La¨ªn y la conciencia
Yo dir¨ªa que Pedro La¨ªn Entralgo es el hombre/ separata. Aunque ha publicado tantos y tan enjudiados libros, donde a m¨ª se me revela, en teor¨ªa y praxis, su realidad del otro, es en las separatas. Cada cual tiene su g¨¦nero, qu¨¦ le vamos a hacer. A lo mejor el m¨ªo es la columna. Pero el g¨¦nero es el hombre. La¨ªn publica "Treinta y cinco a?os despu¨¦s" y una conversaci¨®n con Gracia Guill¨¦n, en la revista de Maravall, el maestro, y me dedica la separata no sin cierta iron¨ªa. Lo que m¨¢s agradezco es la iron¨ªa, en tan subido personaje, ya. que le humaniza/ ameniza. "Un d¨ªa de 1908, estrenada apenas su centelleante madurez, visita Unamuno la casa donde su mocedad ha transcurrido, y se recuerda a s¨ª mismo". Fidelidad al 98, en el autor de ese inolvidable libro de igual t¨ªtulo. Gusto por la precisi¨®n de las fechas, que es un gusto m¨¢s pol¨ªtico (ciudadano) que po¨¦tico. "Mocedad" por juventud: gusto por el arca¨ªsmo relativo, que ennoblece las cosas sin matarlas de siglos. Ya est¨¢ aqu¨ª La¨ªn Entralgo, para qu¨¦ m¨¢s. Pero La¨ªn se apropia los versos de Unamuno: "Se me ha muerto el que fui; no, no he vivido. / All¨¢ entre nieblas / del lejano pasado entre tinieblas, / miro como se mira a los extra?os / al que yo fui a los veinticinco a?os". Unamuno, agonista -La¨ªn lo llamo. "ag¨®nico"- comprende de pronto que no ha vivido, que se le ha muerto el que fue, y muy temprano. La¨ªn, cat¨®lico y menos deshumano, acabar¨¢ afirmando que s¨ª, s¨ª que ha vivido. Por eso he llamado a La¨ªn m¨¢s de una vez -y no s¨¦ si he sabido hacerme entender- "representativo", porque todos tendemos a hacernos una biograf¨ªa "cumulativa", que dir¨ªa Luis Rosales, llena de cosas, donde el tiempo se aduna, en lugar de vaciarnos. Ese optimismo austero, digamos, es La¨ªn. Y a todos nos consuela, nos representa. Pero el 98 jugaba m¨¢s fuerte. Aparte el ripio "nieblas/ tinieblas" (Unamuno no era buen poeta, t¨¦cnicamente, qu¨¦ le vamos a hacer: acabo de recibir el ¨²ltimo libro de Garciasol, que contiene tanto Unamuno, siempre), aparte eso, digo/dec¨ªa, don Miguel consigue el desdoblamiento definitivo, baudeleriano: "Miro como se mira a los, extra?os / al que fui yo a los veinticinco a?os". La¨ªn nos da la lecci¨®n de querer ser el mismo siendo otro. Lecci¨®n de vida que ayuda a vivir. Pero lo que ayuda a morir, a estar eternamente muriendo entre las generaciones, que eso es la pervivencia, es el "no, no he vivido". Hoy, ir¨®nicamente, tambi¨¦n, la juventud est¨¢, con La¨ªn, en la conciencia, no s¨®lo de que ha vivido, sino de que est¨¢ viviendo. Heidegger, Sartre y el existencialismo mueren (quiz¨¢ es lo ¨²nico que muere) cuando el 68 desembarca en el presente: otra cosa no hay. Nos lo dicen desde el conservador Val¨¦ry hasta el republicano Guill¨¦n. Entre el "no he vivido" de Unamuno y el "s¨ª he vivido" de La¨ªn, el "estoy viviendo", m¨¢ximo hedonismo, conquista de la actualidad, de su actualidad, de las juventudes/mocedades. Dice La¨ªn que, en alguna medida, nos hace "otros" el cambiante curso de nuestra biograf¨ªa. Y se queda as¨ª en la Verdad exacta, Tanto presente vivido en presente, al final nos deja una sucesi¨®n de "otros" -"presentes sucesiones de difunto", Quevedo-, y eso ha sido el vivir. La¨ªn est¨¢, pues, digamos, en un existencialismo m¨¢s quevediano que sartriano, ya que algo le quedaba a don Francisco de caballero cat¨®lico. Foll¨®n juvenil en Morasol. Manuel Alvar quiere 16 p¨¢ginas m¨ªas para su banco ling¨¹¨ªstico de datos. Julia Le¨®n, la sexy, en "El ¨¢ngel exterminador", bar. Coto de caza, de Jorge Gran. Borsani en Pez. ?C¨®mo eludir el presente? Anoche, en el Ritz, dimos los premios Rodier. Vilallonga, Ayesa, la Gri?¨®n, Tola, Santana, la Cuadra, m¨¢s personal y yo. Descubr¨ª a Lourdes, gaditana, violenta y casi adolescente. ?Vivir o decirse, luego, "no he vivido"? La¨ªn, nuestro hombre/separata, va siendo, cada d¨ªa m¨¢s, nuestro hombre/conciencia.
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