Invocacion de Mihura
Algunos atardeceres se le ve¨ªa en el Chicote vedado, de cortinas echadas a la calle de Alcal¨¢ -como si le pusieran dos rombos al bar-, entre algunas se?oras m¨¢s bien opulentas al antiguo gusto -y todav¨ªa hay hoy un cierto regusto nost¨¢lgico y clandestino-, con reminiscencias de polvos Tokal¨®n y de Pilules Orientales, los nombres de los anuncios de las primeras revistas en las que Mihura escribi¨®. All¨ª era todo c¨®modo, f¨¢cil y hasta risue?o: como en su teatro. "Mi teatro soy yo y una mujer enfrente", dec¨ªa ¨¦l, y lo recordaba Jos¨¦ L¨®pez Rubio, su compa?ero de generaci¨®n -y de humor, y de teatro- en su discurso de ingreso en la Real Academia Espa?ola (Mihura, electo, no lleg¨® nunca a ingresar).Algunas de estas mujeres imaginarias, y no las t¨¢ctiles de Chicote -¨¦l las sublim¨® en Maribely la extra?a familia, en Las entretenidas: Torrente Ballester ha tratado el tema en la edici¨®n del teatro de Mihura en Taurus-, las hemos visto en la temporada pasada, en su regreso p¨®stumo al teatro. La eternamente inaprehensible, de niebla brillante y cuarto de hotel, de Tres sombreros de copa; la que pod¨ªa ser tres diferentes en A media luz los tres -y ser muchas es tambi¨¦n ser nada, ser huida, fuga o hurto de un cuerpo-; la de El caso de la mujer asesinadita, que, para cumplir su amor, tenia que ser, precisamente, asesinadita... Seres incorp¨®reos, pero probablemente existentes dentro de una imaginaci¨®n, que es donde existen de verdad las cosas cuando la vida se niega.
Quiz¨¢ el t¨ªtulo de El arte de vivir -programa semanal de TVE que el pasado jueves invoc¨® a Miguel Mihura- convenga mejor que a nadie a este autor que viv¨ªa de su arte. No la vida material, la de la ventanilla de la Sociedad de Autores, sino la vida propia, la ¨ªntima, convertida en representaci¨®n.
El derecho a la pereza
Miguel Mihura, de quien se ha dicho continuamente que era un hombre bueno, un hombre t¨ªmido y a veces como alejado, un poco solitario, un poco perezoso (ten¨ªa el derecho a serlo que tienen todos aquellos a los que se ha negado durante mucho tiempo el reconocimiento, al genio; pueden tirar el est¨ªmulo a la cesta de los papeles), proyectaba su vida imaginaria en el espacio m¨¢gico del escenario.
Por eso aun en las comedias a veces desganadas, a veces emperezadas y rutinarias que lleg¨® a escribir, hay siempre ese toque de "temura y fuerza", como titularon su programa del jueves pasado los redactores de El arte de vivir, hay un resplandor, una sonrisa buena, un humor del que dec¨ªa ¨¦l que "es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone en la cinta del sombrero". Definici¨®n corta y humilde, como ¨¦l mismo era en la vida, porque en el humor teatral de Miguel Mihura, incluso m¨¢s que en el de sus otros cuatro grandes compa?eros de generaci¨®n: L¨®pez Rubio, Tono, Jardiel y Edgar Neville, estaba siempre presente ese contraste entre la realidad mala de la vida y la suposici¨®n buena de lo imaginado, y conten¨ªan, por su ausencia, la cr¨ªtica de lo vulgar obligatorio.
Se ve¨ªa, m¨¢s que en ninguna otra de sus obras posteriores, en Tres sombreros de copa, donde el c¨®micamente angustiado protagonista se sum¨ªa m¨¢s y m¨¢s en las arenas movedizas de la buena vida burguesa, de las costumbres y del orden normal, mientras se le escapaba como por obra de un prestidigitador en un sombrero de copa la ilusi¨®n: la esperanza de ser otro. Por eso le cost¨® tanto trabajo estrenarla, y tantos a?os conseguir el ¨¦xito.
Llenar teatros
Cuando, en la temporada pasada, los teatros se han llenado para ver tres obras de Mihura, se estaba viendo que, por fin, algo de, su mensaje estaba Regando al p¨²blico, cuando ya una sociedad cambiante est¨¢ comenzando a tapar las arenas movedizas y a tratar de caminar por encima de ellas, no sin alg¨²n sobresalto, no sin pagar, todav¨ªa, algo por ello.
Algunas escenas del Mihura representado la pasada temporada se vieron en TVE. Hay que advertir que son grabaciones hechas no en teatro, sino en los estudios de TVE. Esto es, otra cosa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.