Los desequilibrios del terror
Cierto lord ingl¨¦s del siglo XVIII aseguraba que de la tragedia de Otelo s¨®lo pod¨ªa sacarse una moraleja: las se?oras casadas deben tener buen cuidado de no perder sus pa?uelos. Por lo visto, para ¨¦l, la culpa del desaguisado del moro veneciano no la ten¨ªan sus propios celos desmesurados ni las maquinaciones del p¨¦rfido Yago, sino un descuido de la pobre Desd¨¦mona. Primero me la estrangulan y luego encima la rega?an... Record¨¦ este ejemplo sobradamente abusivo de l¨®gica injusta leyendo ciertos comentarios editoriales acerca del criminal derribo del Boeing 747 surcoreano por aviones sovi¨¦ticos. Para algunos, se trataba de un "aviso para los pacifistas"; poco falt¨® para que los partidarios del responsables por pasiva del masivo asesinato. El hilo argumental de tales reconvenciones (en la medida que tal hilo pueda rastrearse en procesos de escritura que pertenecen al mero reflejo, no a la reflexi¨®n) se basa en la suposici¨®n de que los pacifistas o, mejor, los antimilitaristas creen que no existe realmente peligro ruso, que las disposiciones de los sovi¨¦ticos son meramente defensivas, pero no agresivas, o incluso que carecen de tantas zarpas y colmillos aniquiladores como sus colegas norteamericanos. Los doscientos sesenta y tantos muertos del avi¨®n fulminado deber¨ªan, seg¨²n tales analistas, cumplirla misi¨®n p¨®stuma de abrirnos los ojos a los ingenuos sobre los males de este mundo en que vivimos. Seamos, pues, sensatos, reconozcamos las ventajas del equilibrio del terror y aceptemos jubilosamente suscribir las ampliaciones de capital que la multinacional militarista nos proponga. ?Ay, dulce Desd¨¦mona, tan pura, tal fiel, tan sin malicia y, por todo ello, tan culpable y tan ajusticiada! Por desgracia, es demasiado evidente que en los movimientos pacifistas actuales hay un importante contingente -aunque cierprosovi¨¦ticos, cuya lucidez pol¨ªtica es mucho m¨¢s cuestionable que su buena intenci¨®n. Opinan ¨¦stos, en efecto, que la causa de todas las guerras y despliegues armamentistas es primordialmente econ¨®mica (residuos postreros, pero a¨²n refractarios a la luz hist¨®rica de la vieja incomprensi¨®n marxista de la naturaleza belicosa del Estado, que ya conoc¨ªan Hobbes y Spinoza); que, por tanto, s¨®lo el capitalismo puede tener inter¨¦s en propiciar conflictos armados (entendiendo por capitalismo exclusivamente el olig¨¢rquico-liberal, no el monopolista de los pa¨ªses ahora llamados protosocialistas, tras el descr¨¦dito de aquel sarcasmo del socialismo real); que dichos pa¨ªses protosocialistas, en primer¨ªsimo t¨¦rmino la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se encuentran acosados por el capitalismo y qu. e su plena entrega al militarismo ha sido por causas ajenas a su voluntad, como las aver¨ªas en televisi¨®n, y no por deliberado prop¨®sito de pol¨ªtica imperial; que, a fin de cuentas y de manera torpe, limitada y empavorecida, la Uni¨®n Sovi¨¦tica representa en el contexto internacional lacausa de la paz y del progreso social. Ciertamente, esta serie de ingenuidades y residuos no evacuados de la vieja ciencia mesi¨¢nica resultan irritantes en lo te¨®rico y peligrosos en la pr¨¢ctica pol¨ªtica. Porque si, la Uni¨®n Sovi¨¦tica es protosocialista, no veo por qu¨¦ Franco o Pinochet no van a poder reclamar -el t¨ªtulo -de protodem¨®cratas. Y suponer que la hipermilitrizaci¨®n sovi¨¦tica no tiene m¨¢s que fines defensivos me recuerda aquello que dec¨ªa Gibbon cuando, se?alaba que leyendo a Tito Livio le daba a uno la impresi¨®n de que los romanos conquistaron el mundo en defensa propia. Las ambiciones hegem¨®nicas y nacionalistas, imperiales en suma, de la Uni¨®n Sovi¨¦tica son tan evidentes como las de Estados, Unidos, aunque en ambos casos se enmascaren bajo el disfraz paranoico de temor ante la amenaza enemiga. Y lo mismo que para saber en qu¨¦ consiste el liberalismo a lo Wall Street no hay como preguntarles a los salvadore?os o a los nicarag¨¹enses, para enterarse de qu¨¦ es el protosocialismo del Kremlin basta con escuchar a los checoslovacos, a los h¨²ngaros, a los polacos..., a los propios sovi¨¦ticos. Es evidente que toda guerra tiene tambi¨¦n causas econ¨®micas (en algunos casos inventadas a posteriori, como sucedi¨® en el conflicto de las Malvinas), pero la vinculaci¨®n entre militarismo y Estado moderno pasa por registros m¨¢s complejos que los que la teor¨ªa del capital conoce. Sin pretender en modo alguno excusar o comprender a Reagan, uno puede reconocer con perfecta nitidez la realidad de la amenaza sovi¨¦tica.
Pero la triste gracia de todo el asunto del avi¨®n derribado es que viene a probar precisamente lo contrario de lo que los partidarios del equilibrio del terror quieren demostrar. Porque a los 269 pasajeros del Boeing 747 de nada les vali¨® todo lo que EE UU lleva gastado en armamento en los ¨²ltimos a?os. En cambio, les resultaron fatales la militarizaci¨®n del mundo, la espionitis paranoica de los coleccionistas de cohetes, el tenso acecho del primer golpe fue aniquilador y la falta de respeto generalizada porlas vidas de particulares cuando est¨¢ en juego la raz¨®n de Estado. La defensa escalonada, los planes disuasorios, la estrategia de golpe / contragolpe, todo eso no s¨®lo no protegi¨® sus vidas, sino que les conden¨® irremisiblemente. Lo que ayer le pas¨® a ese avi¨®n coreano ma?ana puede ocurrirle a toda una capital europea si el concepto de conflicto nuclear limitado sigue prosperando. Los antimilitaristas no necesitan estar ro¨ªdos por el nihilismo ni atenazados por decadentes p¨¢nicos animales ni subvencionados por el oro de Mosc¨² para darse cuenta de que el mayor peligro para la seguridad de los individuos y el bloqueo de la radicalizaci¨®n del proyecto democr¨¢tico provienen de la carrera de armamentos y de la hipertrofia militar de los Estados. Tratar de buscar una alternativa a la situaci¨®n vigente es todo menos abandonismo; en cuanto a lo ilusorio de la pretensi¨®n pacifista, quiz¨¢ los pasajeros del avi¨®n de Se¨²l descubrieron a su propia costa que la seguridad conseguida por v¨ªa del pugilato armamentista no es tampoco muy de fiar. No, ser pacifista no supone ser traidor a Occidente ni estar rematadamente loco; quien quiera buscar desequilibrados los encontrar¨¢ en la cuerda floja del equilibrismo terror¨ªfico, contando fren¨¦ticamente misiles a derecha e izquierda.
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