El futuro del INI
EL INFORME preparado de manera conjunta por el Ministerio de Hacienda, el Patrimonio del Estado y el INI acerca de la pol¨ªtica del Instituto Nacional de Industria establece como objetivo prioritario el equilibrio global de las cuentas de sus empresas en los pr¨®ximos tres a?os. Sin un saneamiento financiero rotundo, se esfumar¨ªa cualquier posibilidad de crecimiento futuro e incluso resultar¨ªa dif¨ªcil mantener los actuales niveles de empleo. La prolongaci¨®n de la situaci¨®n actual impedir¨ªa, adem¨¢s, una redistribuci¨®n de los recursos desde las industrias y empresas en decadencia hacia sectores y estructuras empresariales con futuro.El contribuyente, que todos los d¨ªas se encuentra con alguna sorprendente noticia sobre pol¨ªtica industrial (Sagunto, reconversiones anunciadas y paralizadas; Presur, con una nueva versi¨®n; programa nuclear, etc¨¦tera), se preguntar¨¢ si ese informe es un nuevo gesto ret¨®rico o si representa el arranque de una estrategia para equilibrar los gastos e ingresos del primer grupo industrial espa?ol. Hoy por hoy, los hechos confirman que las p¨¦rdidas anunciadas del INI para 1983 llegar¨¢n a los 140.000 millones de pesetas; es decir, las cuentas anunciadas no presentan ninguna mejora respecto al a?o anterior.
El equilibrio financiero que se dise?a en el informe tratar¨¢ de conseguirse fundamentalmente mediante la reducci¨®n de los costes. Las mejoras en los ingresos se conf¨ªan a una serie de expedientes menores: venta de empresas (desinversi¨®n) y actividades conjuntas con compa?¨ªas privadas nacionales o extranjeras. Hay tambi¨¦n una referencia al comercio de trueque como modalidad que permitir¨ªa utilizar la capacidad de compra como instrumento para promover exportaciones. Los ajustes m¨¢s exigentes apuntan hacia unas plantillas hoy abundantes y costosas, as¨ª como al exceso de capacidad existente en industrias y sectores. El factor trabajo -obreros y t¨¦cnicos- soportar¨¢ una carga importante en los sacrificios del saneamiento. Tambi¨¦n las inversiones se reducir¨¢n. El problema del INI no es el crecimiento sino la consolidaci¨®n, rentabilidad y competitividad de los equipos instalados.
El rumbo elegido es antip¨¢tico, y sus costes sociales abundantes. Naturalmente no todos los sectores Pertenecientes al INI est¨¢n en situaci¨®n parecida y, en consecuencia, las f¨®rmulas no podr¨¢n ser las mismas en todas las empresas. Ahora bien, en casi todos los sectores los costes de producci¨®n no son competitivos. En algunas empresas esa baja competitividad coincide con un exceso de capacidad. Las instalaciones y el personal empleado desbordan la actual dimensi¨®n del mercado.
Este panorama sombr¨ªo, para el que la b¨²squeda de soluciones resulta dif¨ªcil, no debe hacer olvidar que el Estado ha tenido, tiene y seguir¨¢ teniendo un papel propio en el desarrollo industrial de Espa?a. Pese a su historia colmada de proyectos insensatos, socializaciones de p¨¦rdidas privadas, clientelismo pol¨ªtico, despilfarro e irracionalidad econ¨®mica, el INI el responsable en buena medida de nuestro actual nivel de industrializaci¨®n. La capacidad t¨¦cnica de los cuadros y de los obreros industriales espa?oles ser¨ªa distinta -peor- sin la existencia del Instituto. Decisiones como la implantaci¨®n en Espa?a de Ford o General Motors hubieran sido impensables sin un nivel previo de cualificaci¨®n t¨¦cnica de la mano de obra industrial espa?ola. En una perspectiva de futuro, el tr¨¢nsito de la industria b¨¢sica hacia los sectores de alta tecnolog¨ªa y servicios industriales y la competencia con los pa¨ªses industriales resultar¨ªan imposibles sin el apoyo del Estado y la presencia del INI.
La salida de: la crisis necesita un INI saneado y competitivo, capaz de financiar la mayor parte de sus actividades y con empuje suficiente para contribuir al tr¨¢nsito desde la vieja hacia la nueva industria. La aceptaci¨®n de una pol¨ªtica industrial encaminada, primero, hacia el saneamiento financiero y, despu¨¦s, hacia el crecimiento precisa una estrategia adecuada. En primer lugar, habr¨ªa que reducir en los pr¨®ximos tres a?os las subvenciones a los sectores e industrias en los que el coste desorbitado e injustificado de la plantilla impida cerrar con equilibrio los ejercicios anuales. En segundo lugar, es necesario aceptar que los directivos de cada empresa son los profesionales encargados de su funcionamiento. Ni la c¨²pula del INI, ni el Ministerio de Industria, ni ning¨²n otro ministerio tienen que cuestionar, como ha ocurrido en el pasado y a lo peor ocurre en el presente, de manera abierta o solapada la gesti¨®n de las personas responsables. Los consejos de administraci¨®n de cada empresa deben ser quienes cumplan con el deber de apoyar o retirar la confianza de los ejecutivos. A un directivo incapaz se le despide, no se le resta autoridad mediante interferencias y solapamientos. En tercer lugar, los sindicatos de clase deben rechazar las pretensiones corporativistas de los colectivos de trabajadores de las empresas p¨²blicas, patrimonializadas en ocasiones por grupos que, amparados en las siglas de la UGT o de Comisiones Obreras, deciden por su cuenta convertirse en funcionarios p¨²blicos a efectos pr¨¢cticos y redistribuir en su exclusivo beneficio los fondos presupuestarios asignados para mantener en pie compa?¨ªas inviables.
M¨¢s all¨¢ de estas exigencias queda en pie otra cuesti¨®n fundamental: la independencia del INI, cuyo presidente y altos directivos deben ser nombrados o reclutados por sus dotes profesionales y no por la afinidad con los pol¨ªticos de turno, como tantas veces ha ocurrido en la historia del Instituto.
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