El Rey en la Academia
Hay d¨ªas en que la columna se la dan a uno hecha, como el pan reciente, cuya cochura se ha conseguido durante toda la noche. Un suponer, esta noticia de que don Juan Carlos ha estado en la Real Academia Espa?ola de la Lengua. Joaqu¨ªn Calomarde me hace una halag¨¹e?a glosa en Pueblo: "Redactar el consabido art¨ªculo cotidiano, la consabida pir¨¢mide poderosa y terrible". Gracias por tu buena prosa, Calomarde, querido amigo valenciano, reci¨¦n llegado a la conquista de la Puerta del Sol, pero esto no es una "pir¨¢midepoderosa y terrible", sino una glosa humildemente aprendida de los grandes glosadores del siglo, Ortega/d'Ors, y entreverada de Fernanflor o cr¨®nica de sociedad. La cr¨®nica y la sociedad, hoy, est¨¢n en la Academia, adonde ha ido el Rey a decir: "Todos nuestros idiomas sirven a la unidad nacional". Cuando uno lleva varios d¨ªas comentando la ¨²ltima obra de Cela (Seix / Barral / Mario Lacruz), que es precisamente eso, un preautonomismo literario (como tanto libro de CJC, particularmente los de viajes), resulta que el Rey coge, agarra, pilla, va a la Academia y lo dice. Seg¨²n el emperador Carlos V, un hombre vale por tantos idiomas como habla. Espa?a, pues, es tantas Espa?as como lenguas, esas lenguas que Juan Ram¨®n, con amor, intuici¨®n e ingenuidad llamaba rejionales, siempre con su jota entra?able. All¨ª estaba D¨¢maso Alonso. D¨¢maso, como tengo muy contado en esta columna -que no "pir¨¢mide", ay- pasea por su barrio, que es el m¨ªo, ma?ana y tarde, y nos encontramos en las ferreter¨ªas y en las esquinas. Antes iba de cuello duro y sombrero de hierro. Ahora, desde que renunci¨® a la presidencia de la cosa, va de viscosilla y manga corta, cuando hace bueno, claro: -Parece que se ha cortado usted un poco el pelo, Umbral.
-Un poco, D¨¢maso.
Y sigue su paseo. Pedro La¨ªn Entralgo, a quien en mi inminente Trilog¨ªa de Madrid explico por la "representatividad", es un talento preso en su representatividad como uno est¨¢ preso en su bufanda. A todos nos amordazan con algo, maestro La¨ªn. Hasta que llega el pr¨ªncipe encantado, en este caso el Rey, y lo dice: "Por encima de los avatares y cicatrices que hayan sufrido todos nuestros idiomas en el pasado, sirven, en el marco de la sociedad democr¨¢tica, a la unidad nacional". Parece como si estuviera glosando el libro de CJC. En la Academia hay un cuadro de Cervantes que, sobre malo, es falso. Gerardo Diego se lo dijo una vez a don Ram¨®n Men¨¦ndez-Pidal, cuando el sabio era presidente: -?Por qu¨¦ no quitamos ese retrato, don Ram¨®n? -D¨¦jelo usted, Gerardo, que si lo quitamos hay que poner a Franco. As¨ª se defendi¨® la Academia, reducto liberal (liberal verit¨¦, no de ¨²ltima hora) contra el francofascismo. El Rey, en la Academia, ha llamado a las lenguas peninsulares "llave de la convivencia". Hablando se entiende la gente, dice el pueblo. Viene a ser lo mismo. Al hablar del "idioma com¨²n", el Rey estaba hablando, m¨¢s bien, de la comunidad de los idiomas peninsulares. Camilo me lo dijo el otro d¨ªa: "Yo cre¨ªa que orvallar, por llover, era muy gallego, y resulta que es castellano". Tanta riqueza, tanto machihembrado, tanto mulataje de palabras no puede sino engendrar mayores abundancias intelectuales y vitales. Y estas cosas las dec¨ªa el Rey en la Academia cuando por la calle se iban formando los grupos de silencio para la gran manifestaci¨®n de protesta contra quienes quieren imponernos, no la sangre leg¨ªtima de su idioma, sino un idioma de sangre. El Rey, entre los acad¨¦micos, representa m¨¢s al pueblo que a la Academia. A m¨ª me lo tiene dicho alguna vez, entre perplejo y feliz: "Cu¨¢ntos escritores, Paco".
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