La edad del 'morro'
Si usted padece prolongadas duermevelas, si es amante de las excitaciones m¨®rficas, sintonice su UHF. A eso del fin de la noche, cualquier jueves como hoy, ser¨¢ usted agraciado con una dosis curiosa de modernidad. Atr¨¦vase, ponga a prueba sus endomorfinas, contemple La edad de oro. Podr¨¢ ver conjuntos modernos, gentes modernas en el ambiente adecuado. Por supuesto, moderno. Vamos, modern¨ªsimo, el ¨²ltimo berrido, el ya te paaasas.Este es el relato de lo que pudimos ver, el jueves 6 de octubre, en el ¨²ltimo programa emitido en La edad de oro. Sale la presentadora, vistosamente ataviada de Wilma Picapiedra, y anuncia la llegada de un apocal¨ªptico grupo brit¨¢nico, Killing Joke. Sale el grupo y ya alucinas. La c¨¢mara busca por el escenario y dispara contra cualquier cosa que se mueva. Que es un se?or tocando el bajo y lo que se oye es un solo de guitarra, pues sale. Que es un empleado que pasa por all¨ª y se queda contamplando distraidamente la broma, pues tambi¨¦n sale. Que algo se mueve entre el p¨²blico, la c¨¢mara enchufa y aparece un espectador mirando a Toledo.
Claro que al final todo parece entenderse (como ponen subt¨ªtulos ... ). Aunque -la verdad sea dicha- se entiende con cierta dificultad. Porque, como se equivocan, las palabras y las cosas -pobre Foucault- no se corresponden.
Pero da igual, sale una se?orita, tocada con boina, y se lo explica al o¨ªdo a la presentadora. sta sonr¨ªe. Cosas del directo.... Pasa un rato y la misma se?orita de la boina vuelve a salir y lo vuelve a explicar, esta vez para todos los espectadores. Esta segunda intervenci¨®n explicativa es m¨¢s bonita que la anterior. Huye el sonido, queda el gesto y, definitivamente, ya no se oye nada de nada.
Un cap¨ªtulo destacable del programa lo constituye la obligada entrevista con la extranjera estrella invitada. Son momentos ins¨®litos en los que la emisi¨®n se ve atacada por un sorpresivo golpe de moviola y aparece una versi¨®n degradada de aquel inveros¨ªmil "Usted pregunte lo que quiera, que yo contestar¨¦ lo que me d¨¦ la gana".
Estos minutos est¨¢n bien: son cinema verit¨¦. Sirven para comprobar que, en ciertos casos, en Prado del Rey todav¨ªa rigen las leyes de la naturaleza: el di¨¢logo perece, cuando despu¨¦s de no decir nada, ya no qued¨¢ nada que decir. O sea, que se callan y Killing Joke prosigue con sus bromas mortales.
M¨¢s tarde... aparece, acodado en un suc¨¦daneo de barra americana en carton¨¦, un "cr¨ªtico de pintura" que inicia su disertaci¨®n sobre un pintor all¨ª presente -seg¨²n sus propias palabras- "utilizando los lugares comunes que son muy ¨²tiles en estas ocasiones". Luego se procede a la ilustraci¨®n de la obra. Para lo cual se hilvanan unos planos ¨ªntimos del pintor en su estudio. El artista ense?a los cuadros como si hiciera contrabando con los cromos de sus chocolatinas.
A estas alturas, ya est¨¢ usted preparado para ver a Nazario. Aparece el dibujante, corvenientemente acodado en la susodicha barra, y convergiendo hacia los infinitos b¨¢quicos. La presentadora corta los alcoh¨®licos razonamientos del dibujante -"Qu¨¦ pasado est¨¢s, Nazario. Venga, abrevia"- en los que evoca al pintor, recientemente desaparecido, Oca?a.
Precisamente, desde el m¨¢s all¨¢, Oca?a dej¨® caer supregunta como una guada?a: "?Qu¨¦ ser¨ªa del mundo sin gentes originales?". Una pena negra, coraz¨®n, una tan pena negra como la que ahora te envuelve.
La noche -si usted ha resistido- acaba con una actuaci¨®n del grupo espa?ol PVP. Aqu¨ª hubo un peque?o fallo de est¨¦tica antigua. Al cantar en castellano los m¨²sicos, lo aut¨¦nticamente moderno hubiera sido no poner subt¨ªtulos en castellano, como efectivamente se hizo, sino en s¨¢nscrito o cualquier otra lengua muerta.
Los chicos de PVP -que, por cierto, ofrecieron una actuaci¨®n bastante interesante- se vieron en el suplicio de ser inc¨®modamente entrevistados. Extra?amente encorvados y guitarra en mano, las preguntas les llegaban desde la lejan¨ªa del foso. Lo que sin duda puso estas sensatas palabras en boca del cantante de PVP: "... hay que cambiar. Que los profesionales dejen trabajar a los profesionales en cada sitio".
A lo que, modestamente, Podr¨ªamos preguntarnos: ?Por qu¨¦ cada vez que los j¨®venes aparecen en televisi¨®n se insistir¨¢ con tanta sa?a en que irremediablente parezcamos elementos descerebrados? En fin, deben de ser man¨ªas legendarias. Cosas de la tele.
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