Entre los santos no hay sitio para la guerra civil
Nos llegan interesantes ioticias procedentes del s¨ªnodo episcopal; por desgracia, la atenci¨®n de la mayor¨ªa, ocupada en asuntos profanos, no se interesa, en el tema. No hay que pasar por alto, por ejemplo, el hecho de que los obispos afirmen que el sacramento de la confesi¨®n es muy poco frecuentado por los fieles y que convendr¨ªa estudiar el modo de fomentarlo de nuevo. Dan ganas de sugerir uno bien sencillo: que se hagan cargo de ¨¦l todos los psicoanalistas que ejercen en los pa¨ªses cat¨®licos, otorg¨¢ndoles el carisma y la autoridad de los confesores; los penitentes acudir¨ªan en masa. ?Pero acaso no es muy presuntuoso creer que se pueda sugerir nada a un consejo de obispos?Por otra parte, son muy interesantes las dos noticias publicadas por los peri¨®dicos del martes 18 de octubre: que los procesos de beatificaci¨®n ser¨¢n aligerados y descentralizados y que se pretende -pese a que Pablo VI lo encontr¨® improcedente- beatificar en masa ni m¨¢s ni menos que a 8.000 espa?oles muertos en la guerra civil de 1936-1939, dado su car¨¢cter de defensores de la fe cat¨®lica. De la primera noticia no puedo por menos que alegrarme: mis conciudadanos esperan desde hace dos siglos que el padre. Elia Lauricella, ligurino, sea beatificado. Exactamente desde hace dos siglos, desde cuando era virrey de Sicilia Domenico Caracciolo, que, pese a ser volteriano, se vio obligado a ocuparse de la santidad del padre Elia. Pero un tanto menos halag¨¹e?a es, por lo que de negra tiene, la segunda noticia. Proclamar beatos, en masa, a todos los que murieron por su profesi¨®n en la fe cat¨®lica, pero dentro de una precisa facci¨®n pol¨ªtica y adem¨¢s rebeldes a un Gobierno democr¨¢tico leg¨ªtimo, significa reconocer que la Iglesia no s¨®lo ha favorecido al fascismo y a la rebeli¨®n, sino que, efectivamente, contin¨²a -al menos desde una posici¨®n nost¨¢lgica, si no desde los propios hechos- haci¨¦ndolo. Y en Espa?a, que han conseguido superar la dictadura franquista de una manera casi indolora, sin traumas, sin violencias, el efecto de una decisi¨®n semejante no puede por menos que resucitar la antigua rebeli¨®n, abrir de nuevo la disputa que tantas atrocidades produjo y reforzar -aunque fuera s¨®lo de un modo espiritual, pero que puede convertirse en material- a la que entonces fue la parte vence dora y ahora es perdedora. La sospecha de que sea precisamente esto lo que ahora se persigue no carece de fundamento, a menos que no se sepa bien lo que se hace, lo que, en cierto sentido, ser¨ªa a¨²n m¨¢s grave.
El papa Juan Pablo II, que est¨¢ poniendo en marcha el proceso que Pablo VI rechazase, deber¨ªa releer (o leer) ese libro de Berrianos que se titula Los grandes cementerios bajo la luna. Es de un escritor cat¨®lico que adem¨¢s tenia dos hijos que estaban de parte de Franco. Se dar¨ªa cuenta de que ambos bandos realizaron matanzas y de que los que murieron por la libertad, por el derecho, por defender el leg¨ªtimo gobierno de la Rep¨²blica son tan m¨¢rtires como los que lo hicieron por defender la fe en Cristo, en el supuesto de que hubieran muerto precisamente por la fe en Cristo y no s¨®lo en defensa de los privilegios, del abuso y de la injusticia social. No es que se quieran negar las atrocidades que cometieron los que luchaban por la Rep¨²blica; pero tampoco se pueden olvidar las que realiz¨® el otro bando, quiz¨¢ m¨¢s numerosas y, por supuesto, durante m¨¢s tiempo.
Le¨®n XIII (lo cuenta Savinio) sol¨ªa decir que, cuando lleguemos al cielo, proferiremos tres ?oh! de sorpresa, maravillados: el primero, porque nos encontraremos a todos los que cre¨ªamos que no estar¨ªan; el segundo, porque no encontraremos a todos los que est¨¢bamos seguros de hallar (el tercer ?oh! no nos dice Savinio por qu¨¦ pudiera estar provocado, y tampoco nosotros conseguimos saberlo). En, lo que a nosotros respecta, no iremos al cielo y no tendremos la oportunidad de lanzar los tres ?oh!, pero Juan Pablo II, que s¨ª ir¨¢, puede empezar a prepararse a exclamar ?oh! por la presencia, estoy seguro, de Manuel Aza?a, y otro, m¨¢s fuerte, por la ausencia del general Franco.
es escritor italiano.? Corriere della Sera.
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