Democracia a la peruana y una exigencia de acuerdo nacional
Hace apenas tres a?os, Per¨² recuper¨® la legalidad constitucional y el pueblo ejerci¨® el derecho de elegir a sus gobernantes. Se abri¨® as¨ª un importante espacio de libertades pol¨ªticas que era fruto de la movilizaci¨®n popular y de las luchas por derechos democr¨¢ticos para el conjunto de la sociedad y de las relaciones de ¨¦sta con el Estado. Importante tambi¨¦n porque, de cara al futuro, las libertades pol¨ªticas configuran un espacio democr¨¢tico que, siendo un bien adquirido por el pueblo, debe ser irreversible y punto de partida para las relaciones sociales y activa participaci¨®n del pueblo en el ejercicio del poder pol¨ªtico.Pero la realidad, que es maestra de vida en la que no se miran los pol¨ªticos que la soberbia quiere perder, demuestra que hoy en Per¨² no s¨®lo no hay avance ni profundizaci¨®n democr¨¢tica, sino que son esos propios espacios los que corren el riesgo de revertir a situaciones que se cre¨ªan superadas y definitivamente sepultadas. Nadie pone en duda que el Gobierno del presidente Bela¨²nde proviene del voto popular y que es ese ¨¦l fundamento de la legalidad de sus actos, siempre que su marco sea la sujeci¨®n y respeto a la Constituci¨®n. Son, en cambio, cada vez m¨¢s vastos los sectores sociales que coinciden en cuestionar la eficacia y la legitimidad de los actos gubernamentales en materia econ¨®mica de defensa de los intereses nacionales y coherencia para el respeto y promoci¨®n del espacio democr¨¢tico.
?Qu¨¦ es lo que provoca este generalizado descontento social? Son muchos factores los que concurren a formar un desencanto colectivo, que es peligroso por las asociaciones simples que identifican la ineptitud para gobernar con la democracia, y tambi¨¦n a estos incipientes y restringidos espacios democr¨¢ticos con la democracia.
Una enumeraci¨®n no excluyente debe se?alar el programa pol¨ªtico y econ¨®mico puesto en ejecuci¨®n, y que para nada ha tomado en cuenta la situaci¨®n de extrema pobreza que afecta a m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n. En efecto, el modelo econ¨®mico de inspiraci¨®n neoliberal puesto en ejercicio por la Administraci¨®n belaundista ha prescindido de los costes sociales que
tales medidas pod¨ªan derivar en los mayoritarios sectores de menores ingresos. ?Que la crisis la paguen los pobres! ha sido la voz de mando de quienes, desde el manejo de la econom¨ªa del pa¨ªs, han dicho una y otra vez que "hay que ajustarse los cinturones". ?C¨®mo, si a nuestras hambrientas masas ya no les queda cintura!
Esta racionalidad fr¨ªa e inhumana surge de la aplicaci¨®n sumisa de los dictados de la banca internacional y del Fondo Monetario en la conducci¨®n de la econom¨ªa y las finanzas. Concurren tambi¨¦n en esta progresiva deslegitimaci¨®n del Gobierno la ausencia de objetivos nacionales precisos, la falta de planes para proteger y promocionar la producci¨®n, la burocratizaci¨®n y la corrupci¨®n administrativa y, por ¨²ltimo, la intolerancia para el di¨¢logo pol¨ªtico y el procesamiento de las demandas sociales.
As¨ª, la inflaci¨®n con recesi¨®n, la desocupaci¨®n progresiva, el desabastecimiento del mercado interno, la ca¨ªda de los sueldos y salarios reales, el confusionismo en la atenci¨®n a las zonas afectadas por desastres naturales y las agudas deficiencias en la prestaci¨®n de los servicios sociales b¨¢sicos configuran un cuadro de crisis social y pol¨ªtica que no se puede explicar con el f¨¢cil expediente de la causalidad estructural y la situaci¨®n heredada.
Por cierto, ambos factores existen, pero ellos no eximen al Gobierno respecto de opciones y orientaciones libremente escogidas y que no s¨®lo han merecido un generalizado rechazo a su gesti¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, sino que lo han desacreditado e identificado como el elemento que tiende a crear situaciones que ponen en riesgo la estabilidad democr¨¢tica. Hoy d¨ªa existe en Per¨² una creciente protesta social que se trata de acallar con represi¨®n y rumores y sobresaltos de golpe de Estado, que, como la experiencia hist¨®rica demuestra, no se diluyen con declaraciones de fidelidad constitucional en v¨ªsperas, y menos resignando cuotas de los atributos del poder y la autoridad civil en los mandos militares.
En este cuadro no es la protesta social la que causa incertidumbre, sino el propio Gobierno el que con su repliegue, sus desaciertos y ambig¨¹edades est¨¢ alimentando el debilitamiento del espacio democr¨¢tico y creando un ambiente que promueve intrigas y acciones aventureras y de desesperaci¨®n. Es, pues, un hecho que la ineficacia gubernamental para atender y solucionar los grandes problemas nacionales afecta sustantivamente a la confianza popular en el r¨¦gimen democr¨¢tico y contribuye a fortalecer las opciones pol¨ªticas que especulan con presuntas soluciones autoritarias, cualquiera que sea su orientaci¨®n ideol¨®gica. Es claro que un Gobierno que ha minado sus bases de consenso no tiene derecho a reclamarse democr¨¢tico, y es, por tanto, explicable la iron¨ªa de quienes, con crudo sarcasmo, califican las vehementes profesiones de fe de los m¨¢s altos dirigentes gubernamentales como tragic¨®mica expresi¨®n de una democracia a la peruana. Pero nada autoriza tampoco a que este pueblo sea sumido en los oscuros reinos de la antidemocracia.
Este planteamiento nos lleva a referirnos a dos asedios adicionales que sufre el espacio democr¨¢tico conquistado por el pueblo. Uno es la agresi¨®n que proviene de Sendero Luminoso, y el otro, la progresiva militarizaci¨®n de la sociedad como presunto remedio tanto para la incompetencia gubemamental como para, la insurgencia senderista.
Son varias las veces que hemos manifestado nuestra total discrepancia con Sendero Luminoso y la reiteramos ahora. Sus concepciones mecanicistas y absolutamente autoritarias del poder y de las relaciones sociales, sus posiciones mesi¨¢nicas y su rechazo a todo elemento de progreso, de cultura y de integraci¨®n proveniente de nuestra acumulaci¨®n hist¨®rica hacen de esta organizaci¨®n pol¨ªtica un polo negativo y contrario a todo proyecto basado en la construcci¨®n de la naci¨®n, en el fortalecimiento del poder popular y en el asentamiento de la democracia, es decir, a to do proyecto que en esencia realice el socialismo.
Sendero, hacia el fascismo
Pero Sendero no s¨®lo est¨¢ destruyendo la credibilidad del proyecto alternativo socialista, sino que sus acciones y sus m¨¦todos hoy lo constituyen corno uno de los factores que m¨¢s contribuyen a la desestabilizaci¨®n democr¨¢tica y a dar aliento a proyectos fascistas supresivos de todas las libertades. Es m¨¢s, es lo que busca; sabiendo, como sabe, que la depresi¨®n socioecon¨®mica, la explot¨¢ci¨®n a los trabajadores y el secular abandono d¨¦ la regi¨®n andina, que empujan a la desesperaci¨®n y a la captaci¨®n de adeptos f¨¢cilmente fanatizables, no desaparecer¨¢n con soluciones autoritarias, antes bien, aumentar¨¢n las contradicciones que coyunturalmente refuercen su fan¨¢tica visi¨®n del mundo.
Esta perspectiva, en adici¨®n de nuestra vocaci¨®n democr¨¢tica, nos lleva a cuestionar frontalmente la progresiva militarizaci¨®n del Gobierno y la tendencia a generalizar situaciones y soluciones en las que la Constituci¨®n queda de lado, pues gobernar con suspensi¨®n de garant¨ªas constitucionales es simple y llanamente prescindir de la Constituci¨®n. No, no es con una inocultable bordeberrizaci¨®n del Gobierno ni con represi¨®n violatoria de los derechos humanos como la que aplica el llamado pol¨ªtico-militar en Ayacucho como se combaten y liquidan problemas cuyas causas primeras est¨¢n en la falta de integraci¨®n hist¨®rico-cultural del pa¨ªs, en el atraso socioecon¨®mico y en el secular abandono de las regiones del interior. Por lo dem¨¢s, no recuerda la memoria hist¨®rica de Am¨¦rica Latina un solo caso en el que la subordinaci¨®n de la sociedad a los encuadres militaristas sirvi¨® para la consolidaci¨®n del Gobierno civil. Todo lo contrario, "as¨ª comenz¨® siempre el final...".
Pero reclamar a la actual Administraci¨®n por la fragilidad de su comportamiento democr¨¢tico, por las lecciones no aprendidas o por su torpeza para no rectificar pol¨ªticas no deja de ser una actitud meramente declamatoria y defensiva. Muchos de los errores y del deterioro social en que vivimos son obra tambi¨¦n de la inercia pol¨ªtica, de la falta de iniciativas de las fuerzas opositoras acompa?adas de movilizaci¨®n popular, del silencio de instituciones sociales cuya raz¨®n de ser es m¨¢s bien la cr¨ªtica, el ejercicio de la opini¨®n independiente, el juicio moral y la sugerencia de alternativas.
Y all¨ª donde la sociedad civil es d¨¦bil son las tendencias represivas las que se hacen fuertes frustrando las posibilidades de democratizaci¨®n.
?Cu¨¢l es entonces la salida? Casi no hay necesidad de decirlo, porque fluye de todo el an¨¢lisis, pero una situaci¨®n de grave crisis pol¨ªtica y social como la que afecta a Per¨² hoy exige un acuerdo nacional para la defensa del espacio democr¨¢tico, porque ese es el inter¨¦s y la posibilidad del pueblo en la perspectiva hist¨®rica de acumular fuerzas y darle organicidad a su propia alternativa.
Opciones liberadoras
Por eso mismo -y sin renunciar al leg¨ªtimo trabajo de avanzar en el desarrollo de opciones liberadoras como la que propugna la izquierda nacional y socialista- debe haber un acuerdo ahora, para impulsar un programa de satisfacci¨®n a las necesidades b¨¢sicas, respeto a los derechos humanos y pacificaci¨®n del pa¨ªs, en cuya ejecuci¨®n quede obligatoriamente comprometido el Gobierno.
Un acuerdo nacional como el que proponemos convoca por igual a los partidos pol¨ªticos, a las organizaciones sindicales, a los comit¨¦s populares, Iglesia, colegios profesionales, instituciones empresariales nacionales e intelectuales, para realizar trabajos de articulaci¨®n social y de capacidad de mediaci¨®n y propuesta con los cuales conseguir contenidos positivos para la efectiva recuperaci¨®n y fortalecimiento de los espacios democr¨¢ticos. De esto se trata, de una defensa que permita reactivar la ofensiva de la movilizaci¨®n popular; sin ¨¦sta ser¨¢ muy dif¨ªcil obtener una rectificaci¨®n de las pol¨ªticas gubernamentales. Y sin rectificaci¨®n no quedar¨¢ m¨¢s que el barranco.
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