Silencio sobre la muerte
Hace un par de semanas, su peri¨®dico -entre otros- publicaba la noticia de la tr¨¢gica muerte de mi hermana, Mar¨ªa del Carmen Samaranch Kirner, en Ebebiy¨ªn, Guinea Ecuatorial. Tanto en esa primera informaci¨®n como en otras posteriores se ha deslizado alguna que otra inexactitud y alguna que otra falsedad. Quisiera corregir aqu¨ª lo que considero m¨¢s urgente.1. Al escribir ¨¦sta, han transcurrido nueve d¨ªas desde el triste suces¨®. Esta es la hora en que ninguno de los hermanos hemos recibido ninguna comunicaci¨®n oficial sobre el hecho. Ninguna carta o telegrama de condolencia, ninguna nota informativa, ninguna garant¨ªa de que se iban a exigir responsabilidades y se iban a dar explicaciones: nada. La noticia primera lleg¨® a la familia a trav¨¦s de una instituci¨®n privada, la congregaci¨®n de que formaba parte mi hermana. Otros detalles tuvieron que saberse por la Prensa o la radio. Personalmente logr¨¦ saber algo m¨¢s, de manera oficiosa y c¨¢lidamente personal, del se?or director general de la comisi¨®n mixta.
2. Mi hermana hab¨ªa ido a Guinea en el equipo de ayuda humana que el Gobierno espa?ol comprometi¨® en el Convenio de Cooperaci¨®n con Guinea Ecuatorial a ra¨ªz de la ca¨ªda de Mac¨ªas. Nuestro Gobierno es, as¨ª, en una buena parte, responsable de ese contingente humano. Como tambi¨¦n lo
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debe ser el Gobierno guineano. Sin embargo, no tenemos conocimiento oficial alguno, y tampoco oficioso, del contenido de alguna nota de protesta de nuestro Gobierno o de promesa de los debido resarcimientos o excusas por parte del guineano. Tal vez para el nuestro, dadas las circunstancias, haya de ser est¨¢ una gesti¨®n m¨¢s y sin duda menos lucida que la de condenar el derribo de un avi¨®n surcoreano en foros internacionales. Sin embargo, la muerte de mi hermana no es menos una flagrante violaci¨®n de un derecho humano, con indudables agravantes en el contexto en que se ha producido.
3. La puesta a disposici¨®n de dos pasajes de avi¨®n para los familiares se hizo igualmente de forma indirecta, sin que mediara intervenci¨®n oficial alguna que garantizara los pasos de frontera y otras seguridades de rigor en un caso as¨ª.
Nuestra paciencia ha llegado A su t¨¦rmino y creo que todo ello debe ser conocido p¨²blicamente. Hemos reaccionado de forma serena y comedida, creyendo que los poderes p¨²blicos actuaban por racional responsabilidad, no bajo la presi¨®n de histerismos emocionales.
Posiblemente era esperar demasiado del Gobierno de nuestro pa¨ªs. /
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