Ra¨²l Alfons¨ªn, en el Ferrocarril Oeste
Desde 1946, el radicalismo es el frustrado antagonista del peronismo. Siempre perdieron las elecciones frente al Movimiento Nacional Justicialista y en dos ocasiones gobernaron gracias a los votos de sus adversarios: en 1958 los sufragios peronistas dieron la victoria al disidente radical Frondizi, a cambio de un reconocimiento pol¨ªtico que no se produjo, y en 1963, Ill¨ªa tuvo acceso a la Casa Rosada con s¨®lo el 26% de los votos, gracias a que Per¨®n orden¨® desde Madrid votar en blanco. Tras una breve conciliaci¨®n durante el segundo peronismo, el abrazo (Per¨®n-Balb¨ªn), la antinomia han resucitado. Los argentinos vuelven a ser o peronistas o radicales.Domingo Faustino Sarmiento, presidente argentino en la segunda mitad del siglo XIX, dio por cancelados los enfrentamientos entre blancos (unitarios) y colorados (federales) mezclando pintura blanca y roja y cubriendo con la mixtura las paredes del palacio del Gobierno, que en adelante ser¨ªa conocido como la Casa Rosada. Fue el gesto simb¨®lico de un gobernante cultivado que termin¨® sus d¨ªas como maestro rural, ejemplo de una raza de pol¨ªticos con estatura moral, de los que, parad¨®jicamente, Argentina ha sido siempre prol¨ªfica.Esta tradici¨®n hizo posible el abrazo de Per¨®n y Ricardo Balb¨ªn, que ya viejos aceptaron que radicales y peronistas lograran tener un m¨ªnimo com¨²n denominador populista sobre el que entenderse. Pero s¨®lo aquellos dos caudillos ten¨ªan perspectiva hist¨®rica para el encuentro nacional. Balb¨ªn despedir¨ªa en el Congreso al cad¨¢ver de Per¨®n -con las m¨¢s emocionadas palabras, pero el pacto radical-peronista qued¨® en el tiempo, y los militares, ante los desastres de la Administraci¨®n de Isabelita, ni siquiera tuvieron el obst¨¢culo de una oposici¨®n democr¨¢tica y definida en el Congreso que garantizara una alternativa pol¨ªtica.
Reorganizada la Uni¨®n C¨ªvica Radical (UCR) en torno a Ra¨²l Alfons¨ªn, el partido ha crecido nuevamente, diferenciado bajo sus viejas banderas de los mejores valores c¨ªvicos interclasistas de la sociedad argentina: respeto por las leyes, tolerancia, honestidad p¨²blica, aprecio por la cultura, desprecio de la demagogia. La UCR remozada por Alfons¨ªn recuper¨® el aliento de los or¨ªgenes radicales en que Alem e Yrigoyen se enfrentaron al reaccionarismo criollo, que pr¨¢cticamente a?oraba los fastos del virreinato y propuso a los hijos de los colonizadores y a los primeros emigrantes una rep¨²blica igualitaria, amable, laboriosa e instruida.
Desde finales del pasado siglo, el radicalismo ha amparado a un amplio segmento de la sociedad argentina no muy bien definido ideol¨®gicamente (aunque inclinado hacia un conservadurismo ilustrado y liberal), pero que en sus infinitas multidivisiones siempre fue cauce de profesionales, clases medias, intelectuales y j¨®venes y obreros idealistas, pero desenga?ados del revolucionarismo ut¨®pico. Por forzar una traslaci¨®n hist¨®rica, podr¨ªa suponerse que Aza?a podr¨ªa haber militado c¨®modamente en el radicalismo argentino.
Un pa¨ªs al que emigrar
Y tras tantos sufrimientos, muchos argentinos no han recapacitado que a la postre, bajo los Gobiernos radicales, Argentina siempre fue un pa¨ªs en el que se pod¨ªa vivir y al que merec¨ªa la pena emigrar, mientras que bajo los Gobiernos peronistas la Rep¨²blica adquiri¨® ¨¦l sabor agrio de las revoluciones a medio hacer. La revoluci¨®n es como la salsa mahonesa: si se corta es indigerible.
As¨ª, los dos primeros peronismos fueron interrumpidos por asonadas Militares, exactamente igual que los dos ¨²ltimos Gobiernos radicales; pero mientras los peronistas eran desalojados de la Casa Rosadal- so pretexto de la inminencia de guerras civiles y en medio del caos social, los radicales fueron conducidos' hasta la calle sin otra excusa que la ambici¨®n militar alimentada por una sociedad que hasta 1976 tend¨ªa a confundir las fuerzas armadas con el ej¨¦rcito de salvaci¨®n, al ej¨¦rcito con la patria, a la disciplina castrense con la eficacia administrativa.
Pero el caso es que ahora muchos argentinos a?oran la presidencia de Arturo Ill¨ªa y, en menos medida, la de Frondizi. Con Frondizi, un disidente radical que pacta con el peronismo proscrito, Argentina recupera su cr¨¦dito exterior, por m¨¢s que su pol¨ªtica interior no sea otra cosa que una continua sumisi¨®n a las exigencias militares hasta su l¨®gico derrocamiento. El doctor Ill¨ªa, triunfante en 1963 con los votos en blanco de los peronistas, ejerce uno de los mejores Gobiernos que ha tenido Argentina en los ¨²ltimos 50 a?os. Ill¨ªa, anciano, m¨¦dico rural, es sometido a un acoso cruel por la aparente ausencia de autoridad, que se traduce en que no cierre peri¨®dicos, acate con mimo la Constituci¨®n, no persiga ni a quienes le denigran y tome el t¨¦ solo, sin escolta, en la confiter¨ªa Richmond, de la calle Florida; de vez en vez abandona su despacho y baja a la plaza de Mayo para sentarse bajo el sol en un banco y desmigajar pan a las palomas.
La Prensa le bautiza de tortuga por su paso pausado, y muchos argentinos,que nunca hab¨ªan vivido bajo mayor felicidad pol¨ªtica, alimentaron el golpe militar del general Ongan¨ªa en 1966. El viejo, sabio y tolerante Ill¨ªa tuvo que abandonar a empujones la Casa Rosada, tras reputar acertada y valientemente de delincuentes a los militares que le desalojaron y sin haber cometido otro error importante que la nacionalizaci¨®n de las concesiones petroleras extranjeras, indispensables ante la ausencia de tecnolog¨ªa propia.Hoy esa mezcla de habilidad y bonhom¨ªa pol¨ªticas que aunaban BaIb¨ªn e Ill¨ªa, parece la inspiraci¨®n de este abogado de un pueblo de Buenos Aires, de 56 a?os, paternal, tranquilo, h¨¢bil para el mitin, casado, con nietos. y secreto admirador de la socialdemocracia europea que es Ra¨²l Alfons¨ªn. Hace dos semanas, a medio camino de una campa?a agotadora, los radicales convocaban su primer mitin en Buenos Aires sin atreverse a alquilar los estadios del River o del Boca ante el temor de no llenarlas. Optaron, finalmente, por el estadio del Ferrocarril Oeste (adem¨¢s, el- ¨²nico, sindicato de la CGT dirigido por un radical es el ferroviario), en el barrio porte?o de Caballito, mediano y humilde.
El peronismo replic¨® con una huelga de transportes de superficie para el mismo d¨ªa; pero aun as¨ª 100.000 personas desbordaron las gradas, el terreno de juego y los aleda?os en lo que fue considerado como el alfionsinazo en ferro. Nunca los radicales -hist¨®ricamente proclives a resolver las cosas en comit¨¦- hablan acumulado tanta gente fuera de los sepelios de Yrigoyen, Balb¨ªn e Ill¨ªa. Radicales provectos con ni?os, se?oras con abrigos de piel del barrio Norte de Buenos Aires, obreros en paro, profesionales universitarios proletarizados, masas en las tribunas del estadio, atronando los bombos cual barras bravas peronistas y entonando los r¨ªtmicos y p¨ªcaros esl¨®ganes que siempre acompa?an las manifestaciones pol¨ªticas en este pa¨ªs, apagaron la megafon¨ªa del candidato cuando prometi¨®, de llegar al poder, equiparar la tortura al asesinato cualificado.
Las palabras esperadas- Exigi¨® la solidaridad latinoamericana y fustig¨® el ego¨ªsmo econ¨®mico de EEUU y el Mercado Com¨²n Europeo, abog¨® por la revoluci¨®n verde, prometi¨® que en Argentina ser¨¢ prioritaria la ense?anza elemental obligatoria sobre el servicio militar obligatorio, el final de las comandancias en jefe de las tres armas para la sumisi¨®n militar al presidente civil de la naci¨®n; ni venganzas ni claudicaciones, sino justicia pormenorizada sobre las desapariciones, las torturas y las muertes. Estado de derecho, imperio de la ley, dejarse de caminar a contramarcha de la historia ("qu¨¦ nadie vuelva a intentar un golpe gratis en Argentina"). Toda la catarata de palabras largamente esperadas y que no se escuchan en los m¨ªtines peronistas.
Tras aquel discurso, el peronismo sali¨® de su letargo e intensific¨® su campa?a, atribuyendo a Ra¨²l Alfons¨ªn el padrinazgo de las multinacionales, de la socialdemocracia europea y del Departamento de Estado norteamericano. Es una degradaci¨®n in¨²til de la metodolog¨ªa pol¨ªtica, por cuanto el avance radical que obsesiona a los peronistas es dificil que finalmente les arrebate, al menos, una mayor¨ªa simple capaz de ser negociada en el colegio electoral. La inercia peronista, beneficiada por dos asonadas, a¨²n funcionar¨¢, y s¨®lo cuando el justicialismo agote un per¨ªodo legislativo y tenga un balance completo que ofrecer podr¨¢ ganar o perder en lo que ser¨¢ la normalizaci¨®n de la vida pol¨ªtica argentina.
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