Reloj parlante
Seg¨²n leo en este peri¨®dico, el relojero valenciano Ernesto P¨¦rez ha construido el primer reloj parlante del mundo. La noticia nos cuenta que la cosa fue porque un d¨ªa entr¨® un alem¨¢n en su tienda y dijo: "?Caramba, cu¨¢ntos relojes! Pero ninguno dice que son las ocho". Y entonces el ingenioso Ernesto P¨¦rez se puso a trabajar y fabric¨® el reloj hablante.Sospecho que lo que el alem¨¢n quer¨ªa era un sereno. Porque los serenos dec¨ªan la hora y, adem¨¢s, daban las buenas noches, hablaban del tiempo, preguntaban por la familia y explicaban a los vecinos d¨®nde pod¨ªan comprar tabaco o tomar una copa cuando casi todo estaba cerrado. Si el vecino llegaba ya con las copas tomadas y ¨¦stas hab¨ªan sido demasiadas, el sereno le ayudaba a deshacerse de ellas porque sosten¨ªa el cuerpo del propietario mientras ¨¦ste vomitaba en el alcorque.
Al alem¨¢n que descubri¨® los serenos junto al Mediterr¨¢neo le ocurre lo que a esos pr¨®ceres municipales que, poco a poco, reinventan el tranv¨ªa: primero acotan un carril bus especial y luego caen en la cuenta de que la energ¨ªa el¨¦ctrica contamina menos. Alg¨²n d¨ªa se decidir¨¢n a reponer las viejas v¨ªas. Tambi¨¦n los pol¨ªticos no municipales (aunque en ocasiones s¨ª espesos) descubren cosas ya inventadas. Suele ocurrir tal fen¨®meno al subir al poder, acaso porque desde arriba la perspectiva sea diferente y el mundo se vea de otra manera. Por ejemplo: lo que antes era limpia cr¨ªtica puede verse hoy como campa?a orquestada, y lo que en otro tiempo fue incompetencia manifiesta, ahora ser¨ªa fruto de la intrincada coyuntura. Puestos a redescubrir, pueden descubrir tambi¨¦n las excelencias del partido ¨²nico o de la televisi¨®n ¨²nica, excelencias superiores, sin duda, a las del plato ¨²nico e incluso a las de la mujer ¨²nica.
El tiempo de los relojes es tambi¨¦n un tiempo ¨²nico, con horas iguales de 60 minutos cada una. Pero en el reloj parlante del artesano levantino cada hora, manteniendo los minutos de rigor, tiene personalidad diferente. En unas se oyen m¨²sicas, y en otras, m¨¢ximas. Suena La viuda alegre o la obertura ole Carmen. O nos dice el reloj lo mismo que nos dec¨ªa nuestra abuela en casa o nuestro director espiritual en el colegio, o nos podr¨ªa haber dicho Benjam¨ªn Franklin si hubi¨¦semos tenido que soportar su compa?¨ªa y sus experimentos el¨¦ctricos en nuestra persona. A saber: "El tiempo es un tesoro, aprov¨¦chalo bien", o "Lo que no se empieza, no se acaba"... Sentencia esta ¨²ltima, que no tiene la contraria como cierta, seg¨²n prueba la historia espa?ola.
As¨ª que este reloj resulta asimismo un descubridor del pasado, como el alem¨¢n de los serenos, los concejales y los gobernantes en general. Porque ese reloj redescubre el tiert¨ªpo medieval, el tiempo religioso, cuando cada hora s¨ª que ten¨ªa su af¨¢n y ese af¨¢n era compartido por todos porque todos eran afines y a todos se les daba el d¨ªa ordenado para la faena y para el ocio. Hab¨ªa toques para orar y toques para laborar, y hasta la palabra que nombra nuestra siesta viene del descanso a la hora sexta. ?Bendita sea la Santa Madre Iglesia, que tanto talento demostr¨® al instaurarla!... El otro tiempo, el de las horas sin af¨¢n comunitario, fue el tiempo individualista, matem¨¢tico y relacionista, de la burgues¨ªa emergente. Quienes saben dicen que los relojes mec¨¢nicos italianos -nacidos a comienzos del siglo XIV- fueron aliados poderosos del poder municipal en sus luchas, pol¨ªticas y cronom¨¦tricas, contra los se?ores feudales, que en no pocas ocasiones eran tambi¨¦n se?ores episcopales. Italiano como esos relojes era Juanelo Turriano, el relojero que con sus ingeniosos aut¨®matas distra¨ªa las melancol¨ªas imperiales de Carlos V.
Ahora la melancol¨ªa del poder se produce cuando hay que concretar las promesas y las utop¨ªas y cuando se comprueba que, ciertamente, el futuro ya no es lo que era. Se produce mucho antes de llegar a Yuste. Tampoco Yuste es ya lo que era en el Siglo de Oro. Porque ahora resulta que no hay siglos de oro, sino semanas del duro.
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