L¨ªbano, antec¨¢mara de Nicaragua
Nicaragua, Granada y L¨ªbano. El ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, uno de los grandes acu?adores de neologismos para pol¨ªticas escasamente nuevas, llam¨® linkage a la interrelaci¨®n de acontecimientos en la escena internacional que permit¨ªan su globalizaci¨®n en un solo frente pol¨ªtico, de manera que una presi¨®n aplicada en Pek¨ªn, pongamos por caso, hiciera da?o en Hanoi, y una suspensi¨®n de env¨ªo de cereales se recompensara con la suelta de unos miles de emigrantes jud¨ªos en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. A su manera los j¨®venes revolucionarios de los a?os sesenta ya predicaban el linkage antes de que lo inventara el diplom¨¢tico profesor, sugiriendo amablemente a las masas excitadas del Tercer Mundo que le formaran a Estados Unidos uno y mil Vietnams, por aquello de que quien mucho invade poco aprieta. El fen¨®meno del linkage con una venganza parece que se reproduce ahora en la pol¨ªtica exterior norteamericana, pero, posiblemente, no del todo al gusto del presidente Reagan.Los marines han invadido Granada; podr¨ªan ser enviados en una fecha no muy lejana a invadir o a colaborar en la invasi¨®n de la Nicaragua sandin¨ªsta, y tienen el mar liban¨¦s erizado de ca?ones para que no invadan Beirut los enemigos del presidente Gemayel. ?Hay alguna relaci¨®n entre tantos peque?os Vietnams presentes y, quiz¨¢, futuros?.
Dos teor¨ªas para empezar. Reagan ha ordenado la ocupaci¨®n de la isla, caribe?a de Granada para demostrar que Nicaragua es la siguiente de la lista, humillar a Cuba y, de paso, hacer un test en la opini¨®n p¨²blica sobre c¨®mo sientan las aventuras militares exteriores a unos a?os de la desastrosa trampa de Indochina. Es como tomarle la temperatura al s¨ªndrome de Vietnam y ver si el pa¨ªs tiene todav¨ªa fiebre. Por el contrario, se dice, Reagan despacha marines al Caribe para no tener que actuar, al menos inmediatamente, en Centroam¨¦rica, y ganar, as¨ª, algo de tiempo.
A ambas posibilidades conviene perfectamente la presencia del domin¨® liban¨¦s como pantalla que, de momento, dificulta la hipot¨¦tica aventura nicarag¨¹ense.
Estados Unidos necesita congelar sino resolver el embrollo de Beirut hasta tanto que decida si Managua vale una acci¨®n militar. Mientras las fuerzas norteamericanas en L¨ªbano se hallen expuestas al cabezazo suicida de los camiones bomba, dif¨ªcilmente pueden retirarse del pa¨ªs, por no perder la cara bajo presi¨®n, pero menos a¨²n librar una guerra de verdad en el otro hemisferio. As¨ª, el terrorismo motoriza do de uno u otro jomeinismo es el mejor alambre de espino con que cuenta la Junta de Managua.
A Washington, por tanto, le hace falta alg¨²n tipo de acuerdo en L¨ªbano que estabilice la situaci¨®n y le permita retirar sus tropas. Dado que Israel no suele hacer favores y la probabilidad de que sus soldados se retiren del sur del r¨ªo Awali no hay compensaci¨®n americana que, veros¨ªmilmente, pueda sufragarla; y dado que sin esa retirada, am¨¦n de la abrogaci¨®n del acuerdo de paz suscrito pero no ratificado oficialmente entre Beirut y Tel Aviv, las tropas sirias no tienen ningun motivo para abandonar L¨ªbano, puede pensarse que s¨®lo un entendimiento con Damasco puede liberar a Washington de sus compromisos con los cristianos libaneses.
Ese entendimiento tendr¨ªa una realidad profunda: el protectorado sirio sobre el L¨ªbano no ocupado por Israel, y una carcasa constitucional para guardar las apariencias: un nuevo pacto nacional en Beirut que reconociera una cuota mayoritaria del poder pol¨ªtico a la poblaci¨®n musulmana libanesa y, notablemente, a drusos y chiitas, hombres ligios de Damasco. La partici¨®n de L¨ªbano, que ya existe de facto, pero que se revistir¨ªa entonces de un protocolo formal, abrir¨ªa el camino para tomar ominosas decisiones en Centroam¨¦rica.
Lo ¨²nico que se opone, por tanto, a ese esclarecimiento del panorama son las m¨¢s o menos remotas posibilidades de supervivencia pol¨ªtica de Arafat y, pa-
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rad¨®jicamente, el aparente disgusto de Mosc¨² de que se abrevie manu militari la agon¨ªa de la OLP legal. El Kremlin, ni enamorado de Arafat, ni enloquecido por el presidente sirio Asad, tiene porqu¨¦ darle facilidades a la Casa Blanca en ninguna parte del mundo y menos en el Caribe, donde tanto ha invertido para sostener al r¨¦gimen cubano. El gran problema de Siria, Estado ¨¢rabe con una inmensa vocaci¨®n de entenderse con Estados Unidos, era el de que no ten¨ªa nada suficientemente apetitoso que ofrecer en una negociaci¨®n. Ahora, en cambio, podr¨ªa tener una OLP domesticada para interesar a Washington.
Al mismo tiempo, Siria hace acrobacias sobre un, alambre de d¨¦bil y peligrosa contextura. Sin decir que el reciente atentado contra los establecimientos norteamericano y franc¨¦s en Beirut fueran la inspiraci¨®n de Asad, es cierto que esa amenaza sobre el contingente multinacional en L¨ªbano es un factor que sirve a Damasco para que a Estados Unidos le interese la negociaci¨®n estabilizadora, pero, tambi¨¦n, es un elemento de provocaci¨®n que pone,a Washington en la tesitura de tomar represalias que podr¨ªan afectar a los sirios, de tan promiscua que es la relaci¨®n de aliados y enemigos en el enrevesado damero liban¨¦s. Israel, por su parte, con la ocupqci¨®n de su L¨ªbano ¨²til, ya ha obtenido lo esencial que pod¨ªa desear en la partida, por lo que no tiene especial inter¨¦s en que se recompense a Damasco con un eventual entendimiento sobre esferas de influencia; no, al menos, sin que Estados Unidos pase por caja comprando su ben¨¦vola indiferencia. Esa compensaci¨®n, como siempre, se abonar¨ªa en nuevos y suntuosos env¨ªos de material de guerra para que Israel aceptara la consolidalci¨®n de las posiciones sirias al norte del Awali.
De esta manera, los guerrilleros chiitas, presuntos responsables del intenso tr¨¢fico de camiones suicida que embotella de muerte el pa¨ªs liban¨¦s, constituyen, a la vez, el acicate para un arreglo y el mayor peligro para que ¨¦ste sea imposible si la necesidad de represalia lo env¨ªa todo al garete. Es de elemental coherencia hist¨®rica que en L¨ªbano todo se vea como el anverso y el reverso de una misma realidad; que los contendientes en la multiguerra civil libanesa sean el uno y el otro, al mismo tiempo, como corresponde a un pa¨ªs que naci¨® de una contradicci¨®n en los t¨¦rminos: su deseo de no ser ¨²nicamente un Estado ¨¢rabe, y su imposibilidad geogr¨¢fica y humana de pasar por una naci¨®n occidental.
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