C¨®mo desactivar el 'arma alimentaria'
?Qu¨¦ ha pasado con el arma alimentaria, de que tanto o¨ªamos hablar? ?Se firm¨® su certificado de defunci¨®n en Mosc¨² durante la reciente visita del secretario de Agricultura norteamericano, John Block, en la cual se lleg¨® a un nuevo acuerdo a largo plazo para la venta de grano a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a pesar del estancamiento de las conversaciones sobre desarme de Ginebra y la protesta mundial por el derribo del avi¨®n surcoreano?El arma sigue siendo todav¨ªa potente, pero ha habido un cambio de pensamiento sobre c¨®mo y cu¨¢ndo puede utilizarse. Jimmy Carter dispuso un embargo de las ventas de grano a los rusos como castigo por la invasi¨®n de Afganist¨¢n. Pero tanto ¨¦l como sus asesores olvidaron algunos hechos cruciales.
En primer lugar, Estados Unidos no tiene una junta nacional de comercializaci¨®n de productos agr¨ªcolas, y todo el comercio de granos lo dirigen corporaciones transnacionales que, por definici¨®n, no tienen ning¨²n inter¨¦s patri¨®tico que defender. Consecuentemente, el Gobierno de Estados Unidos no tiene ning¨²n control sobre el volumen y destino de sus exportaciones alimentarias, que pueden dirigirse a cualquier destino, v¨ªa las delegaciones extranjeras de las compa?¨ªas si hace falta.
En segundo lugar, para que sea eficaz, un embargo de ventas decretado por un pa¨ªs exportador debe ser aceptado por el resto de abastecedores potenciales, que no comparten necesariamente las opiniones pol¨ªticas de Estados Unidos. La mayor¨ªa no pueden resistir la tentaci¨®n de una oportunidad de ventas inesperada. As¨ª, pues, no es nada sorprendente que, tras el decreto norteamericano, Canad¨¢ aumentara sus ventas a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en un 50%, y que Francia, tras un breve per¨ªodo de solidaridad, hiciera otro tanto. Incluso India vendi¨® dos millones de toneladas de granos a los sovi¨¦ticos. Pero el ganador absoluto fue Argentina, que firm¨® un contrato de cinco a?os por un total de 20 millones de toneladas de trigo, m¨¢s otras cuatro toneladas y media que les entreg¨® instant¨¢neamente.
?stas fueron las razones por las que la prohibici¨®n de venta de granos no hizo mella alguna en las provisiones sovi¨¦ticas, y por las que sus tropas contin¨²an en Afganist¨¢n, y por las que el arma alimentaria les estall¨® a los norteamericanos entre las manos. La lecci¨®n que se saca del embargo de las ventas es que el arma alimentaria no puede funcionar contra un pa¨ªs solvente: lo ¨²nico que se consigue es disminuir la parte del mercado del exportador exterior (Estados Unidos abastece actualmente s¨®lo el 30% de las necesidades de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en comparaci¨®n al 75% anterior a la prohibici¨®n de ventas) e irritar a los agricultores (que influyeron fuertemente en la derrota electoral de Carter).
Sin embargo, el arma alimentaria puede tener ¨¦xito contra pa¨ªses menores y m¨¢s d¨¦biles. Uno de los ejemplos fue el cierre de cr¨¦ditos a Nicaragua para la compra de trigo. (El arma opera tambi¨¦n en sentido contrario; es decir, cuando Estados Unidos cancel¨® la cuota de venta de az¨²car de Nicaragua). En este caso, el empleo de este arma fue de un gran servicio para el pa¨ªs atacado: sirvi¨® para convencer al Gobierno sandinista de que deber¨ªa hacer todos los esfuerzos necesarios para ser autosuficiente en materia alimentaria, algo que ha conseguido ya casi totalmente.
El verdadero peligro para la mayor¨ªa de pa¨ªses no es que un arma alimentaria pol¨ªtica se vuelva contra ellos, sino su creciente dependencia de los mercados internacionales de granos. Las importaciones mundiales de granos aumentaron de 142 millones de toneladas en 1977 a 208 millones de toneladas en 1982, es decir, un aumento del 44% en un plazo de cinco a?os. Estados Unidos puso en el mercado cerca del 48% de los 208 millones de toneladas en 1982. La Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) predice que los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo importar¨¢n 85 millones de toneladas de granos en 1983, siendo 36 millones de toneladas para los pa¨ªses m¨¢s pobres.
Se trata de una situaci¨®n de desastre. ?Por qu¨¦? Porque uno de los principales abastecedores, como Estados Unidos, puede tomar decisiones pol¨ªticas internas que no supongan el empleo del arma alimentaria, aunque podr¨ªan tener un gran impacto en el precio de los granos. Los pa¨ªses dependientes de las importaciones no tienen la menor influencia sobre tales decisiones, y, sin embargo, tendr¨¢n que pagar el pato. Por ejemplo, el precio del trigo y del ma¨ªz en Estados Unidos hab¨ªa estado bajando durante tres a?os a causa de una serie de cosechas abundantes. Los ingresos de los agricultores llegaron a un nivel tan bajo, que el Gobierno no pudo dejar de intervenir, independientemente de su compromiso ideol¨®gico con el mercado libre.
El resultado fue el programa de pago en especies (PIK). Seg¨²n este programa, un agricultor retira del cultivo parte de tierra, y el Gobierno echa mano de sus reservas para darle la cantidad de grano que hubiera producido si hubiera cultivado la tierra. El agricultor tiene plena libertad para vender el grano donde ¨¦l quiera. De esta manera, el programa PIK:
1) Disminuye de manera dram¨¢tica las reservas del Gobierno.
2) Disminuye los costes de los agricultores, al tiempo que aumenta sus ingresos.
3) Eleva los precios no s¨®lo en Estados Unidos, sino tambi¨¦n en el mercado mundial, ya que el precio internacional, en t¨¦rminos pr¨¢cticos, es el precio de Estados Unidos.
Aunque los precios del trigo est¨¢n subiendo muy lentamente, los del ma¨ªz han aumentado un 70% en la temporada pasada. En los ¨²ltimos a?os, los ?granos han sido el ¨²nico producto internacional barato, sobre todo cuando se comparan con el petr¨®leo o con las tasas de inter¨¦s sobre el dinero prestado. No obstante, los Gobiernos que creen que esos precios bajos van a tener necesariamente que seguir as¨ª durante lo que queda de la d¨¦cada de los ochenta est¨¢n peligrosamente mal informados.
Cuando las reservas disminuyen, cualquier golpe comercial o clim¨¢tico tiene un efecto desproporcionado sobre los precios. Cuando la Uni¨®n Sovi¨¦tica hizo unas compras de granos desacostumbradamente grandes en 1972-1973, los precios se dispararon. Este a?o, debido a un verano excepcionalmente seco en Estados Unidos, la soja (que no entra en el programa PIK) es por lo menos una tercera parte m¨¢s cara que el a?o pasado. Los pa¨ªses que hayan basado el forraje de sus ganader¨ªas en el ma¨ªz y la soja importados van a tener un despertar violento.
Las verdaderas v¨ªctimas, desde luego, van a ser los pobres y hambrientos del Tercer Mundo. Demasiados pa¨ªses, especialmente en ?frica, se han encerrado en un modelo econ¨®mico de exportaci¨®n de productos agr¨ªcolas (caf¨¦, algod¨®n, cacao, etc¨¦tera) e importaci¨®n de productos alimenticios b¨¢sicos. En el per¨ªodo de 1979-1982, los ingresos por tales productos disminuyeron en un 20% para el caf¨¦, un 37% para el az¨²car y el caucho, un 50% para el cacao, etc¨¦tera. Seg¨²n la FAO, en 1981 todas las exportaciones agr¨ªcolas (incluyendo la pesca y los productos forestales) de todos los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo apenas cubrieron sus importaciones agr¨ªcolas. Sus exportaciones les aportaron 84.000 millones de d¨®lares en divisas, aunque otros 84.000 millones salieron de sus fronteras, con destino principalmente a abastecedores de alimentos, como Estados Unidos, Canad¨¢, Australia y Francia.
Cualquier naci¨®n que intercambie productos agr¨ªcolas no elaborados a precios que no controla por productos alimenticios a precios que tampoco controla est¨¢ perdida por todas partes. Y, sin embargo, no hay ninguna se?al de que este sistema econ¨®mico vaya a cambiar. La FAO ha predicho tambi¨¦n que las importaciones de alimentos de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo ascender¨¢n a 85 millones de toneladas en 1983. Y lo que es peor, los m¨¢s pobres importar¨¢n cerca de 36 millones de toneladas.
Cuando estos pa¨ªses no puedan pagar m¨¢s estas importaciones masivas de alimentos, algo que parece ¨²nicamente cuesti¨®n de tiempo, ?qui¨¦n sufrir¨¢? No los comerciantes, ni los bur¨®cratas, ni los ej¨¦rcitos, que ser¨¢n siempre los primeros en alimentarse. Los pobres de las ciudades tendr¨¢n la segunda prioridad, porque cuando no se les alimenta suelen amotinarse y derribar a los Gobiernos. Parad¨®jicamente, los primeros que sentir¨¢n el hambre ser¨¢n siempre las gentes del campo, los pobres campesinos que producen la riqueza agr¨ªcola. Actualmente, entre 450 millones y 800 millones de seres (seg¨²n se acepten las cifras de la FAO o las del Banco Mundial) est¨¢n seriamente subalimentados. ?Hay que esperar a que se d¨¦ otra crisis de alimentos como la de principios de los setenta para empezar a tomar medidas?
Una cosa es segura: las actuales estrategias para disminuir, y mucho menos para erradicar, el hambre no dan resultado. Se ha intentado el control de natalidad y se ha visto que los pobres ni quieren ni pueden disminuir el tama?o de sus familias hasta que los ni?os sean econ¨®micamente menos necesarios para su supervivencia.
Se ha intentado la transferencia de tecnolog¨ªa, pero la tecnolog¨ªa es cara y produce alimentos caros, que los pobres no pueden permitirse. Adem¨¢s, disminuye la necesidad de mano de obra, cuando hay por lo menos 300 millones de parados en el Tercer Mundo, la mayor¨ªa en las zonas rurales, y la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo prev¨¦ 1.000 millones de parados para el a?o 2000. Los parados no pueden comprar comida.
Hemos probado a introducir nuestras corporaciones transnacionales agr¨ªcolas en las sociedades en v¨ªas de desarrollo, y hemos descubierto que se apoderan de las mejores tierras, exportan los alimentos y cambian los h¨¢bitos alimentarios de la gente de cada zona, haciendo que prefieran productos importados. Algunas de estas compa?¨ªas han tenido incluso efectos directos sobre el aumento de la mortalidad infantil, como los fabricantes de leches para ni?os, que fomentan la alimentaci¨®n por biber¨®n en los pa¨ªses pobres, en donde las mujeres no tienen ni agua pura, ni instalaciones de cocina, ni los ingresos suficientes para comprar las cantidades necesarias de leche en polvo.
Hemos probado la ayuda alimentaria, y hemos comprobado que elimina a los productores locales, al disminuir los precios que reciben por sus cosechas, que no suele llegar a la gente que la necesita y que fomenta las importaciones comerciales cuando se detiene la ayuda.
As¨ª pues, ?qu¨¦ tipo de medidas podr¨ªan dar resultado? La ayuda alimentaria debe limitarse a situaciones de emergencia o deber¨ªa estar ligada a unas pol¨ªticas coherentes de producci¨®n de alimentos en los pa¨ªses recipientes (tal como est¨¢ empezando a hacer el programa de ayuda alimentaria de la Comunidad Econ¨®mica Europea). Hace falta un nuevo orden econ¨®mico internacional que d¨¦ a las naciones del Tercer Mundo unos precios m¨¢s justos y estables por sus exportaciones. Pero tras 10 a?os de discusiones sin fruto, no se est¨¢ m¨¢s cerca de esta meta. Deber¨ªan intentar boicotear las futuras conferencias y dedicar sus energ¨ªas y sus escasos recursos a aumentar la cooperaci¨®n Sur-Sur, al menos hasta que el Norte ponga sobre la mesa de discusi¨®n proposiciones serias. Si tomaran la decisi¨®n radical de repudiar colectivamente la deuda p¨²blica y privada, podr¨ªan conseguir su nuevo orden econ¨®mico en dos semanas.
Las organizaciones no gubernamentales podr¨ªan jugar un papel importante en lograr que las comunidades locales tuvieran m¨¢s poder sobre las circunstancias de sus propias vidas. En muchos casos hace falta muy poco dinero. Las organizaciones tercermundistas del Norte pueden ayudar a sus organizaciones hermanas del Sur a desarrollar sus propios proyectos. Estas organizaciones existen hasta en los pa¨ªses m¨¢s represivos del Tercer Mundo.
Desde la Conferencia Mundial sobre Alimentos de 1974, todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que los pa¨ªses del Tercer Mundo deben producir m¨¢s alimentos para ellos y distribuirlos de manera m¨¢s equitativa entre su poblaci¨®n. Y sin embargo, cuando unos pocos pa¨ªses toman medidas serias y eficaces para conseguirlo, la primera reacci¨®n de las naciones ricas, como Estados Unidos, es aplastar sus esfuerzos. As¨ª fue en el Chile de Allende; lo mismo sucede hoy en Nicaragua, quiz¨¢ el ¨²nico pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo que ha conseguido avances espectaculares en la producci¨®n de alimentos y en la mejora de la alimentaci¨®n de toda la poblaci¨®n en los ¨²ltimos tres a?os.
La tarea principal de las naciones y los pueblos seriamente preocupados por la erradicaci¨®n del hambre es ayudar y proteger a esos pa¨ªses. Ayudarles en su transici¨®n hacia la autosuficiencia y la justicia social. El criterio m¨¢s importante de un programa de cooperaci¨®n para el desarrollo no es el nivel de desarrollo, ni siquiera el nivel de necesidades de un pa¨ªs dado del Tercer Mundo, sino la honradez y el compromiso pol¨ªtico de sus dirigentes hacia sus mayor¨ªas pobres. Con esta ayuda podr¨¢n resistir cualquier arma alimentaria, comercial o pol¨ªtica.
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