Mirada en negro
En los anales de la novela negra, si el nombre de Dashiell Hammet son¨®, all¨¢ por 1930, a advenimiento de una austera edad adulta, el de Raymond Chandler, unos diez a?os despu¨¦s, fue sin¨®nimo de lujo, de rizo, de no va m¨¢s, de esa dorada plenitud qu¨¦ es el preludio de la de cadencia. El salto de uno a otro fue abismal: sus miradas se endurecieron en experiencias muy divergentes de la vida. Hammett aprendi¨® desde muy pronto a mirar en negro, ense?ado por la intemperie de la vida urbana, en la que se cri¨® y creci¨®, y sus novelas siempre tienen ese fondo amargo y desolador de la captura directa de im¨¢genes callejeras, secas, duras como documentos.En cambio, Chandler, nacido en Chicago, criado entre gasas de buena educaci¨®n europea, y devuelto a la jungla de las ciudades californianas ya conformado en una ¨¦tica de puertas adentro, desencaden¨® su pasi¨®n literaria desde una mirada en rosa, forjada oblicuamente entre visillos, cautelas y otras suavidades de una guarida protegida de la intemperie urbana por mujeres solas.
La mirada en negro de Hammett es una parte natural de su cultura no aprendida, mientras que la mirada en negro de Chandler es una derivaci¨®n elaborada de su cultura adquirida. A Hammett le mordi¨® en su carne la violencia que narr¨®, pero Chandler la reconstruy¨® de o¨ªdas en los laboratorios de su inventiva. De ah¨ª que el yo narrativo sea en Chandler m¨¢s grueso y evidente, m¨¢s conformador de un estilo, que en Hammett, donde el yo y el acto se confunden en el borde occidental de lo invisible.
A Chandler le cost¨® cuatro a?os escribir La dama del lago. Comenz¨® en 1939 y finaliz¨® en 1943. Era un escritor lento que, para membrar una historia alrededor de un tronco duro, se forzaba a no fiarse de su tendencia a escaparse por las ramas suaves del ingenio. Hombre de aguda inteligencia y, como criatura de un ambiente puritano, tenaz y dotado de fuerte autocontrol, autoflagelaba sus tendencias hacia la literatura de sal¨®n y las encauzaba hacia las fuentes de su aprendizaje de la t¨¦cnica del thriller en las hojas de papel de estraza, o pulp, de la legendaria revista Black Mask.
La tenacidad de Chandler dio otra vez fruto y La dama del lago hizo, rebosar su cuenta corriente. Hollywood compr¨® el libro y pidi¨® al propio Chandler que hiciera el gui¨®n. La aventura fracas¨®. Chandley era incapaz de plagiarse a s¨ª mismo y comenz¨® a escribir otra historia. "Hemos comprado La dama del lago, y no otro libro", dijeron los del dinero, y el gui¨®n fue a manos de otros.
La dama del lago se rod¨® en 1947. El director y al menos en la banda sonora, su principal int¨¦rprete fue un actor, que inici¨® as¨ª su corta e irregular carrera detras de las c¨¢maras. Se llamaba Robert Montgomery y arm¨® con La dama del lago un peque?o revuelo, que se ha convertido en un sorprendente cap¨ªtulo aparte de la historia de la gram¨¢tica cinematogr¨¢fica.
El principio del relato subjetivo, habitual en la literatura negra, era en el cine solo un recurso entre las docenas que se combinan en cada filme. La ortodoxia gramatical del cine era esta: en la pantalla, un hombre en plano general; le sigue un primer plano de su rostro; los ojos miran a un punto detras de la c¨¢mara; finalmente vemos lo que el personaje ve: por ejemplo, un revolver devuelve al hombre una tuerta mirada. Tal es la mec¨¢nica del plano subjetivo: inserci¨®n entre dos planos exteriores del interior de una mirada.
La mirada de la c¨¢mara
?Y si hici¨¦ramos una pel¨ªcula toda ella en planos subjetivos? La pregunta la hizo en 1940 un tipo sediento de notoriedad llamado Orson Welles. Sus interlocutores se troncharon de risa. Pero a Robert Montgomery no se le pod¨ªa tildar de energumenismo. Actor de t¨¦cnica s¨®lida, experto en comedias, formado en Broadway por George Cukor, se incorpor¨® al cine en 1929, en 1930 dio una aceptable r¨¦plica a Greta Garbo en Inspiraci¨®n, de Clarence Brown, y en 1937 logr¨® la memorable creaci¨®n del psic¨®pata asesino de Al caer la noche, de Richard Thorpe. Hombre con tendencias aristocr¨¢ticas, Montgomery fue tomado en serio cuando repiti¨® la ins¨®lita idea de Welles. "Puesto que en La dama del lago lo que ocurre es lo que ve el detective Philliph Marlowe, ?por qu¨¦ no convertimos a la mirada de la c¨¢mara en la mirada de Marlowe?". Esta idea, apuntada por los guionistas, era una asunci¨®n por el cine de la l¨®gica del estilo negro. Como este triunfaba, los productores tomaron en serio la audacia, y as¨ª se rod¨® La dama del lago.Es un filme incatalogable, ins¨®lito en los anales del cine negro. "Era dur¨ªsimo tener que mirar siempre a la lente de la c¨¢mara, cuando durante a?os y a?os nos gritaban que actuaramos como si la lente no existiese", cuenta el actor Lloyd Nolan. El saldo global del filme es, al margen de su inter¨¦s experimental, bastante irregular. Hay fallos de ritmo, caidas en la l¨ªnea de inter¨¦s, pero tambi¨¦n hay escenas fascinantes, como la de Marlowe arrastr¨¢ndose apaleado hacia una cabina telef¨®nica, o el incre¨ªble fundido en negro con que remata, cerrando los ojos, el beso de Audrey Totter a la lente. Aunque solo sea por esas y otras escenas as¨ª, merece verse este irrepetible cap¨ªtulo de la historia del cine.
La dama del lago se emite hoy a las 21.35 por la primera cadena.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.