Se afeita mucho más lo que se multa
Las sanciones por afeitado de los toros, dadas a conocer hace unos días por Juan Antonio Arévalo, presidente de la comisión de Presidencia del Gobierno e Interior del Senado, están produciendo las mismas reacciones que el a?o pasado en parecidas circunstancias: cierran filas los criadores de reses bravas, proclaman su indignación por lo que atribuyen a persecución dolosa, afirman con orquestada unanimidad que se afeita menos de lo que dicen. Cualquier aficionado sabe, sin embargo, que se afeita más de lo que este gremio reconoce y mucho más de lo que se multa.A los ganaderos andaluces se les ha ocurrido la peregrina idea de difundir que son víctimas de una campa?a difamatoria promovida por Madrid. Les falta decir quién y por qué razones ejerce acción tan incómoda y gratuita. Los síntomas son, más bien, que el Madrid taurino, incluida su afición, que es buena, respeta a todos los ganaderos cuando los contempla en abstracto, y, en concreto, ya hace disección crítica, de tal forma que a unos admira y a otros denosta.
Quizá sea humano que los denostados se defiendan generalizando. Por ejemplo, los inhabilitados -que son únicamente dos- pretender án convertir la inhabilitación en ofensa a todo el gremio, y otros con alta fama, como es el caso de Eduardo Miura, amenazarán con romper la baraja, es decir, la suya, en forma de no lidiar más o apuntillar toros.
Allá cada cual con su patrimonio, pero si durante a?os los toros han salido por los chiqueros sospechosamente romos -en la temporada que acabó también escandalosamente desmochados-, y a la postre la lista de ganaderos sancionados, entre cerca de trescientos, no alcanza ni a la decena, por a?adidura inculpados de manipular sólo una res, lo lógico es pensar que el criterio de la autoridad para excluir sancionables ha debido ser más amplio que la ancha Castilla.
Todos damos por cierto que, en gran número de ocasiones, no es el ganadero quien ordena afeitar a los toros. Lo cual no le exime de culpa. Porque el mayoral que acompana a la corrida conoce las reses desde que nacieron, palmo a palmo, pelo a pelo, hasta por el mugido. Y si las llevó a la plaza íntegras, pero luego las ve saltar a la arena mermadas (por la parte del cuerno, con perdón), lo propio es que se lo cuente al amo, y éste solloce, monte en cólera, denuncie la tropelía, demande guardias, allegue pruebas, convoque abogados, agradezca luz y taquígrafos.
Solución del problema
No se sabe de ningún ganadero que lo haya hecho.El senador Arévalo ha abordado con interés la solución del problema del afeitado (aunque no es él quien inicia los expedientes, ni sanciona, lo cual corresponde al Ministerio del Interior) y hace lo que puede frente al concierto de intereses que montan los influyentes criadores de reses bravas. Entre éstos los hay corruptos y los hay íntegros, pero a todos alcanza parte de culpa en la pervivencia del afeitado porque nadie entre ellos acomete las acciones necesarias para erradicarlo. Los recursos jurídicos que mueve la Unión Nacional de Criadores de Toros de Lidia, para defender de multas e inhabilitaciones por, fraude a sus asociados debería emplearlos para expulsar a los infractores, simplemente en cumplimiento de sus propias normas estatutarias.
Comportamiento ético
Por supuesto que la Unión de Criadores es muy due?a de hacer en su seno lo que le plazca, pero no parecería descabellado que, si clama por el prestigio de quienes la integran, exigiera de éstos un comportamiento ético inequívoco. Todos damos por sentado que son mayoría los ganaderos que no toleran el afeitado de las reses, pero también es cierto que son mayoría los ganaderos que lidian poco, mientras que unos cuantos, siempre los mismos, lo lidian todo -algunos, precisamente, porque se avienen a la corruptela-, copan ferias y carteles de lujo, y entre éstos se encuentran los culpables.El Madrid taurino no hace campa?a contra los ganaderos andaluces en particular- ni contra la Andalucía taurina en general; por el contrario, los quiere. No quiere, en cambio -ni afición alguna-, a los empresarios, apoderados, toreros y ganaderos que convierten la lidia en fraude; a ésos, ni verlos. Que son más, muchos más, de los que han aparecido en la corta, tímida, vergonzante picota emanada de Interior y divulgada por el senador Arévalo
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