El Nobel
El Nobel no es un premio m¨¢s. Es el premio fatal. Lo m¨¢s grande que le puede pasar a uno en vida. Es decir, ver c¨®mo nos aman los dem¨¢s una vez muerto. Ver con la mirada carnal lo que somos para los otros ahora que ya no existimos, mientras seguimos latiendo. El Nobel es todav¨ªa un escritor, pero ?qu¨¦ hacer, qu¨¦ escribir, una vez que se ha alcanzado la totalidad? Llenar folios para entretenerse, mantener el contacto con la escritura como una inercia, seguir narrando o componiendo poemas porque ¨¦sa es la antigua afici¨®n. En verdad, todo es anterior y pret¨¦rito tras el Nobel. No importa la edad del laureado, el Nobel hace las veces de una radical y gloriosa consumaci¨®n. M¨¢s que multiplicar la expectativa futura sobre el galardonado, el premio la consume para cebarse a s¨ª mismo, y a su costa. La posible obra futura es de antemano conocida. O bien, todo lo escrito hasta ese instante es el colmo que se lanzar¨¢ sobre las mesas del popular banquete. El autor, su vida y su obra, es ofrecido como un producto acabado a la masiva grey de los comensales estimulados por ese proclamado manjar. Es la fiesta, la desmesura en ventas. Pero si aun tras esa devoraci¨®n el creador llegara a reponerse y cobrar energ¨ªa para escribir obras mayores, nunca ser¨¢ ya tan codiciado. Nunca volver¨¢ a ser m¨¢s. El Nobel es la saturaci¨®n. La obscenidad total, m¨¢s all¨¢ de la cual s¨®lo espera la extrema pornograf¨ªa de la muerte.El galardonado es agasajado, se le pasea como un trofeo de la humanidad. Su obra no es s¨®lo literatura, es un im¨¢n. Gracias a ella no adquirimos o leemos cualquier cosa, ni siquiera una buena cosa, se trata literalmente de la cosa. Pero el autor, convertido en objeto sagrado, es el obsequio y la v¨ªctima, el sujeto bendecido y la materia de inmolaci¨®n. Hoguera y combustible a un tiempo. El don y el ¨®bolo. Qu¨¦ sue?o ganar el Nobel. Tras lograr eso, comenta el p¨²blico, uno puede ya morir en paz. Pero no hay sosiego. El escritor Nobel sigue viviendo. Contempl¨¢ndose como un acontecimiento de una Historia que sorprendentemente, a?o tras a?o, sigue otorgando nuevos Nobeles. Sorprendentemente, eso es. Como si, en efecto, el gran holocausto al que fue sometido el autor, en cuanto tal, no hubiera servido para nada.
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