Fulgor de la memoria
Cuando el primer ministro israel¨ª present¨® la dimisi¨®n por motivos personales, dicen que sus allegados encontraban en ¨¦l una conducta suicida. A lo peor, en estos momentos, los hechos desmienten mi pensamiento, pero creo que Menajem Beguin no se suicidar¨¢. Y no lo va a hacer porque ya casi lo ha hecho. Con su dimisi¨®n, Beguin ha matado a su yo pol¨ªtico, a su ser p¨²blico, para quedarse con su yo privado. Mata su personalidad para intentar ser persona: est¨¢ muy claro que la dimisi¨®n es por esos motivos personales que siempre se aducen. Motivos, que no razones. Los motivos aqu¨ª son tambi¨¦n razones del coraz¨®n que la raz¨®n desconoce. Motivos que, etimol¨®gicamente, adem¨¢s, mueven a obrar; mientras que la raz¨®n es a veces contemplativa e inoperante.Beguin dej¨® de afeitarse y se refugi¨® entre sus hijos. La barba es como un tel¨®n piloso. Es un apartamiento del mundo, como un luto b¨ªblico y antiguo por la muerte de su otro yo. Y la melancol¨ªa depresiva de que hablan las cr¨®nicas, su presunta, y espero que nunca probada conducta suicida, es la locura de la memoria. Ya se?alaba el bueno de Schopenhauer que la verdadera salud del esp¨ªritu es la memoria perfecta del pasado. Y a?ad¨ªa: "Resultante de mi larga experiencia, ha llegado a arraigar en m¨ª la creencia de que en los actores es relativamente m¨¢s frecuente la locura, por el abuso que hacen de la memoria".
Abusan de la memoria para aprenderse su papel: para representar. ?Y en qu¨¦ ha venido a parar toda pol¨ªtica contempor¨¢nea si no es en representaci¨®n ... ? La locura del actor no es hoy nada comparada con la enajenaci¨®n del pol¨ªtico. Pues el actor, pese a la tortura de la doble funci¨®n diaria, est¨¢ en el escenario por tiempo limitado; pero el pol¨ªtico, con esa pu?eter¨ªa de la llamada imagen, anda el pobre a todas horas como puta por rastrojo. Sobrellevan pol¨ªticos y actores el drama de la provisionalidad, cambiar continuamente de papel, no saber qu¨¦ tocar¨¢ hacer ma?ana: en otra temporada, en otra legislatura. Y esto les consume. Sufren de lo que antes se llamaba sunnenage y hoy stress o estr¨¦s, y que siempre en el quej¨ªo flamenco se expresaba con una oraci¨®n can¨®nica: "Las fatiguitas que yo estoy pasando..."
Por eso, la ilusi¨®n secreta del actor era ser como Enrique Rambal, que, temporada tras temporada, representaba la pasi¨®n de Cristo. Y al terminar la obra, ya en la apoteosis tr¨¢gica y redentora del G¨®lgota, desprend¨ªa una de las manos clavadas en la cruz para advertir a los asistentes: "Se comunica al distinguido p¨²blico que ma?ana habr¨¢ funciones a las siete y a las once". Y por eso, tambi¨¦n la ilusi¨®n inconfesable del pol¨ªtico es ser vitalicio como los dictadores, mon¨®tonos repetidores de un ¨²nico papel: el suyo. Siempre cree el pol¨ªtico ejerciente que lo importante es durar, por mucho que el distinguido y escaldado p¨²blico gobernado sospeche que en muchas ocasiones el destino hist¨®rico de todo Gobierno parece consistir en hacer bueno al anterior. Se trata de durar, permanecer en el mismo papel, superar las 500, las 1.000 representaciones, ser perpetuas como esas obras de Ionesco o Agatha Christie que alargan en Par¨ªs y Londres la vida de sus autores.
Pero los que cambian mucho de papel o de programa viven alterados, fuera de cierto ensimismamiento placentero, sumidos en la esquizofrenia de ser Jekill y Hyde, sin saber si son uno u otro o acaso un tercero entre los dos. Esto ¨²ltimo les pasaba a dos hermanos gemelos que hace ya muchos a?os viv¨ªan por una playa del sur portugu¨¦s. Hab¨ªan venido de Brasil, donde viv¨ªa su padre y vivi¨® el padre de su padre, que cuando naci¨® ¨¦ste (es decir, el que luego ser¨ªa padre de los ni?os) quiso llamarlo Tigre, en homenaje a Georges Clemenceau. Pero el cura de Manaus que iba a bautizarlo se neg¨® a ello, porque el nombre no figuraba en el santoral cristiano. Protestaba el padre contra tal decisi¨®n y dec¨ªa: "Es injusto. ?Nada menos que 13 papas se han llamado Le¨®n y no puede un cristiano llamarse Tigre!".
El que no pudo llamarse Tigre (a quien pusieron Georges) fue con el tiempo padre de trillizos.
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Dio con un sacerdote complaciente y pudo bautizarlos a gusto: Fulgor, Brioso y Pleamar. Eran tres hermanos id¨¦nticos, algo as¨ª como cl¨®nicos anticipados... Una tarde aciaga, la barca donde viajaban con su ni?era zozobr¨® en el r¨ªo y uno de los ni?os fue a dar sobre un cardumen de pira?as, que se lo merendaron con presteza. La ni?era nad¨® hacia los voraces peces y se ofreci¨® como segundo plato. As¨ª pudieron salvarse las otras dos criaturas. Llegaron a la orilla ensangrentados y sin ropas, con el habla perdida por el susto. Y nadie pudo saber cu¨¢l de los tres era el ni?o muerto. Vinieron a Europa para olvidar, a unas aguas donde en lugar de pira?as hab¨ªa jureles, y con el paso de los meses rompieron otra vez a hablar; pero ya no sab¨ªan c¨®mo se llamaba cada uno, pues lo mismo les dec¨ªan Fulgor, Pleamar o Brioso, y eran m¨¢s conocidos por sus apellidos: Gomes. Los dos ni?os supervivientes ten¨ªan ahora cada uno su ni?era y la gente se refer¨ªa a ellas como las amas negras. Cosa parad¨®jica: acaso aquellas mulatas, m¨¢s que amas eran todav¨ªa esclavas.
Cuando a uno de los gemelos se le preguntaba qui¨¦n era, respond¨ªa: "No s¨¦ si soy yo o mi hermano o acaso el otro". El otro era el hermano merendado por las pira?as.
Pas¨® a¨²n m¨¢s tiempo y un d¨ªa le¨ª unos versos que ven¨ªan a decir casi lo mismo: "Eu n?o sou eu nem sou o outro, / Sou quaIquer coisa de interm¨¦dio". Eran de Mario de S¨¢-Carneiro, un malogrado poeta portugu¨¦s que a los 26 a?os se suicid¨® en Par¨ªs. Quienes saben dicen que S¨¢-Carneiro fue como el Werther de Fernando Pessoa: gracias a su suicidio se evit¨® el de este genio de la poes¨ªa del siglo XX. Pessoa, por su parte, resolvi¨® la tensi¨®n entre persona y personalidad parti¨¦ndose en sus varios heter¨®nimos po¨¦ticos a la manera como un espejo se rompe en pedazos, cada uno aut¨®nomo y todos espejos. Pero Men¨¢jem Beguin no es precisamente un poeta con heter¨®nimos, ni tuvo un amigo que se suicidara por ¨¦l. As¨ª que ha hecho el verbo suicidar transitivo (como aqu¨ª en Espa?a hacen con el verbo cesar) y suicida a su yo pol¨ªtico.
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