Pablo Neruda, la literatura y el compromiso
1. La palabra se realiza en el lector. Y es en ¨¦l que revela su condici¨®n alienante o liberadora. ?Qu¨¦ ocurre en quien lee, mientras lee y despu¨¦s? ?Qu¨¦ gatillos dispara dentro del lector la palabra escrita? La eficacia de un texto se mide por sus resultados, no por sus intenciones. ?Qu¨¦ poder de transformaci¨®n de la realidad puede tener una palabra que no empieza por transformar, aunque sea un poquito, a quien la lee? Por el lector, y s¨®lo por ¨¦l, puede saberse si un poema, novela, art¨ªculo, cuento o lo que sea enciende la conciencia o la adormece, si induce a hacer la historia o a aceptarla, si multiplica o castra la capacidad de amor, de c¨®lera y de asombro; si corta alas o las hace nacer.Cuando la palabra coincide con una necesidad colectiva, se hace de todos. A veces, con efecto retardado. A veces, en seguida. Es el caso de muchos poemas de Neruda. Sus versos se han hecho, como ¨¦l quiso, "actos del menester americano de cada d¨ªa" y "signos de reuni¨®n donde se cruzan los caminos".
2. La palabra nunca es neutral. Por acci¨®n o por omisi¨®n, la literatura participa de la realidad colectiva. Aunque el escritor no lo quiera, aunque el escritor no lo sepa, la literatura refleja la realidad y act¨²a sobre ella. A partir del momento: en que publico, me dirijo a los dem¨¢s y aspiro a comunicarme con otros, aunque cuente y me cuente el cuento de que escribo para m¨ª. Al comunicarme con otros, influyo sobre ellos y, por tanto, en alguna medida, ayudo a que la realidad se perpet¨²e o cambie, elijo entre los indignos y los indignados; y en alguna pedida delato a la realidad aunque no la nombre. Quien habla de literatura realista comete pleonasmo, porque no existe otra. ?Hay algo m¨¢s real que los sue?os, al fin y al cabo? ?Acaso no revelan la realidad los mitos y las leyendas? ?No e$ la imaginaci¨®n un medio de venganza y profec¨ªa, a trav¨¦s del cual la realidad expresa lo que contiene o lo que necesita? ?De d¨®nde viene el paisaje que veo cuando cierro los ojos?
En la ¨²ltima de sus entrevistas, Neruda dijo, con toda raz¨®n: "El realismo ha muerto". Se refer¨ªa a un arte que invoca la realidad para mutilarla y que queriendo copiar la vida, la petrifica.
3. Del compromiso dictado, ?nacen palabras vivas? Conozco la alegr¨ªa de la mano cuando ella escribe lo que de veras siento, y s¨¦ que la mano dibuja palabras sin energ¨ªa de vida cuando obedece, desganada, las ¨®rdenes que le dicto o le transmito. Para que las palabras te lean, como te bebe el buen vino, han de nacer de muy adentro. El acto de creaci¨®n s¨®lo se realiza plenamente en libertad, como cualquier acto de comuni¨®n humana: cuando es verdadero, resulta del di¨¢logo entre la conciencia y las entra?as, o de la saludable guerra que entre ellas libran. Entonces uno est¨¢ en sus palabras, como est¨¢, al decir de Juan Gelman, la madera en el palito.
"Los caminos de la creaci¨®n son inasibles", explicaba Neruda, pero, al mismo tiempo, se enorgullec¨ªa de haber "cumplido con decoro la poes¨ªa a petici¨®n". Con decoro, sin duda, y con la inevitable belleza de todo lo que escribi¨®; pero la poes¨ªa que Neruda hizo por encargo o consigna de partido no 'se destaca, en el conjunto de su obra, por su vitalidad, ni por su originalidad, ni por su eficacia.
4. ?Acaso existen los temas pol¨ªticos? O, mejor dicho: ?existe alg¨²n tema que no sea pol¨ªtico? Si por pol¨ªtica entendemos la participaci¨®n en la vida p¨²blica, el escritor que difunde lo que escribe pierde el derecho de ser confundido con una monja de clausura, sea cual fuere el tema que elija. ,Sin embargo, por un frecuente malentendido, se denomina literatura pol¨ªtica a cuanto texto se escribe sobre ciertos temas que se suponen pol¨ªticos, como si el poema de amor o el cuento fant¨¢stico ocuparan espacios sin riesgo de contaminaci¨®n.
Neruda fue un poeta deliberadamente pol¨ªtico. "Yo protest¨¦, yo protestaron", escribi¨®; y pidi¨® a la poes¨ªa que fuera "utilitaria y ¨²til como metal o harina" y que estuviera dispuesta a luchar cuerpo a cuerpo y a caer desangr¨¢ndose. Y quiz¨¢ fue m¨¢s profundamente pol¨ªtico cuando cant¨® a la mar y a las mujeres amadas y al caldillo de congrio que cuando escribi¨® sus odas a Lenin y a Stalin. Si la funci¨®n pol¨ªtica primordial de la palabra rebelde consiste en revelar la realidad en sus dimensiones escondidas y mentidas, hay tanta o m¨¢s pol¨ªtica en las preguntas a las piedras de Machupicchu y en los versos del capit¨¢n que en las imprecaciones contra los tiranos o en el elogio de h¨¦roes no siempre bien elegidos.
5. Para poder decir, hay que saber escuchar. La palabra, herramienta que el escritor pule cada d¨ªa, ser¨ªa no m¨¢s que un garabato o ruido in¨²til si no sirviera como instrumento de di¨¢logo. Si creo que tengo algo que decir a los dem¨¢s -y quien publica lo cree, aunque crea que no lo cree-, ?no debo empezar por escucharlos? ?Es un mundo de mudos el que concede a pocos elegidos el privilegio de la palabra? ?O hay estructuras de poder que convierten en privilegio de pocos lo que deber¨ªa ser derecho de todos?
Neruda supo escuchar; y por eso pudo ser la voz de los condenados al silencio. Escribiendo dialog¨® y ejerci¨® "una responsabilidad compartida", contra el mon¨®logo del escritor que defiende "su mierable tesoro ?e persona preferida". Neruda compar¨® su oficio con la faena del panadero o del carpintero, y con
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ellos, como ellos, trabaj¨® por la comunidad y para la comunidad; y as¨ª alcanz¨® resonancia universal su celebraci¨®n y su denuncia.
6. Pero, ?y vale la pena? Quiero decir: este oficio o porfiada man¨ªa nuestra. ?Tiene sentido escribir en Am¨¦rica Latina? ?Desde cuando leen los analfabetos? Y los muertos de hambre, ?desde cu¨¢ndo compran libros? Ning¨²n manifiesto ha protestado jam¨¢s contra esta censura estructural, que se aplica sin necesidad de inquisidores ni verdugos. Silenciosamente, la censura estructural castiga de antemano, y sin apelaciones, a la palabra escrita. Ning¨²n decreto de ninguna dictadura podr¨ªa prohibir tanto, ni con tanta impunidad y eficacia. Y si a ella agregamos las censuras que las dictaduras agreg¨¢n y el monopolio de los medios de comunicaci¨®n por los grande s aparatos de poder, puede resultar pat¨¦tico hablar de literatura y rid¨ªculo practicarla.
A esta soledad de la literatura eri Am¨¦rica Latina no hay boom que la disimule. Para muchos es una fuente de desalientos. A ciertos escritores proporciona coartadas c¨®modas para la impotencia y justificaciones m¨¢gicas para la incapacidad de comunicaci¨®n. A otros, due?os de sublimes secretos inaccesibles a la plebe ignara, les alimenta la arrogancia, peri¨®dicamente confirmada por las recompensas oficiales.
Para quienes creemos que escribir es un acto de solidaridad humana, esta situaci¨®n opera, en cambio, como desaf¨ªo, y nos ense?a humildades y paciencias. De gotas se hace la mar. Toda palabra impresa es palabra presa hasta que el lector la libera y la transmite. La resonancia de una obra, aventura de pasi¨®n y de raz¨®n, no se mide por su tiraje. De mil maneras, a veces misteriosas, la palabra se multiplica y se abre camino; y con artes de picard¨ªa salva muros, enga?a adu¨¢nas y llega lejos.
Neruda practic¨® el m¨¢s maldito de los g¨¦neros literarios. Los editores cierran la puerta en las narices de los poetas. Si escasa demanda encuentra la prosa en el mercado, ?qu¨¦ decir de la poes¨ªa? Y, sin embargo..
7. La literatura puede abrir nuevos espacios de creaci¨®n, comunicaci¨®n y cambio. ?Cu¨¢ntos versos de Ner¨²da se han incorporado, en nuestra Am¨¦rica, al decir de todos, y han sido por todos enriquecidos y sucesivamente transformados? ?No ha encarnado ¨¦l en multitudes que lo contin¨²an y que lo contienen aunque no lo hayan le¨ªdo? La lucha por la dignidad humana se parece a sus palabras; sus palabras dan de amar a los amante?. Las pal¨¢bras no se comen, pero hay palabras necesarias como el. pan. Neruda fue un fundador, porque puso nombre a las cosas, y un descubridor, porque supo encontrar los nombres que las cosas merec¨ªan. No invoc¨® el nombre de Am¨¦rica en vano.
Hace 10 a?os, una banda de, carniceros crey¨® que era posible asesinar la democracia en Chile. Despu¨¦s, casi en seguida, lleg¨® la muerte y crey¨® que era posible acabar con Neruda. La democracia chilena, malherida, sigue viva y peleando. Y Neruda respira en tantas gentes y comarcas y habla por tantas bocas que se muere la muerte, de verg¨¹enza.
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