Sitges reencontr¨® su certamen: triunf¨® La Cubana
La compa?¨ªa La Cubana, de Sitges, ha sido la triunfadora -a tenor de los aplausos, del p¨²blico que llenaba el teatro Prado en la noche del domingo- del XVI Festival Internacional de Teatro, que se ha desarrollado en Sitges del 14 al 23 de octubre. Un jurado internacional, del que formaban parte, entre otros, Joan Brossa, Alfonso Sastre, y Enrique Llovet, conced¨ªa, en la clausura del festival, el Premio Cau Ferrat a la mejor aportaci¨®n art¨ªstica al festival, que recay¨® en Albert Vidal y en el grupo italiano Pupi e Fresedde. La Cubana, recibi¨® un premio especial.
El Premio Cau Ferrat fue otorgado ex aequo, a Albert Vidal y su Pare antropol¨°gic, y a la compa?¨ªa italiana Pupi e Fresedde, que hab¨ªa presentado aquella misma tarde un extraordinario espect¨¢culo: Don Giovanni e il suo servo. El p¨²blico, con sus insistentes aplausos, confirm¨® la decisi¨®n del jurado. Luego, al conocerse la concesi¨®n de un premio especial a La Cubana, el teatro se vino abajo.
Japon¨¦s y castellano
La ovaci¨®n, a medida que los miembros de La Cubana iban subiendo al escenario, nos daba la raz¨®n cuando, en la edici¨®n de EL PAIS del pasado domingo, y haci¨¦ndonos eco de una opini¨®n de Joan Brossa, dec¨ªamos que Albert Vidal y, sobre todo, La Cubana hab¨ªan salvado el festival. Dicho de otro modo, que Sitges, el Sitges de la calle, que no llen¨® ni el Prado, ni el Retiro del viernes 14 al s¨¢bado 23 de octubre, hab¨ªa ganado su propio festival, tal y como reconoci¨® un miembro de La Cubana al recoger el premio.Tambi¨¦n se concedi¨® una menci¨®n especial a los espect¨¢culos Flamenco-Butho y El jard¨ªn, representados por la bailarina japonesa Nada Nathsugiva. Por cierto, que al entrevistar a la bailarina japonesa, con motivo de la entrega del galard¨®n, el jefe de Prensa del festival, Josep Sandoval, se convirti¨® en el hazmerre¨ªr de la velada: tras dedicarle una, supongo, cari?osa, frasecita, en japon¨¦s a la bailarina -y digo supongo porque, aparte del, sayonara de rigor, uno no entendi¨® ni jota del resto de la frasecita-, el jefe, Sandoval invit¨®, en castellano, al representante de la compa?¨ªa gallega, Luis Seoane, a recoger el Premio Artur Carbonell 1983, concedido a su montaje de Edipo rey.
Y el gallego, Manuel Lourenzp, luego de recoger el premio -un cheque de un mill¨®n de pesetas-, y respondiendo a la invitaci¨®n del jefe de Prensa, realizada, repito, en castellano, contest¨® en gallego, diciendo que si bien no hablaba el catal¨¢n, s¨ª lo entend¨ªa, y agradecia el premio, tan importante para una zona teatral desatendida como Galicia, y lo agradec¨ªa, eso, en gallego. Gallego que entendimos todos, cosa que no ocurri¨® con el japon¨¦s del jefe Sandoval.
Escoger la mediocridad
En cuanto a los espect¨¢culos del fin de semana, vimos al Teatar Levo, de Belgrado, en una Vida de Michelangelo que, una vez m¨¢s, hizo que nos pregunt¨¢semos c¨®mo es posible, entre los cientos de espect¨¢culos que circulan por los festivales europeos, escoger tanta mediocridad, tan en contra del p¨²blico. Un miembro del patronato, hombre de teatro, luego de ver el mencionado espect¨¢culo, nos confes¨® que buena parte de los miembros del Teatar Lavo dif¨ªcilmente hubiesen superado las pruebas de acceso al Institut del Teatre de Barcelona...El Edipo rey de los gallegos fue un espect¨¢culo digno, muy digno. Al alzarse el tel¨®n, Tebas nos pareci¨® El Escorial, un Escorial teatral -pero ?es que acaso hay algo m¨¢s teatral que la pir¨¢mide del segundo Felipe?-, y cre¨ªamos que por ah¨ª iba la cosa, por un Ghelderode sui generis, con mensaje. Pero no; el Edipo de los gallegos est¨¢ m¨¢s cerca, seg¨²n el programa de mano, del Hamlet de Cunqueiro. Pues, la verdad, no nos enteramos. De lo que si nos dimos cuenta es de la calidad -"?qu¨¦ voz, y qu¨¦ manos!", me dec¨ªa un director catal¨¢n, amigo- de Miguel Pernas (Edipo).
El ¨¦xito, merecid¨ªsimo, del espect¨¢culo de la cooperativa Pupi e Fresecide Teatro, de Settignano (Florencia), no me sorprendi¨®, ni a mi ni al resto de los listos del festival: "Espera, espera a ver a los italianos", nos dec¨ªamos durante las incomprensibles y sopor¨ªferas jornadas que tuvimos que aguantar -al festival le llam¨¢bamos, en co?a, "el festival de la Berlitz"- hasta el domingo.
Sab¨ªamos que los italianos eran buenos, pero resultaron aun mejores de lo que uno esperaba. Su Don Giovanni es, en realidad, un homenaje a Pulcinella, un h¨¦roe de la Commedia dell'Arte pasado por el turmix de la revista napolitana popular, sazonado con las cuatro partes de malicia, de los travestidos y la quinta, la de la inocencia, del circo, el de La Strada, el bueno. Es, cre¨¢nme, una lecci¨®n de teatro que, de la mano de Gigio Morra, morrocotudo, tremendo Pulcinella, uno quisiera volver a ver en todos y cada uno de los escenarios espa?oles. Porque eso, como La Cubana, como Albert Vidal, como el Medecine Show de Nueva York, que nos ofreci¨®, junto con Vidal, el espect¨¢culo m¨¢s inteligente del festival, eso, eso es el teatro.
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