Gregory Litsch, un 'sheriff' en Madrid
Un sargento norteamericano recorre diariamente en su coche-patrulla las calles del 'condado' que forman las casas de los militares estadounidenses
A 10 kil¨®metros de la Puerta del Sol, unos metros antes de la zona residencial La Moraleja, junto a la carretera de Burgos, un millar de familias se agrupa en una miniciudad genuinamente americana. Los chal¨¦s no tienen nada que envidiar a los que se han hecho habituales en las series televisivas; los viejos autobuses escolares arrastran una extra?a matr¨ªcula prendida de una gran carrocer¨ªa de color azul, y el coche de los bomberos, un gran furg¨®n amarillo, tiene sus inscripciones en ingl¨¦s. Por supuesto, las se?ales que marcan las paradas de su recorrido deben de ser importadas directamente de Estados Unidos, a tenor de sus caracter¨ªsticas. En ese ambiente no pod¨ªa faltar un sheriff, y su nombre es Litsch. Sargento Gregory Litsch.
El Gobierno norteamericano aloj¨® hace casi 20 a?os, en esa miniciudad de 250 casas, a gran parte de los oficiales y soldados de la base conjunta de Torrej¨®n. Los chal¨¦s fueron construidos por una empresa privada y alquilados despu¨¦s al Gobierno estadounidense. Los militares de la base han ido creando all¨ª su propio condado, en el que apenas nada les resulta extra?o: ni el uniforme de los bomberos.Gregory Litsch, un joven alto, rubio, bien parecido, simp¨¢tico y amable, prototipo de pa¨ªs bien alimentado, patrulla todos los d¨ªas por las calles del barrio con su coche blanco y azul, en el que destacan sobre todo, como si nadie se hubiera dado cuenta de que se trata de un polic¨ªa norteamericano, las gruesas letras de sus laterales: "Police".
Listch habla con cuidado, porque tiene presente su condici¨®n de militar, y responde por ser amable m¨¢s que por asumir la convicci¨®n de que puede despacharse a gusto.
?l dice que su trabajo no resulta especialmente complicado. Se encarga de resolver los problemas que surgen entre los propios habitantes de la miniciudad. Normalmente, asuntos de tr¨¢fico y cuestiones de poca importancia. En el caso de que se presente una situaci¨®n especial -"como hace unos d¨ªas, en que encontr¨¦ en el suelo a un joven que parec¨ªa drogado"-, Litsch lo pone en conocimiento ael mando del puesto que la Guardia Civil tiene a pocos metros de la zona, en La Moraleja.
Seg¨²n explica Litsch, en su escaso castellano, la labor que desempe?a tiene como objetivo principal dar sensaci¨®n de seguridad a sus compatriotas. A menudo viajan a Estados Unidos o salen fuera de Madrid, y se van m¨¢s tranquilos sabiendo que all¨ª se queda el sargento Litsch. Y cuando ha de intervenir para solucionar una ri?a o cualquier otro problema los vecinos respetan su autoridad.
Litsch, de 29 a?os, nacido en Chicago, est¨¢ casado. De momento no tiene hijos, pero s¨ª un perro doberman que, seg¨²n algunos de sus compa?eros, da cierto miedo si no se le conoce. Ingres¨® joven en el ej¨¦rcito, concretamente en la polic¨ªa militar. Lleva casi dos a?os en Espa?a, y antes estuvo destinado en Alemania Occidental. Cuando surgi¨® la oportunidad de venir a Madrid pidi¨® la plaza y le salieron bien los planes.
Le llam¨® la atenci¨®n la propag¨¢nda al uso: el sol, las playas, la alegr¨ªa. Dice que lo que m¨¢s le gusta de Madrid son las tascas y la zona de Arg¨¹elles, nombre que pronuncia con cierta dificultad. A la vez que acaricia con regocijo su todav¨ªa ligera barriga -"esto es de la cerveza"- afirma que est¨¢ muy contento aqu¨ª porque, adem¨¢s, se siente como en su propio pa¨ªs. No es de extra?ar, a la vista del paisaje de su demarcaci¨®n.
Despu¨¦s de la charla en su chapurreo del castellano, Gregory Listch vuelve a su espectacular autom¨®vil para recorrer las calles de la ciudad americana. Los ni?os entran ya al colegio -el cartel dice school, naturalmente- y los vecinos le observan tranquilos, sin poder ocultar una cierta apariencia de extras sin pel¨ªcula.
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