Holocausto de la derecha en Per¨²
LAS ELECCIONES municipales peruanas no modifican, obviamente, la relaci¨®n de fuerzas en el Parlamento ni afectan jur¨ªdicamente para nada a la presidencia que ostenta el l¨ªder de Acci¨®n Popular -el partido en el gobiemo-, el arquitecto Femando Bela¨²nde Terry. Pero a a?o y medio de las elecciones presidenciales, y siendo los comicios del domingo los segundos de esta fr¨¢gil democracia, nadie duda de que se ha sellado, peligrosamente, la derrota de la derecha en el poder.La primera reflexi¨®n que hay que hacer es la de que Bela¨²nde y su partido, pese -a todos sus errores administrativos y econ¨®micos y todos sus desprop¨®sitos ante el reto del terrorismo andino (han acudido a todos los trapos que tendi¨® Sendero Luminoso hasta involucrar al Ej¨¦rcito en la represi¨®n), han respetado y patrocinado la democracia formal reci¨¦n recuperada. Basta decir que han auspiciado estas elecciones municipales defendiendo las urnas con las tropas sabiendo perfectamente de antemano que las iban a perder estrepitosamente. La segunda reflexi¨®n consiste en que el mapa pol¨ªtico de Per¨² ha dado un giro vertiginoso hacia un equilibrio sumamente inestable para el pa¨ªs y para el propio subcontinente. La renaciente democracia peruana se intentaba -consolidar desde la derecha (Acci¨®n Popular y su aliado el Partido Popular Cristiano) a base de desmontar los innegables avances sociales de la primera etapa revolucionaria del dictador Velasco Alvarado y de tranquilizar a las fuerzas armadas mediante continuas concesiones en el terreno de la lucha contra Sendero Luminoso. Todo ello envuelto en el celof¨¢n de un respeto exquisito por las formas democr¨¢ticas occidentales, llevado a tal extremo que han hecho de Per¨² un extra?o para¨ªso de la libertad de Prensa donde tanto da escribir que los terroristas han asesinado a 100 campesinos que afirmar que el Ej¨¦rcito fue el autor de la degollina. El'solo mantenimiento a ultranza de la democracia formal, como mero contraste con la dictadura militar anterior, ha servido para olvidar el desgobierno, la tremenda crisis econ¨®mica, la corrupci¨®n de la coca¨ªna y los problemas estructurales jam¨¢s abordados de una sociedad como la peruana, multirracial y hasta multigeogr¨¢fica, con planicies costeras receptoras de inmigraci¨®n, selvas inexpugnables y picachos andinos inaccesibles.
Tras los comicios del domingo, la derecha peruana cl¨¢sica parece destruida electoralmente, y s¨®lo puede aspirar a detener con sus votos, en una segunda vuelta electoral, a un emergente frentepopulismo marxista aglutinado en tomo a Izquierda Unida, que acaba de obtener la alcald¨ªa lime?a. Lograr¨¢ as¨ª la derecha que el poder recaiga en la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) antes que en una coalici¨®n revolucionaria de izquierdas, intolerable para ellos mismos y para los militares; pero poco m¨¢s.
El problema reside en que no en balde la APRA aspira infructuosamente desde hace 50 a?os a gobernar. De su fundador, Haya de la Torre, se dec¨ªa que los tenientes peruanos, cuando recib¨ªan sus despachos, juraban a voz en cuello fidelidad a la bandera, y a continuaci¨®n musitaban para su sotabarba: "?Odio eterno a Haya!". Extra?o movimiento para mentalidades europeas,nacionalista panamericano, combatiente de la hegemon¨ªa continental estadounidense, cr¨ªtico de las oligarqu¨ªas econ¨®micas internacionales, la APRA es una especie de hermana desgajada del per¨®nismo argentino, pero unos cuantos miles de kil¨®metros m¨¢s al Norte y con poblaci¨®n ind¨ªgena.
Enfrentados hist¨®ricamente a los militares, a la Iglesia y a la burgues¨ªa blanca que gobierna el pa¨ªs desde Lima, los apristas van ahora de la mano de su joven y renovador secretario general, Alan Garc¨ªa, que ha remozado el movimiento al borde de acceder por primera vez a la presidencia de la Rep¨²blica, en medio de una de las m¨¢s graves crisis econ¨®micas dp su historia.
Pero la alarma en Lima no reside en que la APRA se haya distinguido el domingo como el primer partido del pa¨ªs ante el holocausto electoral de las derechas -s¨®lo una alcald¨ªa de capital de departamento en todo el pa¨ªs, y para el aliado minoritario, el Partido Popular Cristiano-, sino en el acceso fulgurante a un segundo plano de un frente popular. La izquierda unida, que no desde?a las primeras reformas de Velasco Alvarado, se nutre de las grandes necesidades de modernizaci¨®n de un Estado que ni siquiera ha logrado integrar socialmente a sus habitantes de distintas razas y que permanece art¨ªficialmente gobernado por una minor¨ªa capitalina, blanca y rica, escasamente sensible a la extrema pobreza y al atraso del resto de la sociedad.
Las fuerzas armadas, bastante enredadas en su con fusa lucha andina con las misteriosas huestes de Sendero Luminoso, no parecen ahora proclives a un nuevo y temprano golpe de Estado, y podr¨ªan conformarse con un futuro triunfo de la APRA, que, gracias al talante de Alan Garc¨ªa, ya no aspirar¨ªa a suplir el esp¨ªritu y la influencia militar por el de su propio movimiento. Pero las pr¨®ximas acciones armadas de Sendero Luminoso en Lima y Ayacucho condicionar¨¢n el futuro de la demo cracia en este pa¨ªs. La derecha peruana se felicita ahora del triunfo de las -urnas y desde?a elegantemente su propia derrota, pero seg¨²n el giro de los acontecimientos en Centroam¨¦rica, la ca¨ªda o permanencia del r¨¦gimen constitucional en Bolivia y las evoluciones enloquecidas de Sendero Luminoso podr¨ªa optar en un plazo medio por un militar, posiblemente blando, que impidiera oretrasara las elecciones de 1985.
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