Walesa, premio Nobel de la Paz.
NO ES f¨¢cil la misi¨®n del comit¨¦ parlamentario noruego encargado de conceder el Premio Nobel de la Paz: su decisi¨®n otorga, de golpe, no s¨®lo una recompensa en met¨¢lico, sino un protagonismo completamente excepcional a una persona (a lo sumo a dos), en un mundo lleno de contradicciones y conflictos. Algunos de sus faIlos no han sido corroborados por la historia ulterior, sobre todo cuando implicaban un compromiso excesivo con determinadas opciones pol¨ªticas -recordemos las parejas Beguin-Sadat y Kissinger-Le Duc Tho, que supon¨ªan apostar por soluciones de paz en Oriente Pr¨®ximo y en Indochina, que luego no se produjeron-. Otra cr¨ªtica que se ha formulado es la de una exagerada propensi¨®n a seleccionar en los pa¨ªses del Este personalidades disidentes, potenciando as¨ª la propaganda occidental. Pero estas consideraciones no pueden disminuir la satisfacci¨®n con la que saludamos, seguros de compartir este sentimiento con la gran mayor¨ªa de los dem¨®cratas espa?oles, la concesi¨®n del Nobel de la Paz a Lech Walesa, fundador y dirigente del sindicato Solidaridad. El significado de esta concesi¨®n, aunque pueda ser utilizada para propagandas interesadas, trasciende sin ninguna duda la pugna entre los bloques del Este y del Oeste. Como en el caso de la gran pacifista sueca Alva Myrdal, o en el del abanderado de los derechos humanos en Argentina, Adolfo P¨¦rez Esquivel, el Premio Nobel se asocia este a?o con algunos de los valores ¨¦ticos y pol¨ªticos m¨¢s indiscutibles -y en cierto modo m¨¢s olvidados- de nuestra ¨¦poca, y sin los cuales la causa de la paz perder¨ªa una buena parte de su contenido sustancial.Si hay un caso en que el alcance del premio va m¨¢s all¨¢ de la persona que lo recibe, es el de Walesa: con ¨¦l son distinguidos los millones de trabajadores polacos que, en un movimiento sin precedentes, se afiliaron al sindicato Solidaridad para demostrar su voluntad de conquistar de forma racional, pac¨ªfica y organizada el derecho a intervenir en los asuntos de su pa¨ªs, el derecho a la participaci¨®n y a la libertad. Hace falta recordar que en un plazo cort¨ªsimo Solidaridad agrup¨® a 10 millones de trabajadores y se convirti¨®, proporcionalmente, en el sindicato m¨¢s numeroso, m¨¢s potente, de todos los existentes en Europa y en el mundo. Era adem¨¢s un sindicato nacido a partir de una voluntad de la base, de las f¨¢bricas, las minas y las oficinas, no de los aparatos o del Gobierno. La creaci¨®n de Solidaridad abr¨ªa al mismo tiempo un camino concreto para facilitar nuevas relaciones entre el Estado y la sociedad, en ese sistema pol¨ªtico calificado con la expresi¨®n de socialismo real, en la que el adjetivo real sirve curiosamente para indicar la irrealidad del sustantivo. Solidaridad representaba una posibilidad efectiva de superar en Polonia, sin violencia, sin rupturas, el car¨¢cter radicalmente ademocr¨¢tico de tal sistema. Y en la actualidad, a pesar del golpe militar, de las persecuciones y la clandestinidad, Solidaridad sigue teniendo una influencia considerable.
Por otra parte, la concesi¨®n del Premio Nobel a Walesa contribuye a destacar un rasgo de fondo de la actual coyuntura internacional: el v¨ªnculo intr¨ªnseco que existe entre la lucha por la libertad y la democracia -por los derechos de los trabajadores- y la causa de la paz. Para que alcancen plena efectividad los movimientos pacifistas, que en Occidente desempe?an un papel creciente y obstaculizan las tendencias al rearme y a la guerra, es imprescindible que tambi¨¦n en los pa¨ªses del Este la voz de los ciudadanos, la voluntad de los pueblos, pueda expresarse con un m¨ªnimo de libertad. Frente a comedias rid¨ªculas, incluso escandalosas, como las manifestaciones por la paz en Mosc¨², organizadas por el Gobierno, el Premio Nobel de la Paz a Lech Walesa recuerda que no se puede separar la lucha por la paz de la lucha por la libertad y la democracia.
En la situaci¨®n particularmente compleja y dif¨ªcil creada por el golpe militar de JaruzeIski, Walesa sufri¨® un per¨ªodo de internamiento y fue luego puesto en libertad; desde entonces, y a pesar de una vigilancia permanente, ha logrado aunar una especie de doble personalidad: de un lado, cumple su vida normal de trabajador de los astilleros de Gdansk, y a la vez conserva el contacto con la direcci¨®n clandestina de Solidaridad. Es as¨ª principalmente un hombre de di¨¢logo. Confirm¨® esta cualidad hace unas semanas, cuando entabl¨® una discusi¨®n con el ministro Rakowski ante una asamblea de obreros; ¨¦stos abuchearon al ministro y ovacionaron a Walesa. Frente a actitudes de desesperaci¨®n o violencia, que pueden ser engendradas por la represi¨®n gubernamental y estimuladas por intereses turbios, Walesa representa la sensatez, la racionalidad, la voluntad de di¨¢logo. El valor de tal actitud cobrar¨¢ sin duda en el futuro mayor realce; cuando, por unos u otros caminos, se imponga en sociedades hoy bloqueadas la necesidad de dar paso a la pluralidad de las opciones, a la expresi¨®n de la voluntad de los ciudadanos. Hoy por hoy, en la agitada situaci¨®n internacional que estamos atravesando, la concesi¨®n del Nobel de la Paz a Walesa subraya dos cuestiones decisivas: el peso de los sindicatos y de los trabajadores en general en la lucha por la paz y el enlace ¨ªntimo entre la causa de la paz y la causa de la libertad.
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