OTAN: en el umbral de un debate / 1
Tanto la oposici¨®n conservadora como los partidos situados a la izquierda del Gobierno acosan a ¨¦ste por su indefinici¨®n en tomo al tema de la OTAN, exigi¨¦ndole una clarificaci¨®n que s¨®lo puede venir -seg¨²n el autor- de la meditada consideraci¨®n de los intereses nacionales en cada momento.
Una de las cr¨ªticas m¨¢s reiteradas al Ejecutivo socialista, pr¨¢cticamente desde su constituci¨®n, es la ambig¨¹edad, indefinici¨®n e inclusive contradicci¨®n de nuestra pol¨ªtica exterior. Medios cercanos ideol¨®gicamente a la oposici¨®n conservadora, y los principales portavoces de alg¨²n otro partido a la izquierda del Gobierno, no regatean esfuerzos, de asombrosa coincidencia, para acosar y exigir constantemente lo que suelen calificar como una clarificaci¨®n de nuestra diplomacia. Ello es esencialmente relevante en lo que a nuestra presencia en la OTAN se refiere, o dicho de otro modo, a la eventual denuncia por parte de Espa?a del Tratado de Washington. La transparencia informativa propia de un r¨¦gimen de libertades aconseja incorporar elementos que puedan ir preparando un debate de trascendental importancia, con efectos que ir¨¢n m¨¢s all¨¢ del propio refer¨¦ndum, y que, sin duda, van a contribuir a la modernizaci¨®n de este pa¨ªs por las implicaciones psicol¨®gicas y regeneracionistas que conlleva. Por ello, antes de entrar en materia, se?alemos dos presupuestos en su tratamiento.En primer lugar, la pol¨ªtica exterior debe analizarse exclusivamente teniendo en cuenta los intereses nacionales en su sentido m¨¢s estricto, y partiendo del hecho de que cualquier negociaci¨®n entre Estados hoy d¨ªa se realiza en una mutua contemplaci¨®n de fuerzas, que sepan juzgar y tener en cuenta las reacciones eventuales del amigo o enemigo con quien se negocia. En segundo lugar, el debate sobre la Alianza permitir¨¢, pero tambi¨¦n obligar¨¢, a una toma de conciencia en profundidad por la opini¨®n p¨²blica espa?ola de toda la problem¨¢tica relativa a la defensa y seguridad nacionales, hasta el momento inexistente. Dicho de otra forma, el debate no se debe caracterizar por el juego ideol¨®gico interno, sino por una conciencia realista, ego¨ªsta y soberana de nuestros intereses, que obligar¨¢ al estudio y meditaci¨®n del papel de nuestro pa¨ªs en la escena internacional, en el que su defensa y seguridad resultan, por el momento, esenciales.
La formaci¨®n del Ejecutivo socialista coincide con el proceso de construcci¨®n del sistema democr¨¢tico en nuestro pa¨ªs, en el que todav¨ªa estamos incursos, y con una crisis internacional que se arrastra desde 1979. Estos dos condicionantes en lo interior y en lo internacional van claramente a incidir en la formulaci¨®n de un modelo de pol¨ªtica exterior espa?ola cuyos objetivos prioritarios residen en contribuir al afianzamiento del sistema pluralista de libertades en nuestro pa¨ªs, evitando que la tensi¨®n internacional pueda afectar al proceso; y en lograr un ¨¢mbito determinado de autonom¨ªa exterior que evite la satelizaci¨®n autom¨¢tica, con el riesgo de arrastrarnos en la carrera armamentista y en las consecuencias de una globalizaci¨®n manique¨ªsta de los intereses de las grandes potencias.
Elementos de la pol¨ªtica exterior
Conviene, por ello, recordar brevemente los elementos que, en base a los dos compromisos citados, definen la pol¨ªtica exterior del Gobierno, tal y como ha sido expuesta en diversas ocasiones por el ministro de Asuntos Exteriores:1. La pol¨ªtica exterior espa?ola no debe introducir elementos desestabilizadores en un mundo dominado por la realidad del conflicto potencial. Dicho en otros t¨¦rminos, Espa?a no debe contribuir a alterar los equilibrios existentes a nivel global si queremos evitar sus repercusiones.
2. Teniendo en cuenta lo anterior, Espa?a puede y debe alcanzar un margen de autonom¨ªa exterior que permita -sin fomentar la inestabilidad- una mejor consecuci¨®n de nuestros objetivos en relaci¨®n o con independencia -seg¨²n los casos- de nuestros eventuales aliados.
3. Espa?a es un pa¨ªs occidental no s¨®lo por razones hist¨®ricas, geogr¨¢ficas y culturales, sino especialmente por la definici¨®n constitucional aprobada por el pueblo espa?ol, que consagra un sistema pol¨ªtico de libertades y un marco de econom¨ªa libre.
4. Nuestro pa¨ªs debe abandonar la pasividad para convertirse en impulsor de las grandes causas internacionales, basadas en el respeto a la dignidad del hombre, prioridad del Derecho, lucha contra el subdesarrollo, reducci¨®n y eventual liquidaci¨®n de la carrera de armamentos, etc¨¦tera.
5. Espa?a debe tomar conciencia de s¨ª misma sin caer en prepotencias te¨®ricas dirigidas al consumo interno y desarrollar el potencial cultural, econ¨®mico y cient¨ªfico que, sin duda, poseemos.
Honestidad y pragmatismo
Recobremos el hilo central, una vez comprobado el marco y los condicionantes que, evidentemente, inciden en la decisi¨®n que el Gobierno debe adoptar respecto a la Alianza Atl¨¢ntica. Estimo que un buen sistema de an¨¢lisis consiste en repasar las actuaciones concretas del Ejecutivo en la materia y a riesgo de repetir argumentos conocidos, me centrar¨¦ en una declaraci¨®n esencial en la materia: la realizada por el ministro de Asuntos Exteriores en la reuni¨®n de oto?o de 1982 del Consejo Atl¨¢ntico, d¨ªas m¨¢s tarde de la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno.Tras reconocer que la adhesi¨®n al Tratado "fue autorizada como prescribe nuestra Constituci¨®n", el ministro record¨® el criterio del partido socialista, contrario a la integraci¨®n, porque "el Gobierno que en aquel momento dirig¨ªa a la naci¨®n no hab¨ªa realizado un estudio en profundidad, ni hab¨ªa informado ni consultado debidamente a los ciudadanos sobre la cuesti¨®n b¨¢sica y precisa de definir la postura defensiva de Espa?a y las opciones para su participaci¨®n en la defensa del mundo occidental". En consecuencia, continuaba el ministro, "el Gobierno considera que el pueblo espa?ol debe manifestarse en el momento oportuno y a la vista de un profundo an¨¢lisis sobre las necesidades estrat¨¦gicas y de defensa de Espa?a, y tras un verdadero debate sobre las formas de contribuci¨®n de mi pa¨ªs a los objetivos y principios del mundo occidental, incluida su participaci¨®n o no en la Alianza".
Esta declaraci¨®n, le¨ªda solemnemente en presencia de los ministros de Asuntos Exteriores de todos los pa¨ªses aliados, fijaba, defin¨ªa y concretaba el criterio del Gobierno socialista, contrario a la forma en que se hab¨ªa producido nuestra adhesi¨®n, especialmente por la falta de una verdadera negociaci¨®n con la Alianza Atl¨¢ntica, y por la ausencia de una informaci¨®n seria y exhaustiva al pueblo espa?ol. Al mismo tiempo, ratificaba el compromiso, tanto de un estudio sobre el papel estrat¨¦gico de Espa?a y sus necesidades defensivas, como la voluntad de explicar sus resultados a la opini¨®n p¨²blica, convoc¨¢ndola cuando al Gobierno responsablemente le pareciera oportuno. En segundo lugar, el ministro se?alaba en Bruselas que "el Gobierno espa?ol no deseaba ser causa de fricci¨®n ni de equ¨ªvoco", especialmente en un a?o cr¨ªtico como el actual para las relaciones entre los bloques, de forma que el Gobierno socialista "no har¨ªa nada que pudiera debilitar o dar la apariencia de debilitamiento de la posici¨®n occidental y de la Alianza Atl¨¢ntica". El propio presidente del Gobierno ratificaba lo anterior en Bonn meses m¨¢s tarde, se?alando la comprensi¨®n espa?ola respecto a las decisiones soberanas de aquellos miembros de la Alianza que asumieron la denominada doble decisi¨®n, y con independencia del hecho de que Espa?a no fuera parte de la misma.
Estas y otras declaraciones consecuentes ratifican sin equ¨ªvocos el apoyo de Espa?a a la solidaridad occidental, perfectamente compatible con el proceso de reflexi¨®n interno respecto a nuestras necesidades de defensa. El Gobierno ha mantenido ¨ªntegramente sus compromisos internacionales, y la Europa aliada es perfectamente consciente de ello, tal y como han afirmado repetidamente sus responsables pol¨ªticos, quienes han disipado con m¨²ltiples declaraciones cualquier duda respecto a la identificaci¨®n de nuestro pa¨ªs con los valores e intereses del mundo occidental.
Sin embargo, ¨¦se no parece el caso de ciertos responsables pol¨ªticos espa?oles ni tampoco de ciertos medios de difusi¨®n, que ante afirmaciones y conductas tan claras y evidentes para nuestros aliados, contin¨²an acusando al Gobierno de indefinici¨®n y ambig¨¹edad. Resulta dif¨ªcil creer que no existan razones ideol¨®gicas e intereses concretos de uno y otro signo en tales cr¨ªticas, que, con una t¨¢ctica de acoso y derribo, pretenden forzar irresponsable mente una definici¨®n inmediata. Lo curioso es que con ello no se pretende ya discutir el car¨¢cter occidental de nuestro pa¨ªs, sino exclusivamente una respuesta concreta a si Espa?a se mantendr¨¢ o no en la Alianza Atl¨¢ntica, olvidando que el prop¨®sito de este Gobierno no es algo que me atrevo a calificar de demasiado simple: OTAN s¨ª u OTAN no, sino el an¨¢ lisis y la obtenci¨®n de un sistema de seguridad nacional que, otorgando una atenci¨®n prioritaria a nuestros escenarios regionales, determine al mismo tiempo una contribuci¨®n solidaria y rec¨ªproca a la defensa del sistema occidental. Y ello, como veremos a continua ci¨®n, es mucho m¨¢s complejo y ambicioso que la pertenencia o no de Espa?a a la OTAN.
es director adjunto del gabinete del ministro de Asuntos Exteriores.
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