un poco como un alter ego a quien le gustar¨ªa parecerse, y no en los asesinatos, desde luego, sino en su forma de seducir a los dem¨¢s: "No quiero ser Ripley. Por otra parte, es falso que sea siempre un seductor. Precisamente, Ripley conoce muy bien sus propios fallos, y eso hace que muy a menudo experimente inseguridad".
Est¨¢ de acuerdo conmigo, sin embargo, en que su mundo de escritora resulta muy dif¨ªcil de trasladar al cine: "Casi siempre, las pel¨ªculas se quedan en la an¨¦cdota, lo obvio". Alain Delon, para ella, sigue siendo el cuerpo m¨¢s cercano que Ripley tuvo nunca en el cine: "Todo el mundo, en Espa?a, se enamor¨® de Alain Delon cuando le vimos haciendo de Ripley en A pleno sol", le digo. Se echa a re¨ªr: "S¨ª, parece que a Ren¨¦ Clement, el director, le pas¨® lo mismo".
No obstante, abomina del final moralista de la pel¨ªcula, y se la ve un poco distante del cine: "Yo no participo en los guiones de pel¨ªculas basadas en mis novelas, porque estoy muy poco dotada para escribir en im¨¢genes. Por suerte, ahora tengo derecho a leer los guiones definitivos, a los que puedo o no dar mi aprobaci¨®n".
Dice no estar dotada, para las im¨¢genes, pero cuando dej¨® la Universidad, a los 21 a?os, permaneci¨® durante un a?o estero escribiendo textos para comics. "Eso me permiti¨® ganar alg¨²n dinero y tener una vivienda confortable, porque antes s¨®lo dispon¨ªa de una habitaci¨®n sin ba?o". Nunca ha sido mujer de ataduras, de forma que en seguida se puso a trabajar en casa: "De hecho, nunca m¨¢s volv¨ª a tener un trabajo fijo". Desde el ¨¦xito de Extra?os en un tren, cuando ten¨ªa 26 a?os, escribe novelas y relatos, y lo hace sin horario fijo, sin una disciplina determinada, salvo la de acabar lo que tiene entre manos y reescribirlo hasta tres veces: "Si tengo sue?o duermo hasta tarde, y me doy por satisfecha si escribo cuatro horas al d¨ªa".
Siempre que tiene una idea para un libro viaja hasta el lugar en donde piensa situar la acci¨®n, para recoger detalles ambientales. ?ltimamente ha estado en Estados Unidos, para su ¨²ltima creaci¨®n, People who knocks at the door, que pronto ser¨¢ editada en Espa?a, por Anagrama. En este libro se halla presente una de sus principales preocupaciones: el aborto, y el derecho de las mujeres a decidir sobre el mismo sin que la Iglesia ni los pol¨ªticos se inmiscuyan.
Bebedora de whisky y de cerveza, nunca de vino, amante de la comida mexicana, que le recuerda su Texas natal, mujer que pas¨® una etapa de su vida observando c¨®mo viv¨ªan los caracoles que recog¨ªa y aislaba entre lechugas, f¨ªsicamente elegante, con una voz muy rauca y unas ojeras grandes, cocinera para sus gatos gourmets, Patricia Highsmith es un enigma que se abre y se cierra. Lo que queda, al final, es un deseo profundo de conocerla bien, m¨¢s all¨¢ de las entrevistas.
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