Israel, ya
El adverbio de tiempo que figura en el t¨ªtulo del presente art¨ªculo indica, desde luego, un deseo: el de que, de una vez y sin m¨¢s dilaciones, se establezcan relaciones diplom¨¢ticas con el Estado de Israel por parte de las autoridades espa?olas, en la conciencia de que no s¨®lo ha llegado ya el momento de que se produzca este acontecimiento, sino que empieza a convertirse en extravagante una situaci¨®n ya poco justificable desde hace tiempo.En efecto, debe repararse que el caso de Israel fue, durante la vigencia del r¨¦gimen franquista, en cierto modo paralelo al de M¨¦xico. Con este pa¨ªs no exist¨ªan relaciones diplom¨¢ticas por su compromiso con los exiliados republicanos espa?oles y el restablecimiento de la democracia tuvo como consecuencia inmediata que se reanudara una relaci¨®n de estrecha amistad que nunca debi¨® haberse roto. Con respecto a Israel, la situaci¨®n era algo diferente, pero en el fondo obedec¨ªa a una misma raz¨®n: eran las caracter¨ªsticas peculiares del r¨¦gimen las que imped¨ªan una relaci¨®n normal, tan deseable por otros motivos.
Despu¨¦s de la segunda guerra mundial la Espa?a de Franco argument¨® que sus diplom¨¢ticos hab¨ªan ayudado a huir del holocausto realizado por los nazis a millones de jud¨ªos. Lo cierto es que, aunque el franquismo no fue particularmente antisemita, tampoco adopt¨® iniciativas destacadas en esta materia, debi¨¦ndose a gestiones particulares de diplom¨¢ticos. espa?oles en su mayor parte la salvaci¨®n de algunas decenas de miles de jud¨ªos perseguidos en el centro de Europa. Pero, acabada la guerra, la Espa?a. de Franco, para tratar de romper el cerco internacional al que pronto se vio sometida, hubo de recurrir a la f¨®rmula de apoyarse en pa¨ªses que no tuvieran instituciones democr¨¢ticas y con las que resultara justificable una amistad nacida por motivos de identidad cultural.
La consecuencia obvia de esta situaci¨®n fue el acercamiento a las dictaduras latinoamericanas y a los pa¨ªses ¨¢rabes, y el corolario de esto ¨²ltimo fue el no reconocimiento del Estado de Israel. Por su parte, quienes lo fundaron ten¨ªan demasiado presente la identificaci¨®n- de la Espa?a: franquista con la causa del Eje y sus contactos con el exilio pol¨ªtico espa?ol eran lo suficientemente -estrechos como para que no tuvieran ninguna necesidad. ni deseo de insistir en el reconocimiento.
A estas alturas, en 1983, hablar de reconocimiento ser¨ªa ya inapropiado, porque ¨¦ste existe de hecho desde hace tiempo. Lo que faltan, en cambio, son las relaciones diplom¨¢ticas plenas, y no existe ninguna raz¨®n aceptable para explicarlo.
En el pasado se mencionaron como tales, para retrasar el establecimiento de las relaciones, un eventual recrudecimiento de la actividad terrorista o un empeoramiento de nuestra situaci¨®n petrol¨ªfera, hechos ambos que podr¨ªan ser provocados por una presunta r¨¦plica ¨¢rabe o palestina al establecimiento de relaciones. Pero estas razones, que nunca fueron buenas, lo son ahora menos que nunca: ya no estamos pasando por la fase delicada del establecimiento de la democracia, sino por la de su normalizaci¨®n definitiva.
Solidaridad socialista
En cambio, cada vez son m¨¢s palpables las razones que empujan hacia las relaciones diplom¨¢ticas plenas. En primer lugar, en un ¨¢rea geogr¨¢fica en que, por desgracia, no es habitual, Israel es un pa¨ªs democr¨¢tico cuando, adem¨¢s, todas las circunstancias parecen no favorecer este tipo de ordenamiento constitucional. El calificativo democr¨¢tico significa muchas cosas, pero la principal es que peri¨®dicamente se vote, y eso, en Oriente Pr¨®ximo, s¨®lo se hace en Israel. Hay todav¨ªa m¨¢s: este pa¨ªs, que lleva desde su origen perpetuamente en guerra, ha sido capaz de determinar la responsabilidad por negligencia de sus propias autoridades militares cuando se produjeron las matanzas de palestinos por parte de los libaneses.Durante los a?os del franquismo ha existido una solidaridad profunda entre el socialismo espa?ol y el israel¨ª, que ser¨ªa ahora cuando debiera demostrarse en la pr¨¢ctica. Sobre todo, y debe ser as¨ª, porque la identidad de r¨¦gimen pol¨ªtico se ve multiplicada por los lazos que crean la cultura y los intereses. Debe tenerse en cuenta, en efecto, que el espa?ol no es una realidad tan s¨®lo te¨®ricamente vigente en Israel: es el idioma de decenas de millares de personas, producto de una tradici¨®n cultural y un pasado hist¨®rico que necesariamente puede entrar en crisis en el momento en que no reciba el oportuno apoyo desde nuestro pa¨ªs.
Corremos el peligro de que suceda lo que en Filipinas: la desaparici¨®n del idioma en el caso de que s¨®lo sea sostenido por la relaci¨®n espor¨¢dica, ¨²nica posible cuando no existen relaciones diplom¨¢ticas. En cuanto a los intereses comunes, son muy amplios, y lo grave del caso es que inevitablemente, quedar¨¢n configurados de manera antag¨®nica o se articular¨¢n en un todo com¨²n. La lucha contra el terrorismo o la vinculaci¨®n con el Mercado Com¨²n, por ejemplo, constituyen sendos testimonios de esa realidad.?Qu¨¦ puede explicar el retraso en la decisi¨®n del Gobierno espa?ol en estas condiciones? Se esgrime desde c¨ªrculos oficiales una raz¨®n que, en mi opini¨®n, dista de ser congruente. Seg¨²n ella, Espa?a debiera esperar a que la situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo se normalizara.
La realidad es que una pol¨ªtica de posposici¨®n sistem¨¢tica no sirve a nadie y menos a¨²n a Espa?a. Retrasar el establecimiento de las relaciones conduce, en primer lugar, a ignorar la realidad (y una realidad, admitida incluso por Egipto, es el Estado de Israel), actitud poco recomendable siempre en pol¨ªtica exterior y, en segundo, a la impotencia en cuanto a una eventual influencia espa?ola respecto de la soluci¨®n de los conflictos en la zona.
Lo cierto es que la ¨²nica raz¨®n que puede explicar la demora en el establecimiento de relaciones diplom¨¢ticas con Israel no es otra que el debate ideol¨®gico interno en el seno del PSOE. Nada, sin embargo, justificar¨ªa la comparaci¨®n de este caso con, por ejemplo, el de la OTAN. El sector tercermundista en el del partido del Gobierno es tan extremadamente pobre en su argumentaci¨®n que ni siquiera causar¨ªa un problema de cierta trascendencia si los dirigentes se decidieran a tomar una decisi¨®n. Y debe ser recordado que las decisiones pol¨ªticas tienen su momento preciso, el del establecimiento, de relaciones con Israel ya ha llegado y cualquier demora necesariamente habr¨¢ de ser lamentada en el futuro.
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