Henry Kissinger: "Estamos condenados a la coexistencia"
Pregunta. Doctor Kissinger: usted no es el presidente ni es ya el ministro de Asuntos Exteriores de Estados Unidos; sin embargo, usted est¨¢ -como cualquiera puede ver- invariablemente dentro del negocio. Esto quiere decir que su opini¨®n sobre las cosas que interesan, por ejemplo, sobre el rearme, sigue siendo importante. Vemos que la gran mayor¨ªa de los obispos cristianos de ambas confesiones en la RFA y en EE UU no quieren los Pershing 2; los sindicatos no los quieren, la oposici¨®n no los quiere y la mayor¨ªa de la poblaci¨®n tampoco; pero ser¨¢n instalados. ?Han valido la pena las disputas pol¨ªticas surgidas entre los alemanes por una decisi¨®n militar -el doble acuerdo de la OTAN de 1979- que posiblemente es un arma de doble filo?Respuesta. Es importante recordar en qu¨¦ situaci¨®n pol¨ªtica fue tomada la decisi¨®n original. Visto as¨ª, el problema no se presenta tal como usted ahora lo describe. El despliegue fue propuesto por un Gobierno socialdem¨®crata; la CDU acept¨®. Lo ¨²ltimo que nuestros l¨ªderes pol¨ªticos llevaban in mente era la divisi¨®n del pueblo alem¨¢n. Su entonces canciller, Helmut Schmidt, apuntaba un desequilibrio nuclear en Europa. Ya en aquel entonces se pod¨ªa haber debatido lo que se entiende por equilibrio y si, aparte del equilibrio estrat¨¦gico, hubiera hecho falta un equilibrio regional. Se d¨¦cidi¨® introducir nuevas armas y se combin¨® esto en un doble acuerdo, lo que, seg¨²n mi opini¨®n,fiae un fallo.
P. ?Quiere usted,decir que no se deb¨ªa de haber ofrecido ninguna negociaci¨®n?
R. No. Si se cre¨ªan necesarias estas armas, hubiese sido probablemente mejor decir: nosotros las instalamos y naturalmente estamos siempre dispuestos a negociar sobre ellas como sobre otras. El desacierto fue dar la impresi¨®n de que se hab¨ªa decidido llevar a cabo las negociaciones y luego, seg¨²n el ¨¦xito o el fracaso de las mismas, decidir el despliegue.
P. Es la caracter¨ªstica del arma, el Pershing 2, la que ha originado el malestar, la discusi¨®n, la protesta p¨²blica y la disputa pol¨ªtica.
R. La discusi¨®n hubiese sido originada posiblemente por cualquier otra arma. En el debate por el armamento nuclear, los Pershing son utilizados mayormente como s¨ªmbolo. Ahora entend¨¢monos: si Estados Unidos renunciase ahora a los Pershing, significar¨ªa un retroceso pol¨ªtico para todo Occidente. Significar¨ªa que los sovi¨¦ticos conseguir¨ªan por segunda vez en cinco a?os, sin ninguna contrapartida, la renuncia de un sistema de armas del mundo occidental, y esto mediante propaganda, presiones pol¨ªticas y calentamiento del estado de ¨¢nimo, tambi¨¦n con ayuda de corrientes independientes, y no digo que sus obispos y los nuestros est¨¦n influidos por los rusos. Ser¨ªa el primer paso hacia un veto sovi¨¦tico sobre cualquier tipo de despliegue, el primer paso hacia una forma de neutralizaci¨®n.
P. Sin embargo, el problema es m¨¢s profundo. Antes los Estados de la OTAN ten¨ªan la misma opini¨®n. Exist¨ªa una s¨®la filosof¨ªa. Ahora existen dos, y esto es muy peligroso para nosotros.
R. ?Una europea y otra norteamericana?
P. S¨ª. La se?ora Thatcher y Mitterrand no reflejan la verdadera opini¨®n de sus pa¨ªses. Y en la RFA est¨¢ claro que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n no quiere estas armas. Y realmente s¨®lo depende de la RFA, pues los Pershing no ser¨¢n desplegados en ning¨²n otro lugar. Y para los misiles de crucero hay tiempo todav¨ªa. ?Ha valido la pena sacar de quicio las contradicciones dentro de la Alianza, que sin duda existen?
R. Fundamentalmente, el problema tiene dos vertientes. Si son necesarias armas de alcance medio, desde el punto de vista puramente militar de Estados Unidos, dichas armas pueden ser estacionadas en cualquier parte, tanto en el mar como en tierra; ¨¦ste es un problema puramente t¨¦cnico.
P. Justamente. ?Por qu¨¦ no en el, mar?
R. Un momento; luego le contestar¨¦. Desde el punto de vista puramente militar de Estados Unidos, se podr¨ªa argumentar que por qu¨¦ no nos concentramos m¨¢s en armas intercontinentales o aviones. Esto es una vertiente. Pero luego viene la deliberaci¨®n pol¨ªtico-militar, que aconseja la necesidad de dichos cohetes en Europa.
P. ?Misiles de crucero o Pershing?
R. Francamente, no veo una gran diferencia entre los Pershing y los misiles de crucero, pues...
P. Uno necesita siete minutos y el otro tres horas; esto es una diferencia.
R. Yo creo que si los misiles de crucero hubieran venido antes que los Pershing, ahora vivir¨ªamos la misma agitaci¨®n contra los misiles de crucero, pues pura e intelectualmente es m¨¢s o menos lo mismo.
P. El Gobierno Nixon-Kissinger siempre fue consciente, y actu¨® consecuentemente, de que dos potencias tan grandes no pueden cerrarse mutuamente las puertas. Usted estuvo en Mosc¨² despu¨¦s de haber bombardeado Hanoi, y junto con los sovi¨¦ticos firm¨® los tratados SALT I.
R. Comprendimos que, como rivales ideol¨®gicos y geopol¨ªticos, estamos condenados a la coexistencia.
P. ?Lo comprender¨¢ tambi¨¦n la actual Administraci¨®n?
R. Creo que lo ha comprendido y se mueve indudablemente en esta direcci¨®n. Hace dos a?os, o dos a?os y medio, hubiese aceptado posiblemente su cr¨ªtica en algunos aspectos, desde el punto de vista filos¨®fico. Pero ahora el Gobierno sigue un curso que intenta combinar una fuerza militar adecuada no solamente en el control de armamentos, sino con un acercamiento serio hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mientras en Occidente todav¨ªa tenemos que luchar con problemas intelectuales, no pol¨ªticos.
P. En su opini¨®n, ?es el derribo del avi¨®n surcoreano un indicio de que los militares sovi¨¦ticos han tomado una decisi¨®n independiente, sin informar previamente al l¨ªderazgo pol¨ªtico, o es m¨¢s bien una muestra de que el sistema de informaci¨®n interior no funciona?
R. Bien, d¨¦jeme explicar primero lo que pienso que ha pasado con el avi¨®n, para luego exponer lo que me intranquiliza en la reacci¨®n de los rusos. La raz¨®n de por qu¨¦ el avi¨®n se alej¨® de su rumbo nunca la vamos a saber. Sobrevol¨® la pen¨ªnsula de Kamtchatka, sin duda un territorio militar de alto secreto. Obviamente, hab¨ªan detectado el avi¨®n en el radar, pero no supieron hacerlo desde los aviones, lo que demuestra, por lo menos, que el sistema defensivo sovi¨¦tico tiene fallos y no es tan infalible como les gusta presentarlo.
P. Si se hubiera tratado de un avi¨®n de espionaje hubiera sido mucho mejor forzarlo a aterrizar.
R. Naturalmente, sin duda. Es interesante ver c¨®mo reaccionaron, pues deja entrever la naturaleza del sistema. Cuando se exige que se disculpen hay que comprender primero lo dif¨ªcil que es para un gistema comunista admitir un fallo en p¨²blico.
P. Esto le cuesta a cualquier gran potencia.
R. S¨ª; pero, sobre todo, a un sistema comunista, y especialmente a los rusos. Pues si admiten su fallo, tambi¨¦n tendr¨¢n que admitir que han cometido una lalta. ?Pero qui¨¦n? Si decimos quie los militares han cometido una falta, ?a qu¨¦ nivel? Si fue en las idtas esferas, esto perjudica las luchas de posici¨®n en la crisis de sucesi¨®n con la que la Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ ocupada actualmente.
P. ?Sucesor para Andropov?
R. S¨ª; pues es m¨¢s viejo que cualquier anterior l¨ªdler sovi¨¦tico al iniciar su mandato. Y adem¨¢s, su poder interno tiene otro origen. Todos sus predecesores proced¨ªan del partido comunista; sin embargo, ¨¦l procede de la polic¨ªa secreta y de los militares. Poi, esto es tan dif¨ªcil, si no imposible, para ¨¦l y para cualquier otra persona criticar a los altos mandos militares.
P. Y luego viene el jefe del Alto Estado Mayor, Ogarkov, que adem¨¢s ha trabajado con Andropov, y da una conferencia de prensa.
R. S¨ª, esto es justaimente la repercusi¨®n de la que hablo. Jam¨¢s ha ocurrido que el jefe del Alto Estado Mayor sovi¨¦tico se dirija al p¨²blico. Durante todas mis negociaciones en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, jam¨¢s he visto la cara del jefe del Alto Estado Mayor, ni en la mesa de negociaciones ni en privado. Y ahora aparece dos veces: para explicar el derribo, y luego, otra vez para contestar a la iwerpretaci¨®n de Hans Dietrich-Genscher de que los sovi¨¦ticos, posiblemente, est¨¦n dispuestos a negociar sobre los cohetes brit¨¢nicos y franceses fuera de las negociaciones INF (sobre armas estrat¨¦gicas de alcance medio) en Ginebra. Y otra inc¨®gnita es que Andropov parece haber desaparecido. Creo que es el primer secretario general que no mantiene las riendas del partido. Es un Gobierno extra?o, bonapartista.
P. Nosotros hemos tenido el placer de verle en el Kremlin. Estaba furioso y temblaba porque Estados Unidos llam¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica el coraz¨®n del mal.
R. Es indispensable aclarar la gram¨¢tica y la filosofila en el trato entre las dos superpotencias. Por nuestra parte significa que nos tenemos que poner de acuerdo a un nivel suprapartidista. No puede ser que cada cuatro a?os caigamos de un extremo a otro.
P. Por supuesto.
R. Hacen falta dos cosas. Por una parte, hace falta un entendimiento pol¨ªtico sobre hasta d¨®nde se puede llegar con el lenguaje; por otra, tiene que existir un acuerdo pol¨ªtico que incluya los l¨ªmites de posibles acciones. Pues si cada superpotencia torpedea autom¨¢ticamente a la otra, corremos el riesgo de que ¨ªarde o temprano la crisis se encuentre fuera de control.
P. Pero ?qui¨¦n ha dicho que hay que torpedear a los rusos? ?No fue el presidente de Estados Unidos? Y no hace mucho tiempo. Y justamente esto es lo que usted teme.
R. Tambi¨¦n lo hacen los rusos.
P. Es de agradecer el tambi¨¦n.
R. Ellos lo hacen. Bueno, es cierto cuando usted dice que nuestro lenguaje en la fase inicial del mandato de Reagan fue excesivo y que mucha gente inici¨® su gesti¨®n con una idea muy simple sobre pol¨ªtica exterior. Pero en nuestras negociaciones, tambi¨¦n bajo el mandato de Reagan, nos hemos retra¨ªdo mucho. En el caso de los sovi¨¦ticos, es al rev¨¦s. Puede que el lenguaje no haya sido tan agresivo, pero han enviado cientos de miles de toneladas de armamento al hemisferio occidental, m¨¢s de 80.000 a Cuba, m¨¢s de 10.000 a Nicaragua. Esto no lo puede usted llamar un gesto amable.
P. Y ustedes, ?qu¨¦ hacen en Europa, en el Lejano Oriente y en Centroam¨¦rica?
R. Aqu¨ª se trata de regiones que forman parte de federaciones existentes durante toda la posguerra. Pero no enviar¨ªamos cientos de miles o decenas de toneladas de armamento a Finlandia o a Ruman¨ªa si los rumanos rompiesen con la URSS. Esto se tomar¨ªa como una provocaci¨®n extrema.
P. Bueno, de esto se puede hablar. Pero al rev¨¦s tampoco lo hacen los sovi¨¦ticos: son los americanos los que quieren enviar armas a Europa.
R. Pero se puede decir que los sovi¨¦ticos intentan distanciar a Europa de EE UU utilizando fallos t¨¢cticos de nuestro Gobierno. Creo que todo el problema de las armas de alcance medio podr¨ªa tener f¨¢cil soluci¨®n si los sovi¨¦ticos no intentaran la retirada total de todas las armas norteamericanas del suelo europeo.
P. Henry, esto no lo cree ni usted. Es obvio que esto no es verdad.
R. La renuncia total al estacionamiento del armamento de
Henry Kissinger. "Estamos condenados a la coexistencia"
alcance medio, para ser preciso.P. Podemos. ¨²nicamente repetir que no solamente los sovi¨¦ticos est¨¢n en contra de cualquier estacionamiento de nuevas armas norte americanas, sino miles de personas en Europa occidental.
R. No se puede permitir que EE UU llegue a una situaci¨®n en la que el estacionamiento de dichas armas le preocupe m¨¢s que a los europeos. No debemos hacer el papel de mendigos en lo que respecta al estacionamiento. Nosotros nos podemos defender con otros sistemas.
P. Tenemos absolutamente la misma opini¨®n en un punto. Usted ha dicho: si los europeos no consiguen evitar la disputa pol¨ªtica, ser¨ªa mejor estacionar dichas armas en el mar.
R. No; yo he dicho que en 1979 se pod¨ªa haber tomado una u otra decisi¨®n, a base de un an¨¢lisis meramente militar, pero que, finalmente, la decisi¨®n que se ha tomado era fruto de factores militares y pol¨ªticos.
P. En otras palabras: ya que lo hemos hecho mal, tenemos que seguir adelante.
R. No digo que fuera un fallo. Fue una evaluaci¨®n en la que seres razonables pod¨ªan decidir de una u otra forma. Pero despu¨¦s de tomar la decisi¨®n, una revisi¨®n significar¨ªa un precio m¨¢s alto que la decisi¨®n misma. Ser¨ªa un paso importante hacia la neutralizaci¨®n. As¨ª es la vida. No puede ser que se estacionen todas las armas en Estados Unidos; esto ser¨ªa absurdo.
P. Nunca se ha dado el caso.
R. Parad¨®jicamente, Occidente ha abandonado, por un lado, la formulaci¨®n de un acuerdo de defensa en general y sobrevalorado la confianza en las armas nucleares -dejemos a un lado las de alcance medio- Por otro lado, ahora existe el peligro del rechazo absoluto, casi autodestructivo, contra las armas nucleares, que conducir¨¢, posiblemente, a un pacifismo general. Obstaculizar¨¢, sin embargo, el armamento no nuclear, por lo que podr¨ªan deducir los sovi¨¦ticos que una guerra tiene que ser obligatoriamente nuclear.
P. ?No quiere renunciar al estacionamiento de las armas modernas en Europa?
R. No, no quiero. Al contrario que Nitze, no renunciar¨ªa nunca a los Pershing.
P. Si tenemos en cuenta el potencial at¨®mico brit¨¢nico y franc¨¦s, que dentro de unos a?os deber¨¢ ser considerado una amenaza por los sovi¨¦ticos, ?acaso no ser¨ªa el momento de unir las negociaciones START y INF?
R. Creo que se debe proceder de la siguiente manera: en primer lugar, un acuerdo -si es necesario, un acuerdo provisional- sobre las INF, poco m¨¢s o menos basado en las cifras de Nitze. A continuaci¨®n, las START tendr¨ªan que empezar por aceptar pr¨¢cticamente las SALT II, aunque no debamos llamarlo as¨ª por motivos pol¨ªticos internos, pero en cualquier caso algo en el marco del acuerdo SALT, con cifras m¨¢s bajas. ?stas podr¨ªan reducirse f¨¢cilmente de 2.250 a 1.888 o a 2.000, y esto podr¨ªa ser v¨¢lido para los pr¨®ximos cinco a?os.
P. Lo que usted quiere entonces es poner en pr¨¢ctica, con otra etiqueta, las SALT II, que usted mismo rechaz¨®.
R. No las rechac¨¦; yo mismo particip¨¦ eh las negociaciones de una importante parte de las SALT II. Sin embargo, resulta absurdo atenerse a un acuerdo no ratificado y quejarse adem¨¢s de las violaciones de un acuerdo no ratificado. Al mismo tiempo, deber¨ªamos aspirar a un entendimiento de principio como el suscrito en 1974 en Vladivostok, que fija el marco para el pr¨®ximo acuerdo, que entrar¨ªa en vigor a finales de los ochenta. Este acuerdo deber¨ªa aclarar algunos temas, como, por ejemplo, el problema de las fuerzas nucleares brit¨¢nicas y francesas. Creo que en el plazo de un a?o se podr¨ªa conseguir una disminuci¨®n de las cifras de las SALT y un acuerdo de principio sobre las perspectivas de los a?os noventa.
Los sovi¨¦ticos se encuentran ante una importante decisi¨®n. Para ellos debe ser una gran tentaci¨®n el aprovechar la situaci¨®n actual y conseguir una importante victoria t¨¢ctica, impidiendo cualquier estacionamiento. A mi parecer, sin embargo, es mucho m¨¢s importante llegar a un di¨¢logo con ellos que reduzca la importancia de esta cuesti¨®n y, si podemos luego, ampliar este di¨¢logo a otros ¨¢mbitos, que cada vez resultan m¨¢s dif¨ªciles de analizar, y por lo que, de lo contrario, ser¨¢ un d¨ªa imposible evitar el enfrentamiento.
Supongamos que Beirut vuela, por los aires. O tomemos el golfo P¨¦rsico, donde habr¨¢ una crisis en los pr¨®ximos cinco o seis a?os, con seguridad casi matem¨¢tica y con independencia de lo que hagamos nosotros o los sovi¨¦ticos. Esto puede mantenerse bajo control si se da alg¨²n tipo de comunicaci¨®n entre las dos, superpotencias y existe una cierta confianza en que las acciones por ambas partes se mantendr¨¢n dentro de unos l¨ªmites
P. ?Y si no?
R. Mi pesadilla es que pudiera repetirse algo semejante al estallido de la primera guerra mundial. Nadie quer¨ªa una guerra de esta magnitud, y en julio de 1914 ninguno de los hombres de Estado europeos comprend¨ªa las consecuencias que podr¨ªan tener sus acciones, y as¨ª promovieron su inicio en un conflicto relativamente insignificante. Si en julio de 1914 hubieran sabido qu¨¦ aspecto iba a tener el mundo en 1918, ninguno de ellos hubiera comenzado la guerra.
P. ?Es optimista Henry Kissinger?
R. Si me hubiesen visitado antes del incidente del avi¨®n (el surcoreano), me hubiera mostrado optimista. Les hubiera profetizado que se iba a llegar a sendos acuerdos en las negociaciones de Ginebra y en las START antes de finalizar el pr¨®ximo a?o. Todav¨ªa lo considero posible, incluso probable, a no ser que pase algo en Mosc¨² que les dificulte la decisi¨®n. No creo, sin embargo, que esto sea posible antes del estacionamiento. Los sovi¨¦ticosn tienen un comportamiento parad¨®jico.
Son fanfarrones cuando se sienten fuertes y son propensos a reacciones de p¨¢nico cuando se sienten d¨¦biles. Creo que el sistema sovi¨¦tico se encuentra en graves dificultades.
P. Precisamente por el derribo del avi¨®n, precisamente por lo que sucede actualmente en L¨ªbano, ?no es ya hora de que se entrevisten Reagan y Andropov?
R. En principio, estoy a favor de una cumbre, con la condici¨®n previa de que haya sido bien preparada. Pero estoy decididamente en contra de que Reagan y, Andropov se re¨²nan sin que exista una conformidad previa que produzca un resultado, De lo contrario, ambos se limitar¨ªan a emitir comunicados sobre L¨ªbano en los cuales las diferencias filos¨®ficas y f¨¢cticas ser¨ªan tan enormes que la situaci¨®n no har¨ªa m¨¢s que agravarse en lugar de mejorar.
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