El himno, contra d palco
Cuando el himno del Bar?a resuena en el Nou Camp mientras brotan los once blaugranas en el verde c¨¦sped, puede parecer que estemos a¨²n en los verdes arios de aquella blaugrana concienciaci¨®n masiva en torno a los significados hist¨®ricos del club m¨¢s que un club. Y ello tiene su l¨®gica: tan s¨®lo una d¨¦cada separa el nacimiento de este eslogan como tal -cristalizando un concepto de larga existencia pero hasta entonces sin espec¨ªfica expresividad p¨²blica-, cuando todos nos dimos cuenta, y La Trinca lo cant¨®, de que tambi¨¦n el Barga se integraba a la medida de sus posibilidades en el clamor popular antifranquista del rugiente crep¨²sculo de la dictadura.La dicotom¨ªa centralismo-catalanismo que crepitaba entre los chasquidos de botas y bal¨®n durante los encuentros Bar?a-Madrid de las l¨ªgas bajo el franquismo, se hab¨ªa abierto en la primera mitad de los ilusionados a?os setenta a una contraposici¨®n de representatividades mucho m¨¢s amplias: la de la resistencia en favor de la libertad frente al totalitarimo emanado desde la capital. El Barga-Madrid era entonces, y con mayor intensidad que nunca, m¨¢s que un partido. Result¨® as¨ª que, uno a uno, los cinco goles de los blaugranas en el campo del Madrid se asimilaron, golpe a golpe, e incluso verso a verso -si se riza el rizo de adherirles preclaros contenidos est¨¦ticos-, objetividades simb¨®licas de campanadas anunciando la inapelable proximidad de la democracia. Eran los verdes a?os, los tiempos adolescentes de un nuevo pa¨ªs, pronto a lograr sus derechos de mayor¨ªa de edad. Suena, ahora, el himno del Bar?a en el Nou Camp y algo de ¨¦l revive el esp¨ªritu de aquellos verdes a?os sobre el verde c¨¦sped.
?Pero d¨®nde se han ido las flores, aunque aqu¨ª no consistieran precisamente en claveles? En estos d¨ªas que arrastran la transici¨®n m¨¢s all¨¢ de su fin, la nostalgia de la mejor vida contra Franco se enfrenta a las realidades cotidianas de forma cercana a c¨®mo el himno del Bar?a retumba impotente contra el palco del nu?ismo y se desvanece enseguida a le, ancho y alto de las gradas quiz¨¢s con el estupor de que en aquel palco se yerga un vicepresidente capaz de haber accedido inicialmente a presentarse como candidato de Alianza Popular.
Lo fant¨¢stico por un lado, lo terror¨ªfico por otro, de tal iniciativa pol¨ªtica, reclamar¨ªan para ser descritas la pluma de un Lovecraft o de un Bram Stoker. El club m¨¢s que un club ofrendando su vicepresidente a la presidencia de la Generalitat habr¨ªa sido un acontecimiento de pura y simple conexi¨®n de los significados inherentes a ambas instituciones. En cambio, el matiz de que el candidato representaba oficialmente a AP hubiera desbordado todas las paradojas cultivables por una imaginaci¨®n aterradoramente enfebrecida.
Es dif¨ªcil considerar ¨¦tico que el Bar?a se desnude de implicaciones cuyo positivo car¨¢cter result¨® indiscutible, y que ello suceda desde unos a?os atr¨¢s a modo de constante encadenamiento de decisiones desvinculadas con aquel esp¨ªritu del club. La filosof¨ªa actual del palco barcelonista atiende, por encima, de todo, a la expansi¨®n econ¨®mica y al poder¨ªo deportivo, dando la espalda una y otra vez a un esp¨ªritu que incluso llegaba a enaltecer la misma est¨¦tica de las haza?as deportivas. El esp¨ªritu del Bar?a aflora, en cambio, a trav¨¦s de la postura moral de un argentino, el entrenador C¨¦sar Luis Menotti, cuyas actitudes se hallan precisamente en las ant¨ªpodas del violento fanatismo a que puede conducir una visi¨®n del f¨²tbol radicalizada en la fascista m¨¢xima de ganara toda costa.
Precisamente, en virtud de reflejos que anteponen a toda otra consideraci¨®n la idea de triunfar sobre el contrario, el v¨¦rtice est¨¦tico del Bar?a, Diego Armando Maradona, ha sido apartado por largo tiempo de su campo de creaci¨®n art¨ªstica. Sin ¨¦l, las carencias est¨¦ticas del club m¨¢s que un club pudieran aunarse al descoloreamiento de intensidades que sufre el Bar?a-Madrid de este momento. Partido melanc¨®lico donde los haya, sus proleg¨®menos quiz¨¢ inciten a m¨¢s de uno a preguntarse si el himno difundido por los altavoces conlleva una t¨¢cita acusaci¨®n contra este palco tan distinto al de los ya legendarios d¨ªas de Cruyff.
escritor. Es el creador del esl¨®gan El Bar?a es m¨¢s que un club.
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